Si hay algún prócer de nuestra historia que tuvo una vida durísima, que caminó por un sendero plagado de espinas y de infortunios pero que a pesar de todos esos escollos, supo sobreponerse a todas las dificultades, ese fue Guillermo Brown nacido en Irlanda el 22 de junio de 1777 en un pequeño pueblo llamado Foxford, en el condado de Mayo.

Allí el pequeño Guillermo fue forjando una personalidad de fuerte carácter, pues las condiciones en que vivían los  habitantes de esa pequeña localidad hizo que éstos se convirtieran en hombres capaces de enfrentar las situaciones más difíciles y complejas. Es que este duro destino de Irlanda comienza aproximadamente en  1641, año en que tuvo que soportar una guerra tremenda contra Inglaterra, país éste que siempre quiso apoderarse de ese territorio  Fue una lucha desigual, pues Inglaterra contaba con un ejército infinitamente superior  al de Irlanda, que solamente contaba con la voluntad y el coraje de sus campesinos para resistir el embate inglés. Pero además de esos dos elementos que fueron necesarios para luchar contra el enemigo, hubo un tercer elemento,  que sirvió para combatir con tesón y arrojo: La fe. Esa fe que sirvió para que los irlandeses pelearan con una firme convicción. La fe los mantuvo vivos, nadie iba a renegar de ella pues reitero, fue el soporte que los sostuvo para pelear contra un enemigo altamente poderoso. Y una de las provincias que se distinguió por su perseverancia y por su lucha contra Inglaterra fue justamente Connaught, lugar donde se encontraba la localidad donde había nacido  el futuro gran almirante de la Armada Argentina.

León Gianello, biógrafo del prócer, señala con viva emoción que en aquellos pantanos de Connaught, los guerreros celtas lucharon con indomable coraje contra los ejércitos de Cronwell hasta que, enormemente superados en armamento y en número  sucumbieron en combates heroicos por su fe y por su libertad. (1)

Es decir que combatieron contra un enemigo mil veces superior, pero que no fue suficiente para intimidar a esos bravos irlandeses que prefirieron dejar su vida en el campo de batalla antes que vivir  sometidos.

Pero el sufrimiento de Irlanda fue atroz, y el padecimiento de sus habitantes fue un calvario que les costó sobreponerse. A raíz de esta guerra trágica, Irlanda fue víctima de una de las hambrunas más brutales que haya padecido pueblo alguno, y que dejaron graves secuelas en sus habitantes.

Una de las zonas que más padeció la feroz represión de Oliverio Cronwell, fue Drogheda, situada al norte de Irlanda. La represión fue despiadada; numerosas iglesias fueron incendiadas con sus feligreses adentro y las mujeres fueron arrebatadas de sus familias para luego ser vendidas como esclavas

El gran historiador Hillaire Belloc, cuenta que en esa localidad, fueron asesinadas alrededor de  tres mil personas, entre hombres, mujeres y niños. Señala el pensador inglés que también hubo una masacre similar en Wexford, pero con el agravante de que esa matanza se realizó luego de una promesa de aceptar la rendición de la guarnición y de respetar sus vidas (2). Así procedía Cronwell.       

En 1793, la  localidad donde había nacido el prócer, protagonizó una gran rebelión que se expandió por toda Irlanda, pero que también terminó en una feroz matanza.

Esta es la tierra donde nació Guillermo Brown, una tierra sufriente, perseguida y martirizada donde sus hijos no claudicaron, donde se mantuvieron dignos y orgullosos de su origen celta. Y esto es lo que en definitiva   heredó  el prócer, de sus ancestros irlandeses: fe,  coraje, convicción, patriotismo.

La mala fortuna sigue acompañando al niño quien a los  9 años queda totalmente solo cuando su padre muere en Filadelfia, lugar al que había ido a buscar trabajo llevándose a su hijo. Cuenta su primer biógrafo José Tomás Guido que el vagabundo llevaba al hombro una maleta con un par de pantalones , única prenda de su ajuar(3)

Por lo tanto  la situación en que este pobre chico se encontraba, sin familia, sin comida, sin hogar, sin un lugar donde cobijarse, no podía ser peor.

