El sistema liberal o como quiera ser llamado, que rige, a veces menguado, en varios países de Europa, América Latina, Asia, Oceanía y África y especialmente, en los EE. UU., sigue siendo el motor del mundo, cabeza de innovaciones científico-tecnológicas, principal actor en el comercio internacional, guardián de la libertad y ejemplo de autentica democracia republicana. El otro actor principal del momento (China) es socialista en ciertas aéreas pero fanático del libre comercio, lo que lo ha colocado en una posición preeminente en el mundo.

Hay una expresa tendencia a ignorar a aquella manifestación de progreso y desarrollo, ligándola con una tergiversada visión que condena a la derecha (que no es socialista sino partidaria de la libertad), como expresión de totalitarismo y cuanto otro calificativo negativo que se le quiera adicionar (capitalismo salvaje, sinarquía internacional, imperialismo, etc.).

Para conocimiento de los jóvenes y los adultos ignorantes o sometidos a los efectos de la propaganda, conviene recordar, que con todas las lacras que se le puedan imputar, el capitalismo (o como quiera denominárselo) fue el promotor del más formidable crecimiento de los últimos dos siglos. Hacia comienzos de 1800 la humanidad era básicamente pobre. Hoy no lo es, aunque subsistan inequidades, que siempre será mejor combatir con más desarrollo y más libertad que con limitaciones a esta. La expectativa de vida se ha triplicado, la medicina ha hecho progresos formidables. La industrialización, hija de la libertad, ha generado aviones, barcos a vapor, naves espaciales, ferrocarriles, automóviles, electricidad, telefonía e internet (que ha producido una revolución en las comunicaciones, de futuro abierto). La libertad permite estudiar y capacitarse en lo que cada uno quiera realimentando el círculo virtuoso.

Todo aquel progreso se hizo en libertad, sin cortapisas. Naturalmente hubo abusos y errores, propios de la condición humana, pero la misma libertad, la democracia y la república, en el marco del respeto a la ley, los han ido corrigiendo y enmendando.

En cambio los gobiernos que, cercenando la iniciativa privada y la libertad, intentan y han intentado regir naciones, han fracasado estrepitosamente. Piénsense en la Unión Soviética y sus países satélites, o en Cuba,  Corea del Norte y Venezuela.

Es lamentable que quienes dicen defender la libertad (todas las libertades, en realidad)  no proclamen su compromiso con aquella, aunque sean calificados de derecha. Algunos  líderes prefieren ocultar su adscripción a las libertades sin proclamar su compromiso con ellas por temor a ser considerados reaccionarios. ¡Que tiene de incorrecto reaccionar contra la demagogia, el populismo, el intervencionismo estatal en la economía, en la educación y en la cultura!  Más bien todo lo contrario: se trata de la conducta adecuada frente a los fines que proponen los socialismos.

Porque lo que está en disputa es la libertad, la propiedad y la búsqueda de la propia felicidad, en el marco del respeto a la ley.

 

Por: Guillermo V. Lascano Quintana