EDITORIAL DEL DIRECTOR DE LA GAZETA –

Es un axioma que el poder se mide por la obediencia que obtiene, como dos caras de una misma moneda. Si una orden es acatada en forma general, esta aquiescencia es percibida como valoración de una doble legitimidad, primero, el reconocimiento de la autoridad de quien ordenó, y, a la vez, la justa razonabilidad de lo dispuesto.

También, es posible que una orden irrazonable sea impuesta por  la fuerza. Pero, en frase atribuida a Talleyrand, “con las bayonetas es posible hacer muchas cosas, menos sentarse encima. Y, entre nosotros, el axioma expresado por Perón en mensaje a los Gobernadores, del 2 de agosto de 1973, “gobernar no es mandar, gobernar es persuadir”, agregando, dentro del espíritu que había generado la apertura electoral denominada, La Hora del Pueblo, una reflexión de suma actualidad.. “hoy, ya no son dos trincheras en cada una de las cuales está uno armado para pelear con el otro. Este mundo moderno ha creado necesidades, y los pueblos no se pueden dar el lujo ya de politiquear. Esos tiempos han pasado; vienen épocas de democracias integradas en las que todos luchan con un objetivo común, manteniendo su individualidad, sus ideas, sus doctrinas y sus ideologías, pero todos trabajando para un fin común”.

Como todos sabemos, esta sabia propuesta fue  desoída, para empezar por la propia “juventud maravillosa” prohijada para conmover las interdicciones, pero que adquirió su propia dinámica, como el monstruo de Frankestein, y por redundancia, se reavivaron todas las fuerzas oscuras que merodeaban en el submundo nacional. Y no solo esa vez, sino que, desde entonces, hemos soportado sucesivas crisis que  pudieron ser oportunidades y culminaron en fracasos.

Hoy en día las estadísticas y la percepción directa coinciden. Veníamos decayendo   y hemos  chocado con nuestra peor realidad. La hipercuarentena ha dañado el equilibrio de poderes y la organización federal, con un Congreso rengo y tartamudo, un Poder judicial paralizado, el Ejecutivo más manda que gobierna, por decretos leyes, como los gobiernos de facto. Se han restablecido las aduanas interiores frenando la libre circulación, y cada Provincia, Municipio y retén policial comenzaron a interpretar  a su modo las restricciones a las libertades constitucionales, en lo que seguramente será recordado como “la anarquía del año 2020”.

Asistimos inermes a una masacre de comercios y pequeñas  y medianas empresas, acumulando más de 42000 “desapariciones forzadas” de esas fuentes de trabajo, y varias de las grandes están más o menos sigilosamente haciendo sus valijas.

Se suma el desconcierto por falta de rumbo y horizonte y una pretendida asunción burocrática de tareas propias de la libertad de trabajo e industria, siendo que reluce su extrema ineficiencia en lo que específicamente les compete por  sus hipotéticos organigramas. La restricción cambiaria pone en riesgo la importación de insumos, y legisladores de  escritorio redactan medidas antiproductividad, tratando de exprimir las rentas existentes, con  grave descuido de las futuras, acentuando el desánimo y el desconcierto. Tanto la quietud como el movimiento encierran riesgos, y mientras… el tiempo se escurre.

Si hay algo que se impone como sentido común, es que la reconstrucción post hipercuarentena solo será efectivamente lograda con la concurrencia de todos los de buena voluntad que asuman este cometido  como un deber común .Esto requiere tender puentes sobre la grieta que nos divide, en un listado de temas cruciales.

Como pueblo tendremos que  asumir trazar nuestros propios mapas, dejar atrás los augures que equivocaron, los macaneadores y vendedores de ilusiones inconsecuentes, los relatores y comentaristas de glorias y derrotas pasadas. Se abre un tiempo de valientes, como los inmigrantes que cruzaron los océanos sin otra confianza que en sus propias fuerzas, o esos que en España denominaron “adelantados”, por incursionar a su cuenta y riesgo en lugares hasta entonces enemigos o desconocidos.

Todos los partidos, espacios, burocracias, gremios, faccciones, militancias, bloques, corporaciones, asociaciones, clubes, colectivos, mesas, capillas y sacristías, sea cual fuere el título o viento que los haya amontonado, debieran aflojar un cambio en sus posturas  y reclamos sectoriales, para confluir en el inminente esfuerzo colectivo. Que quiérase o no, habrá que afrontar, por  las mejores o las peores razones, pues nadie estará aquí a salvo si la hecatombe se generaliza.

por Roberto Antonio Punte