Pero a  partir de ahí la vida de William  iba a dar un vuelco pues en él se despertaría su vocación  por el mar, vocación que no abandonaría  jamás. Un capitán de un buque mercante lo invita a  sumarse a su tripulación, y el pequeño William acepta.

Este encuentro casual con este hombre que se apiadó del pequeño, hizo que en unos años más Brown se convirtiera en el mayor almirante de nuestra historia patria.

Luego de correr distintas aventuras que lo tuvieron como protagonista, y con una gran experiencia como hombre de mar,  Brown arriba por primera vez  a Buenos Aires, en abril de 1810 en un buque  mercante de su propiedad. El comercio marítimo lo llevó a reunir una considerable fortuna que le sirvió para adquirir un terreno  donde construiría la casa donde viviría  toda su vida junto a su familia.

Hemos de decir que Buenos Aires no contaba con una armada que pudiera hacer frente con posibilidades de éxito a la Armada española. No había buques, pero tampoco se contaba con hombres de mar. Si se quería pelear por la libertad, pues había que comenzar desde abajo

Luego de algunos fallidos intentos  para frenar a la  Armada Real,  Buenos Aires se pone en campaña para organizar una flota.

En 1814 se crea una armada pensada para combatir a los españoles, cuyos creadores fueron Carlos María de Alvear y Juan Larrea, y Guillermo Brown es nombrado  jefe de la escuadra; al principio tal designación no cayó bien entre algunos funcionarios, pero poco a poco  Brown se encargaría de satisfacer las esperanzas que Larrea había depositado en él.  A partir de ese momento, la figura del gran irlandése Brown se agigantará en el tiempo; sus hazañas serán admiradas y el pueblo le rendirá tributo en todo lugar donde vaya.

Ahora el prócer comenzará su gran carrera marítima, primero enfrentando a la Armada real,  y luego  a la flota de Brasil ;más tarde será colaborador de don Juan Manuel de Rosas.

El 8 de marzo de 1814, la vida de Brown dará un vuelco de gran trascendencia pues ese día entrará en la historia grande, pues su tenacidad y perseverancia jugarán un papel fundamental a lo largo de toda su trayectoria marítima.

Así describe el glorioso almirante ese día inolvidable: el 8 de marzo de 1814, el comodoro Brown zarpó de Buenos Aires, con esta escuadrilla armada y tripulada como sigue: Hércules, con 32 cañones de diverso calibre en dos cubiertas y 200 hombres; Céfiro con 18 cañones y 120 hombres y Nancy, con 10 cañones y 120 hombres.

Luego se incorporan otras embarcaciones  que se sumarán a aquéllas para enfrentar a la Armada Real que se hallaba instalada en la isla Martín García; urgía atacar a los españoles pues se habían recibido noticias de que en Montevideo se estaba preparando una gran flota para dirigirse a esa isla.

La carrera naval de Guillermo Brown será brillante, pues a partir de ese primer enfrentamiento en Martín García,  -que será duro, pero  que a pesar de todas las dificultades podrá cumplir con su objetivo que era el de ocupar la isla- su figura crecerá a través del tiempo, siendo un ejemplo de coraje, entrega y arrojo pocas veces visto.

Por supuesto que sufrirá derrotas, pero ellas le servirán para adquirir una experiencia naval que lo convertirán en una verdadera leyenda. Combatirá contra España con una entrega admirable, Con un énfasis poco común Brown apunta Luchar con el enemigo no es nada: debemos vencerlo y la misma victoria es poco. Debemos lograr la gran victoria, el golpe decisivo en el tiempo mínimo. Lo que debemos buscar y lograr,  es la victoria decisiva.

Y así logró vencer a España nada menos.  

