Roberto Antonio Punte.

 

EL NECESARIO CAMBIO Y SUS DIFICULTADES.

 

No está errado  afirmar que existe un vasto consenso de que nuestro país ha seguido  un rumbo de marcada decadencia orientado hacia un previsible mal final de mayores conflictos y divisiones. El diagnóstico viene siendo predicado por la dirigencia de todos los sectores, y ha calado hondo en la sociedad.

Pero a la vez cabe  percibir una profunda actitud de autoabsolución de las faltas propias, acompañada de dedos levantados que señalan en qué deben cambiar los demás.

Unos dicen que el Estado debe achicarse, expulsando ñoquis y cesando asistencias. Otros que deben controlarse  los monopolios de hecho y los privilegios de derecho , o que  hay demasiado trabajo en negro que  esquiva  impuestos, o que es insoportable el nivel de endeudamiento, o que el problema reside en la masa de jubilados en relación a la población activa. O que todos trabajamos mal de modo deficiente, discontinuo y en rubros de baja productividad.

La culpa rotativa es adjudicada a  las políticas gubernamentales, sean las actuales o las de los últimos 30 años, sea por errores, corrupción o  notoria discontinuidad. Se critican los altos impuestos y cargas sociales, la ineficiencia del sector educativo, la deserción e ineducación de vastos sectores, la carga de parte importante de la población que carece de las capacidades mínimas de comprensión y autodisciplina como para insertarse en un trabajo ,que las nuevas tecnologías van cambiando a mayor velocidad que la posibilidad de reaccionar de nuestra pesada y autocomplaciente burocracia, tanto la estatal como la  privada.

Frente a este panorama, donde todos tienen razones para apoyarse, que son como los árboles del bosque de  nuestra convivencia, cabe exhortar a que cada persona y cada sector  repare también en  la viga que oscurece  su propia mirada.

Los griegos llamaban “metanoia” a ese momento en que la  insatisfacción es tal, que convoca a un inmediato giro y transformación individual o grupal  para comenzar una nueva etapa de diferente rumbo. Giuseppe de Lampedusa en su obra Il Gatttopardo pone en boca del príncipe de Salina la famosa frase “algo debe cambiar para que todo siga igual”.

Sea como fuere no cabe duda de nuestra actual insatisfacción, y la necesidad de esa conversión colectiva por la que  todos debemos en algo cambiar, y que lo que siga igual resulte   una línea ascendente de una mejor convivencia.

Para que esto ocurra de  modo  verdadero y eficaz no basta lo personal ,pues dada nuestra naturaleza social, somos todos quienes a la vez deberemos  protagonizarlo y exigirlo -decirlo al gobierno en sus tres poderes, a la dirigencia empresarial, universitaria, eclesiástica, educativa, gremial, partidaria etc.

Puesto que, por corresponder a una cuestión que hace a la naturaleza del bien común, el primer responsable es el propio gobierno, quien ha asumido el lema, pero resta aún corporizarlo en muchos tramos. El estado actual de la situación demuestra que no basta con funcionarios correctos y trasparentes en las máximas funciones, sino que es preciso algo más, generar un convencimiento general  sobre el sentido del cambio y el mérito de buscar cada uno  mejorar en su lugar , en su puesto, en su desempeño.

Todo nuestro preámbulo constitucional es una asignación  de sentido al bien común general que se busca, al establecer las reglas básicas de nuestra convivencia, y obra como marco de referencia respecto de los bienes personales que cada uno puede y debe procurar. A lo largo de la Constitución hay también muchos sentidos para la actividad colectiva determinando competencias, capacidades, límites

Y no se trata solamente de orientar los pasos   hacia un común futuro mejor, sino que debe a la vez resaltarse la necesaria solidaridad en esa marcha, animando a los remisos , a los desanimados, a los que siguen esperando  ganar la lotería ,la prebenda  o la ayuda milagrosa.

Es en la esperanza donde se alimentan las decisiones económicas, pues las expectativas sobre el futuro condicionan las relaciones ingreso-gasto-ahorro-inversión. Sin previsibilidad y marcos de encuadre difícilmente se tomarán las decisiones de inversión y trabajo necesarias  para salir adelante. De ahí este  imprescindible cimiento de la reconfiguración  cultural, dejando de lado los contenidos tóxicos de confort, división o  violencia extorsiva, que arrastran a la inercia o la desesperanza, y también necesitada de  objetivos que marquen sentido y previsibilidad, y animen el trabajo ,la producción ,la prestación sin interrupciones de los servicios públicos, el cuidado de  los bienes públicos comunes sustantivos para el saneamiento  de la moneda, las cuentas fiscales, la educación, la defensa, la seguridad, el ambiente y la salud.