EDITORIAL DEL DIRECTOR DE LA GAZETA –

El amor a la patria es un principio unitivo que confiere sentido a la convivencia presente, a lo debido a los antepasados y a la responsabilidad frente a las generaciones futuras.

Complementariamente, el bien común ha sido definido como el principio que cumple un rol central y unificador en la ética social. Es «el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección ….presupone el respeto pacífico a la persona humana en cuanto tal, sus derechos básicos e inalienables ordenados a su desarrollo integral”.

Todo esto ,entre nosotros, se apoya en nuestros pactos fundamentales , y estamos allí convocados a defender a la patria y a la Constitución,  incluso con las armas(art.21). Quien puede lo más, puede lo menos, o sea, sin necesidad de llegar a esos extremos, es una convocatoria a organizarse en sostén de dichos valores, todos ellos emergentes de la soberanía del pueblo y la forma republicana de gobierno (art.33) ,y, por consecuencia, el rechazo de toda forma de opresión y corrupción (art.36).

 Para ejercer dignamente  nuestros derechos a la vida, la libertad, la seguridad ,al trabajo y a la justicia, a la protección de nuestros intereses tanto  materiales como morales. A su vez, tenemos deberes, el principal,  convivir con los demás de modo que todos podamos desenvolver nuestras personalidades integralmente, y muchos otros: la instrucción primaria no es un derecho sino también un deber, como hay  deber de trabajar y  obligación de acatar sólo los “mandamientos legítimos de las autoridades”.

 En fin este es el “protocolo” -para usar un término actual- de la buena ciudadanía, que está compilado en la Constitución y en los Tratados de Derechos Humanos. Quien puede lo más ,puede todo lo necesario y conducente. en grado menor, y ,en consecuencia, el deber de organización para la defensa de todos estos valores, se vertebra con el debido amor a la patria, que comienza por  la familia, el trabajo, y por el vasto prójimo de los connacionales. Amor por los antepasados, sus tradiciones y por los descendientes a quienes tenemos la obligación de dejar un mundo mejor.

 Organizarnos  es dar prioridad a los bienes comunes por encima de los muchas veces legítimos egoísmos particulares.

Hoy resulta evidente que las medidas de “aislamiento social obligatorio”, cuando  se las expande más allá del mínimo necesario para el cuidado de la salud, resultan ser  todo lo contrario de este programa constitucional ,porque  desorganiza la convivencia convirtiendo a cada habitante en un individuo desvinculado y  débil en la extrema fragilidad de esta forzada soledad  que pretende  imponerse desde el poder. Están a la vista que resultan gravísimos daños colaterales para el trabajo, la producción, y la convivencia social.

Parte principal de la urgente tarea organizativa para el bien común, en consecuencia, empieza por  corregir estas desviaciones, poniendo los límites correspondientes al exceso y el  autoritarismo.

Retomar con fuerza y decisión todos  los vínculos  que dan sentido a nuestra vida, y la protección de estos vínculos y conexiones son las banderas de convocatoria para la organización necesaria para crecer. He aquí el programa de la República dicho sucintamente.

por Roberto Antonio Punte