Su tozudez adquirida en Irlanda durante la dura infancia que le tocó vivir, le servirá siempre para sobreponerse a la adversidad, para luchar contra ese destino cruel que siempre lo ha perseguido a lo largo de su vida. Brown hará valer su voluntad de hierro, su férrea personalidad, esa personalidad forjada a base de dolor y sacrificio

Un ejemplo  nos va a reflejar lo que era esa singular personalidad del irlandés cuando se proponía una meta: el 16 de mayo de 1814 un nuevo enfrentamiento estaba próximo a producirse en las aguas del Río de la Plata contra las tropas del rey. Fue el llamado combate del Buceo donde Brown decide trasladarse desde la nave insignia a la sumaca Itatí. Allí ordena abrir fuego contra una nave enemiga, pero al retroceder violentamente el cañón de donde se disparó la bala, el irlandés es atropellado por el pesado armamento  fracturándole una pierna. ¿Qué hizo entonces? A pesar del dolor insoportable que padecía no abandonó el combate, siguió dirigiendo las operaciones como si nada hubiese pasado. 

 ¿Qué tal? Con esto quiero señalar que nada lo intimidaba, pues hasta que no conseguía el objetivo trazado, no abandonaba la lucha porque además  consideraba  que cometía una falta grave ante sus subordinados, quienes le tenían un gran afecto.

Esa batalla fue un triunfo para las armas de la patria.  En el informe enviado al Gobierno el 19 de mayo, se refleja la caballerosidad y la hombría de bien del almirante cuando se refiere al trato que se le debe dispensar a los prisioneros. Primero comienza diciendo que la Hércules… disparó un par de andanadas que produjo tal desorden que en el transcurso de pocos minutos, el bergantín San José , las naves Neptuno y Paloma, se rindieron  y tengo el placer de informar a la sensibilidad de SE que aparentemente fueron pocas las vidas que se perdieron en ambos bandos…El bergantín Cisne, una balandra y una goleta grande al observar que no podían salvarse se internaron en una bahía, de donde se sacó a la goleta  e incendiadas las otras dos huyendo sus dotaciones  hacia el Cerro… creo  de este modo  que las armas de la patria han alcanzado completa victoria sobre una fuerza muy superior del enemigo quien según parece ( Dios les perdone) se proponían cortarnos el pescuezo a todos … ( advertencia) Sea de ello lo que fuere recomiendo sinceramente que los mismos sean tratados como prisioneros de guerra. El usar de represalias demostraría debilidad y el perdonar sería generosidad. La crueldad se vigoriza con actos de la misma naturaleza. A gente así hay que enseñarles mejor mediante el buen ejemplo y no con represalias. 

Obsérvese su grandeza en estas últimas palabras; un verdadero hombre de honor que sin ánimo de venganza,  se preocupaba por el buen trato que se le debía dispensar a los prisioneros. Jamás una palabra de rencor ni de agravio hacia el adversario.Su magnanimidad y generosidad eran virtudes que practicaba ante el enemigo derrotado.

Sin duda un hombre con un alto sentido del honor, de la responsabilidad y con una enorme vocación para la misericordia, virtud ésta que era muy difícil de ubicar en esa época de luchas sin cuartel.  

Pero la grandeza de Brown se iba a ver en otros combates donde luchó con coraje, con bravura pero también con un sentido de generosidad y de caballerosidad frente al enemigo derrotado, y esto servirá para que el adversario ya sea el español o el brasilero, vea en el gran almirante a un combatiente distinto, aguerrido guerrero, pero a la vez generoso vencedor.

La guerra con el Brasil lo elevó a la cima más alta, pues contra la Armada imperial  consiguió sus triunfos más resonantes, aunque también alguna que otra derrota.

Su primer intento de recuperar la Colonia del Sacramento en manos de Brasil resulta un fracaso, pero a pesar de ello Brown insistirá en seguir combatiendo por la recuperación de aquel territorio. Así es como le escribe e Rivadavia en 1826. La Colonia y las fuerzas brasileñas en el Río de la Plata deben caer, o yo ir a prisión. El honor nacional requiere un esfuerzo. El jefe de la escuadra debe hacer y hará su deber. Si el éxito es favorable todo irá bien pero si es desgraciado suplico se salve mi nombre y el honor de mi familia. 

El almirante no se iba a perdonar el fracaso de la misión, ansiaba la victoria y por ella iba a jugarse entero.

