La enjundiosa y prolífica vida y obra del doctor Nicolás Avellaneda, quien se desempeñó con brillantez en los distintos cargos públicos que ocupó hasta alcanzar la Primera Magistratura de la Nación Argentina, la cual ejerció con probidad y altas dotes de estadista, dio lugar al estudio concienzudo y minucioso de su gran obra.

Fue por ello que, luego de su tránsito hacia la eternidad ocurrido el 25 de noviembre de 1885, se sucedieron diversos homenajes. Aunque como suele acaecer en estos casos, los mismos fueron languideciendo a través de los años, pasando su figura a un olvido postrante e injusto.

Pese a lo dicho, no desconocemos diversos tributos y exteriorizaciones que intelectuales, artistas y conciudadanos le brindaron sin reticencias como el proyecto enviado a la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires el 25 de noviembre de 1903, por el entonces Municipio de Barracas al Sud, proponiendo el cambio de su denominación por el de Partido y ciudad de Avellaneda, todo lo cual fuera aprobado el 4 de enero del año siguiente.

Entre aquellos merecen también especial mención la edición de sus obras completas por Ley del Senado Nacional de 1909 dirigidas por el doctor Juan Garro, la inauguración de una estatua que evoca su figura confiada a la gran escultora Lola Mora en 1913, la inauguración del Parque Presidente Nicolás Avellaneda, hoy Barrio Parque Avellaneda en 1914 o la estatua que honra su memoria que se alza en el Parque Tres de Febrero, obra del escultor José Fioravanti, inaugurada cuando el cincuentenario de su fallecimiento.

No obstante, no sería hasta el centenario de su desaparición cuando por iniciativa del gran historiador y americanista doctor Enrique de Gandía, acompañado por los doctores Eugenio Francisco Limongi, Carlos María de Alvear y Rosendo Fraga, entre otros, se instauró la denominada Comisión de Homenaje a Nicolás Avellaneda en el centenario de su muerte, entidad que daría el puntapié inicial para la creación, casi tres años más tarde, del actual Instituto Histórico Nicolás Avellaneda.

Con estos antecedentes tuvo lugar el 17 de junio de 1988 un importante acto de entrega de diplomas a los miembros fundadores del mismo, con la inestimable colaboración de don Julio Avellaneda, nieto del gran presidente argentino, quien fue designado presidente de honor. La novel entidad estuvo presidida por Enrique de Gandía, secundado por Eugenio F. Limongi, Arturo Juan Figueroa y Diego Martín Ibarbia como vicepresidente, secretario y tesorero, respectivamente.

Nuestro Instituto fue presidido y prohijado por Enrique de Gandía hasta su deceso ocurrido el 18 de julio de 2000 y a partir de dicha fecha por Eugenio Francisco Limongi, quien merced a una gran labor mantuvo viva su actividad hasta su partida hacia la Patria Celestial acaecida el 2 de mayo del corriente año.

Hoy cumplimos la alta responsabilidad y honor de continuar este legado para memoria de todos los argentinos, inspirándonos en las inmortales palabras de don Nicolás Avellaneda al decir: Los pueblos que olvidan sus tradiciones pierden la conciencia de sus destinos, mientras aquellos que se apoyan sobre sus tumbas gloriosas son los que mejor preparan el porvenir.

por Arnaldo I. A. Miranda Tumbarello*

* Presidente del Instituto Histórico Nicolás Avellaneda