La pandemia de covid 19 nos ha puesto en una situación de vida extraordinaria. Es decir, fuera de lo común y de lo que entendíamos como normal. Y, claro, ya sabemos, cuando se atraviesan momentos así, es posible descubrir situaciones que uno no hubiera imaginado. 

En la Argentina, por ejemplo, encontramos que un “decreto de necesidad y urgencia” (DNU) puede adquirir un valor por encima de la Constitución Nacional. Aprendemos, además, que las personas hábiles, mayores de edad, legalmente autorizadas a tomar decisiones sobre sus propias vidas, en verdad sólo somos un conjunto de minusválidos a quienes se ha nombrado un tutor o encargado que son -precisamente- los gobernantes. Y ellos, de modo cariñoso pero enfático, nos lo hacen saber cada vez que afirman “hacemos esto para cuidarlos”, “lo que queremos es cuidarlos” y frases en ese estilo. Ellos tienen las claves sobre lo que es o no conveniente que hagamos. Y, nosotros, como buenos hijos que somos, iremos llevados de la mano para que nada malo nos pase a causa de nuestra -evidente- propia torpeza.

PADRES SUSTITUTOS

Pero, claro, siempre hay quienes no son capaces de valorar tamaño esfuerzo de nuestros tutores. Siempre hay quienes no toman consciencia de la fortuna que tenemos al haber votado a quienes actúan como nuestros padres sustitutos. Y frente a eso, no hay otra que castigar al descarriado. De esa manera aprenderá y dócilmente aceptará las disposiciones de estos preclaros tutores.

Los castigos elegidos son severos. Por supuesto. Como se espera que sea. A esos viejitos inconscientes que pretenden salir de sus hogares se les impondrá -por haber cometido el error de tener 70 o más años cronológicos- el correctivo de tener que llamar a un número telefónico para que se los autorice o no a caminar un par de cuadras. Porque los viejos (amablemente llamados adultos mayores siempre cometen errores y no saben conducirse bien si toman las decisiones ellos solos. “Son como los chicos”, oímos decir. De manera que hay que controlarlos.

Y después tenemos los trabajadores. Esos que con el aflojamiento de la cuarentena podrán regresar a sus labores. Pero, ¡atención!, también hay muchos de ellos que se comportan como chicos irresponsables. Por lo tanto el padre/gobierno tendrá que vigilarlos bien de cerca. Así que serán obligados a llevar una aplicación en el celular para poder conocer dónde están, qué hacen y cómo lo hacen. En caso de desobedecer se los reenviará al hogar para que permanezcan allí encerrados.

Desagradecidos siempre; estos malos hijos que constituyen el pueblo, comienzan a desplazarse ni bien se les otorga un poco más de libertad. Entonces el tutor se reúne con su comité de especialistas -todos muy esclarecidos ellos- y determina cuál será el castigo elegido esta vez. Es el siguiente: Gran Hermano, desde su omnipotente y omnipresente centro de control, bloqueará las tarjetas SUBE que tienen estos niños rebeldes a las disposiciones paternas. Es más, pasarán el papelón de subir al medio de transporte y -ante el chofer y los pasajeros- notar que su tarjeta SUBE no funciona. ¡Humillado ante quienes si están obedeciendo a las autoridades!

Son cabezas duras. Y hasta, de alguna manera -dirán- se trata de malas personas. En lugar de obedecer a rajatabla lo establecido por estos dioses encarnados, pretenden desoír lo indicado con el trivial argumento de que se les está quitando el ejercicio de la libertad personal.

En este momento recordamos a quienes -cuando se estableció la SUBE en la Argentina- afirmaron que la convertirían en un instrumento de control y vigilancia. Estos conspiranoicos se preguntaban, “¿si es para reemplazar el boleto por qué hay que dar el DNI para tenerla?”. Hoy empezamos a reflexionar que, tal vez, en lugar de conspiracionistas estaban observando un detalle real (y siniestro) que la mayoría pasamos por alto.

A raíz de las voces que, en cada una de las ocasiones antes descriptas, hicieron escuchar su desacuerdo, los gobernantes dejaron a un lado estas orwellianas propuestas y ni siquiera entraron en vigencia.

Estamos avisados. Gran Hermano no sólo es una posibilidad. Sino que la estructura existe para poner los mecanismos de seguimiento y control sin mayores dificultades. Ya no es una fantasía surgida de un autor de ficción. Cuando está a punto de cumplirse un nuevo aniversario de la publicación de 1984, la célebre novela escrita por George Orwell, nosotros, el pueblo, tenemos que tener presente que el valor más importante para un humano es el ejercicio pleno de la libertad. La primera edición de 1984 apareció el 8 de junio de 1949.

por Antonio Las Heras*

Publicado en La Prensa

*Doctor en Psicología Social, magíster en Psicoanálisis, filósofo y escritor. Dirige uno de los institutos de la Sociedad Científica Argentina.