Guillermo V. Lascano Quintana

El estado económico de la Argentina, es delicado y preocupante, como lo ha sido muchas veces.

Tenemos una alta inflación y hemos sufrido una devaluación de hecho de nuestra moneda, lo que afecta los precios de muchos bienes, como ha sucedido muchas veces.

El gasto público es desmesurado y la burocracia estatal tiene dimensiones elefantiásicas, como ha sido desde hace largo tiempo..

La carga impositiva es de una magnitud incompatible con el ahorro y la inversión, como lo ha sido durante muchos años.

Todo ello, como ha sucedido siempre, genera desocupación de mano de obra y cese de muchas actividades comerciales e industriales.

Casi todos los ciudadanos se quejan, lo que es razonable, aunque muy pocos reconocen las causas ni están dispuestos a hacer los sacrificios necesarios para superar el estado de la situación.

Como se ha dicho, esto sucede desde hace ya mucho tiempo, con gobiernos de todo tipo (justicialistas, radicales, militares, proteccionistas, liberales, socializantes).

Sin embargo desde hace poco más de dos años gobierna un nuevo equipo de gente, en una alianza reveladora de un cambio de paradigma, que pretende torcer el rumbo de decadencia de casi 80 años y comenzar a crecer, a educarnos, a cuidarnos, a desburocratizar el Estado, mejorar los servicios públicos, a combatir la delincuencia, a sellar las heridas del pasado, a construir caminos, puentes y represas, sin sobreprecios; a promover la inversión extranjera, todo el ello en el marco de libertad y respeto de los derechos constitucionales y funcionamiento de los poderes institucionales, desconocidos por varios gobiernos pasados.

Frente a ello se ha desatado una campaña orquestada por sectores cerriles, minoritarios, beneficiarios de las prebendas de la situación corrupta heredada, acompañada por quienes están siendo juzgados por graves delitos comunes, cuyo insólito y trasnochado propósito es atentar contra la institucionalidad y generar una situación de caos ciudadano. Un delirio, canallesco y suicida.

Los objetivos del gobierno y de gran parte de la ciudadanía, son sanear definitivamente las finanzas de la Nación, sus Provincias y Municipios -lo que no es sencillo – y promover inversiones y producción que generen riqueza, para lo cual es imprescindible un marco de estabilidad política y económica.

Para lograr esos objetivos es imprescindible trazar un plan, esbozado en el proyecto de ley de presupuesto que está a consideración del Congreso de la Nación.

Pero además se hace imperiosa la discusión serena y sensata de los problemas que tiene la nación y sus ciudadanos, de un modo amigable y constructivo, despojado de enconos y falsas acusaciones.

La decadencia argentina no es culpa de nadie más que nosotros mismos. Frente a esta situación es de esperar que las fuerzas de la oposición, se comporten sensatamente, como lo hicieron al comienzo del actual gobierno, y contribuyan a transitar esta etapa difícil, con grandeza.