El 11de junio de 1826 las fuerzas de Brown combatirán contra la flota del Brasil que contaba con 31 buques de guerra, es decir infinitamente superior al de la Armada  que contaba solo con 4 naves y siete cañoneras. Pero como ya vimos es en los momentos difíciles donde el espíritu del irlandés de agiganta, lanzando una arenga que paraliza el corazón: Marinos y soldados de la República ¿veis  esa gran montaña flotante? ¡ Son 31 buque enemigos! Pero no creáis que vuestro general abriga el menor recelo, pues no duda de vuestro valor. ¡ Camaradas! Confianza en la victoria: disciplina y tres vivas a la Patria! ¡Vaya arenga!

Y si bien en  el combate de los Pozos el resultado fue incierto, hay que rescatar que no deja de ser una proeza admirable pues la disparidad de fuerzas era enorme.

Los habitantes porteños que fueron espectadores privilegiados de la batalla desde la ribera, recibieron a Brown y sus hombres con un entusiasmo inenarrable, siendo levantado en  andas por la muchedumbre que lo aclamaba a cada paso.

Luego vendrá el combate de Quilmes librado entre el 29 y 30 de julio de 1826; a pesar de la intensidad del combate donde la armada argentina perderá varias naves, el Imperio  no logró doblegar  a la flota de Brown.   

Pero el 8 de febrero de 1827 comenzará a escribirse una de las páginas más brillantes de la historia patria, pues ese día la Armada Argentina al mando de Guillermo Brown derrota en forma rotunda a las   naves imperiales en donde el desarrollo de la contienda  favorece desde los primeros instantes a las fuerzas de Brown. La armada brasilera se rinde a  pesar de contar con una gran flota y así  lo describen dos investigadores al señalar que la victoria del Juncal fue       

Completa y para el Imperio significó un fracaso político y militar, de los 17 buques integrantes de la tercera división, fueron apresados 12 entre los que se contaban los de mayor porte, 3 fueron incendiados ´por la propia mano enemiga y sólo huyeron  dos pequeños (4).

La popularidad y el prestigio conseguido por Guillermo Brown por el triunfo obtenido en Juncal,   originó que su retrato fuera uno de los  más requeridos para su venta. El almirante era recibido en toda reunión social que se celebraba, como un verdadero héroe viviente. Era vitoreado y saludo con efusividad a todo lugar donde concurría.

El Congreso General constituyente, le rinde distintos honores tanto a él como a los hombres a sumando que desplegaron todo su coraje en ese célebre combate.

La tragedia toca a su puerta cuando  en diciembre de 1827  una de sus hijas, Elisa, de tan sólo 17 años,  muere ahogada en el Riachuelo en circunstancias poco claras. Fue un golpe muy duro para toda la familia.       

El gran almirante seguirá vistiendo de gloria a la Armada Argentina;  tiempo después el General Lavalle lo designará gobernador provisorio de Buenos Aires y será uno de los que se opondrá al fusilamiento de Dorrego.

Sigue unos años más al mando de la Armada, bajo las órdenes de Juna Manuel de Rosas, cumpliendo como siempre una destacada labor. Pero ya cansado de tanto trajín, decide retirarse  para emprender un viaje a su suelo natal. 

La salud del almirante se va debilitando, sus fuerzas flaquean y su físico no le responde. Ya siente que la hora final se acerca; son muchos años  que ha transitado, en medio de batallas, combates y luchas sin cuartel.  Está  agotado, desganado, indiferente a lo que pasa a su alrededor;  ya no se siente con ánimo  para librar la última batalla. Desde enero de 1857  se siente acosado por una rara sensación, por un deseo irrefrenable de entregarse al sueño eterno.

Su gran amigo y confesor, el padre Antonio Fahy, es llamado de urgencia para que acuda a la quinta de Barracas  – la famosa Casa Amarilla- a fin dar los auxilios espirituales al ilustre marino;  ambos aprovechan esos momentos para reflexionar, para meditar sobre temas trascendentales que se hayan ligados a la vida en el más allá.

