Este escrito fue es resultado de mi reacción espontanea a la lectura de un artículo periodístico que promovía la masturbación.

¿Fue Freud tan ingenuo al enfrentar valientemente la pacatería e hipocresía de las burguesías  académicas y culturales de su época tratando de develar la esencia de la psicosexualidad humana? El famoso historial clínico del caso Dora podría ser el picante retrato de las ‘reservadas aventuras y desventuras’, de esa hipocresía de la época Victoriana. Siempre he entendido y admirado la destreza del creador del psicoanálisis para tratar tan espinoso tema, en tanto supo emplear un lenguaje que solo su dimensión ética, su potencial científico y sus excepcionales virtudes literarias podrían lograr: eludir por un lado la burda procacidad y por el otro la solemne envarada mojigatez!

¿En que derivó tal audacia intelectual proyectada al transcurrir de nuestro mundo contemporáneo?  Además de eludir tales ingredientes expositivos creo que en muchos sentidos logró legitimar el ejercicio de una sexualidad moderadamente más satisfactoria, al desterrar de la sexualidad la aureola de “tema tabú”; y liberar a Dios y el Diablo de inmiscuirse en esas intimidades; incluso a la masturbación se le diluyeron los estigmas de sus perniciosas consecuencias. Por otra parte, la mentalidad elemental binaria no se hizo esperar y prosperó con su matiz militante. Así, del mismo modo que la concepción Freudiana de la ‘represión’ dio lugar a pedagogías supuestamente “psicoanalíticas” que pregonaban la destitución en las aulas de la odiosa ortografía ‘represora’ y animaba a una crianza ‘sin límites’, en el terreno de la sexualidad se burló del recato y el pudor para dar lugar, a lo que entiendo como una visión descarnada, fisiológica y contractual del sexo; sin poesía, sortilegio ni minué: en definitiva instaurar y normalizar la pornografía a costa del saludable erotismo. No sé si es compartible con el lector mi convicción, avalada en una experiencia personal en una playa nudista en la ‘Costa Brava’ del Mediterráneo a la que me condujo mi curiosidad en épocas más juveniles; conclusión: ¡no hay nada menos erótico que presenciar un desfile de desgarbados humanos desnudos deambulando patéticamente en las arenas de una playa! Y me atrevo a afirmar que la pornografía es lo opuesto de un saludable erotismo en tanto el ejercicio de la sexualidad no es solo anatomía y fisiología sino psicosexualidad.

por Samuel Arbiser

Colección divagues