No resulta novedad para nadie, que el General don Manuel Belgrano es una figura central de nuestra rica historia patria; un hombre que nos debe servir de guía, de faro luminoso para un barco  que muchas veces se interna en un mar de incertidumbre, de temporales incontrolables  sin que tenga la voluntad de salir a flote en medio de tanta tempestad.

El prócer cargaba la Patria en su espíritu; en medio de su pecho brillaban ya los colores de esa bandera que nos legó, mucho antes de que la creara. Un hombre poco común, un gigante que se enfrentó a la adversidad como nadie, que supo luchar en los momentos difíciles a pesar de su frágil salud, que lo tenía  a maltraer.

Manso, piadoso, humilde de corazón, Manuel Belgrano es el prototipo de hombre al cual todo argentino de bien debe intentar imitat, tratando de  ejercer  al menos una de las innumerables virtudes que poseía, como el amor a la Patria,  el sentido del sacrificio, de la piedad,  de la honestidad, del honor, de la integridad, de la dignidad, entre otras.

Los argentinos nos podemos enorgullecer de los grandes próceres que dejaron sus fortunas, sus comodidades para luchar por una nación que necesitaba de sus hijos para que ella emergiera a la superficie; muchos guerreros entregaron sus vidas en el campo de batalla en pos de una libertad que todavía se  veía lejana.

Resistieron y combatieron contra un enemigo superior que no daba tregua, que parecía imbatible, pero que la perseverancia y el arrojo de  hombres de la talla de don Manuel Belgrano, hicieron doblar la cerviz de tan orgulloso y engreído adversario.

Creo sin embargo que la figura de Belgrano se agiganta ante los demás, sobre todo por una razón fundamental: sin tener vocación militar, fue el protagonista saliente de tres gestas enormes: el éxodo jujeño, como así también  las victorias  obtenidas en Salta y Tucumán; y  a esas gestas sin par  podemos agregar la incomparable epopeya de Tacuarí – combate librado el 9 de marzo de 1811- en donde las fuerzas patriotas al mando del prócer  que contaba  sólo con 235 hombres, tuvo a maltraer a un poderoso ejército  compuesto con más de 2000 soldados.  Es que  Tacuarí fue un ejemplo de coraje, entrega y abnegación fuera de lo común en donde Belgrano, puso en juego toda su capacidad una victoria épica, en donde la infantería nacional  avanzó sin temor alguno contra las fuerzas enemigas.

Mitre describe con enorme admiración esta hazaña  señalando que tanto la infantería como la caballería de las fuerzas nacionales cumplieron un papel  preponderante en esa lucha desigual,  donde los  soldados de Belgrano  combatieron durante siete horas sin dar ni pedir tregua. ¡Admirable! ¿Cómo no referirse entonces sobre la trayectoria de un hombre cuya vocación era la de ser economista, diplomático, educador, estadista, pero no militar? Y sin embargo ¡qué ejemplo! ¡Qué grandeza! ¡Qué sentido de la obediencia en bien de su Patria!

Belgrano soportó las más terribles presiones por parte de un Gobierno que no simpatizaba con él. A pesar de todo, el prócer dio todo de sí para cumplir con las órdenes absurdas que muchas veces le imponían, como por ejemplo ponerse al frente de la campaña contra el Paraguay, una provincia rebelde que se alzó contra los principios de la Revolución de Mayo. A pesar de todo el creador de la bandera se puso al servicio de ese flamante gobierno en una misión que no le correspondía.

Es que el prócer consideraba que  la obediencia en esos primeros meses de  gobierno patrio, era fundamental para  que  el camino hacia la libertad que tanto ansiaba, se hiciera realidad.

Su deber era para con la Patria; su  única ambición era servir a ese suelo que tanto amaba.

La tarea que cumplió Belgrano en su trajinada vida, fue enorme. La claridad con que exponía sus ideas, los sólidos fundamentos de los que se valía para mantener firmemente sus convicciones, hacen del prócer una personalidad única.

Pero hemos de centrarnos apenas en dos de sus facetas más salientes: la primera en  la educación y la segunda, como fundador. Ello sin perjuicio de la real trascendencia que tuvo tanto  su paso por el Consulado – que como siempre, sus inquietudes e iniciativas fueron obstaculizadas permanentemente por un gobierno que no toleraba progreso alguno- como así también  en la  política, donde volcó ideas propias de un estadista de un nivel superior.

