Este film francés recientemente estrenado está protagonizado por la gran diva del cine galo, Catherine Deneuve y con el atractivo también de verla actuar junto a su hija en la vida real Chiara Mastroianni, cuyo padre fue el apuesto Marcello.

La historia nos muestra a la Sra. Darling (Deneuve) viviendo sola y con algunos desvaríos mentales en su inmensa casona de Verderonne en las cercanías de Paris. Su familia ha sido la dueña de la cantera de la zona (ahora en manos de una empresa extranjera), un pasado de comodidades que ahora ha dejado paso a un futuro incierto.

El cine francés siempre ha tenido predilección por estas mansiones pertenecientes a una época de gloria de la clase burguesa rural, un esplendor que se refleja en cada uno de los objetos de colección que llenan todos los rincones de la casa. Hay que aclarar que la dirección de arte de este film es maravillosa por la cantidad de tesoros que se reunieron para amueblar el hogar. Ya por sí sola, la visión de estos objetos maravillosos (muñecos autómatas del siglo pasado, relojes, muebles y cuadros) deslumbra la visión. La casa ha representado en el cine galo un espacio que genera tensiones de todo tipo en la familia, o por el contrario, el  elemento unificador. Aquí cumple ambas funciones en distintos períodos de la vida familiar.

Una mañana Claire Darling se levanta con la idea que ese será su último día de vida y siente la urgencia de hacer una venta de garaje de todos sus objetos de arte pero, lejos de querer conseguir un precio justo por sus valiosas propiedades, los remata a un precio ridículo. Pareciera como si quisiera sacarse de encima la pesada mochila de su pasado antes de pasar a otra vida.

Sus vivencias se nos van revelando a través de flashbacks, algunos momentos fueron particularmente dolorosos y de muchas pérdidas. Entre ellos está el distanciamiento que tiene con su hija. Desde hace años que no se ven por una injusta acusación de la madre a su hija adolescente pero Marie (Mastroianni) regresa con la intención de detener a su madre en esa locura de tirar toda la casa por la ventana.

Los objetos cuentan historias y tienen el peso de los sucesos familiares, cada uno conecta con un recuerdo familiar doloroso o conmovedor, como ese reloj con un elefante mecánico que protegía a Claire, de pequeña, de sus pesadillas o esos muñecos autómatas que podrían metaforizar la época madura de Claire, la cual ha vivido como una autómata sola y encerrada en esa mansión luego de las tragedias sufridas.

Con un delicado sentido del humor, mucha melancolía y algunos toques surrealistas (especialmente al final)  asistimos a este retrato de dolor, culpa y a la posibilidad  de reconciliación antes de la despedida. Una excelente Catherine Deneuve ilumina la pantalla, muy bien secundada por su hija Chiara.

Por Lic. María Andrea Piazza