Se encuentra rodeado de sus seres  queridos, de sus hijos Martina y Guillermo y de su mujer, Elizabeth; pero además junto a su lecho se encuentra el capitán José Murature, a quien en forma balbuceante le dice al oído: querido José: pronto he de cambiar de fondeadero, pero no se preocupe, ya tengo el práctico a bordo.

La muerte de Brown es inminente, sus dolencias lo acosan y su físico se va  deteriorando; mucho ha sufrido a lo largo de su trajinada vida, muchos fueron los golpes, muchos los desencantos… por fin ahora podrá descansar con la seguridad de que Dios le abrirá las puertas del Paraíso para gozar del resplandor y la luz eterna.

En la medianoche  del 3 de marzo de 1857, el almirante Guillermo Brown, el gran comandante de la Armada Argentina, entrega su alma.

El pueblo de Buenos Aires queda conmovido ante la noticia de su muerte y quiere rendirle  innumerables tributos en las calles, en las plazas, en las casas de familias, en las regiones más alejadas de la ciudad, pues ha muerto el hombre que dio todo por su patria adoptiva, que luchó a brazo partido contra los enemigos de la Nación, sin esperar recompensa ninguna. Su ambición, su única ambición  fue siempre la de servir en forma incondicional a su tierra…¡ y vaya si ese deseo se cumplió!

El padre Fahy es el encargado de comunicar al Gobierno la triste noticia en una nota al Ministerio de Guerra y Marina en donde señala que él fue, señor Ministro, un cristiano cuya fe no pudo conmover la impiedad, un patriota cuya integridad la corrupción no pudo comprar y un héroe a quien el peligro no pudo arredrar.

Apenas ocurrida la muerte, el gobierno dictó un decreto para que se le rindieran honores, en donde se ordenó disparar cada quince minutos una salva de 17  cañonazos.

La prensa en general se hizo eco de su muerte, rindiéndole merecido homenaje a través de artículos y editoriales, donde evocaban la brillante trayectoria naval del inigualable marino irlandés.

El mismo día de su fallecimiento, El Nacional, aquel periódico que tanto admiraba la figura del viejo guerrero, fue tal vez el que más valoró la conducta intachable del prócer al  señalar entre  otros elogiosos conceptos, que El decano de los generales de Estado, el ilustre marino que dio glorias navales a la República Argentina, el que rindió a la Escuadra de España y del Brasil a la sombra de la  bandera azul y blanca, el Brigadier General D. Guillermo Brown rindió anoche su último suspiro con la resignación del cristiano y la fortaleza del varón justo. La República Argentina debe vestir de luto por la pérdida de tan esclarecido guerrero. Su nombre, solo simboliza todas las glorias marítimas del Río de la Plata

Así fue la vida de este marino admirable; así transitó un camino plagado de piedras y espinas, pero que al final supo imponer su gallardía, su estirpe  guerrera, su espíritu fogoso y aguerrido,- para bien de la patria y de los argentinos.

Porque como señala don Bartolomé Mitre en su discurso de despedida a Guillermo Brown,  Él, con sólo su genio, con su audacia, con su inteligencia guerrera, con su infatigable perseverancia, nos ha legado la más brillante historia naval de la América del Sud.        

Por último, hago mías las palabras de un destacado conferencista –Benjamín Villegas Basavilbaso-, que en una disertación sobre los últimos días del prócer naval, finalizó su emotivo y recordado discurso con estas palabras: sus enemigos le llamaron guerrillero; caballero  del mar le han proclamado los argentinos.

por Julio C. Borda

(*) Autor de Caballero del Mar, vida del almirante Guillermo Brown, Ed. Armerías

1.- Gianello, León almiranre Guillermo Brown , Ediciones Estrada

 2.- Belloc, Hilaire, Historia de Inglaterra, T° 2, pág. 51. Ed. Dictio

3.- Guido, José Tomás, ¨Primera biografía del Almirante Brown

4.- Arguindeguy, Pablo-Rodríguez, Horacio, Guillermo Brown, apostillas de su vida, Instituto Browniano