Dicho esto, vayamos a lo que Belgrano puso en práctica en materia educativa, con el fin de construir el camino  hacia una nación  próspera y un futuro venturoso.

Es que el prócer era un convencido que una  esmerada educación era la llave de ingreso al progreso y  a la  grandeza de un país; sin ella nada es posible. La educación es fuente de cultura, de sabiduría, de sana competencia, de desarrollo; la educación es la base  para sostener  una economía sólida, es la posibilidad de obtener un trabajo digno, una profesión respetable, una posición honorable para todo  ciudadano, y Belgrano era consciente de que sin  educación, un pueblo cae en el abismo…. Hoy lo podemos observar en esta cruda realidad que nos toca vivir.

Pero vayamos entonces a las inquietudes que  le embargaban a Belgrano  en el campo educativo, y las actividades que se debían ejercer  en esa materia, en un país donde estaba todo por hacerse.

Es que para él, como ya señalé, la educación es un factor primordial para el progreso de las naciones. Nada de tanta trascendencia como la de difundir el aprendizaje entre los hijos de la Patria. Todo debe realizarse en torno a la educación. El prócer  pondrá todo su esfuerzo, todo su empeño  en que Buenos Aires cuente con instituciones  de alto nivel educativo en donde los hombres, las mujeres y los niños tengan oportunidad de acceder a una enseñanza digna. Es por eso que impulsa la creación de una escuela de Comercio, como así también una de Náutica y otra de Dibujo.

Asimismo, se preocupa por la educación de las mujeres, señalando que se deben crear escuelas gratuitas para ellas en donde aprendan a leer, escribir, coser y bordar,  como así también  el aprendizaje de la doctrina cristiana;  señala también que se les debe inspirar el  amor al trabajo para separarlas de la ociosidad, tan perjudicial , o más, en las mujeres que en los hombres.

Tan fuerte era su inclinación  por un sistema educativo de alto nivel que un estudioso de la obra  del prócer dijo que  Belgrano  fue el verdadero propulsor de la educación, el verdadero padre de la escuela primaria argentina, pues él dio a la revolución la fórmula concreta de política educacional, un cuarto de siglo antes de que Rivadavia iniciase las fundaciones que le han dado justo renombre

(Antonino Salvadores, La instrucción primaria desde 1810 hasta la sanción de la ley 1420, Bs. As., 1941, págs. 25/6)

Belgrano se entusiasma además  con la posibilidad de que la agricultura sea enseñada en distintas instituciones, pues según señala  en una Memoria presentada en 1795 al Consulado todo depende  y resulta del cultivo de las tierras, sin él no hay materias primas para las artes, por consiguiente, la industria, que no tiene cómo ejercitarse, no puede proporcionar materias para que el comercio se ejecute… es pues forzoso atender primeramente a la agricultura , como que es el manantial de los primeros bienes. En todos los pueblos antiguos – continúa Belgrano- la agricultura ha sido la delicia de los grandes hombres y aún la  Naturaleza parece que se complace en que los hombres se dediquen a ella.  Aspira a que en la escuela se enseñen aspectos básicos de agricultura  y como señala un investigador a obtener y aprovechar los innumerables frutos naturales y que la salida de sus productos sea libre de las trabas naturales que los gobernantes se dedican a oponer el trabajo honrado de los hombres.

Con esas nuevas ideas que trae desde España, Belgrano demuestra ser un hombre de una enorme capacidad, de una gran iniciativa, con una clara visión de futuro, con una fe inquebrantable en  el sacrificio y la entrega que podían ofrecer  los habitantes del Virreinato del Río de la  Plata para que esas tierras fueran prósperas y productivas. Sin embargo, las ilusiones le iban a durar poco tiempo por la desazón y el desaliento  que pronto se iban a adueñar de su corazón, ya que se iba a enfrentar a numerosas trabas, entre ellas las que ponían aquellos que rechazaban el  libre comercio interior por el que bregaba Belgrano, pues afectaban los  innumerables privilegios de los que ejercían el monopolio comercial y abusaban de sus prácticas. Es que sus ideas tocaban intereses muy poderosos, y esto no podía ser tolerado por los grandes mercantilistas.  Los escollos por superar iban a ser demasiados, la lucha sería desigual y el ánimo de Belgrano, iría decayendo de a poco hasta dejarlo exhausto.

Las escuelas fundadas por su iniciativa muy pronto serían cuestionadas por la Corte de España, pues como lo  manifiesta en su Autobiografía,  esa institución consideraba que todos esos establecimientos eran de lujo y Buenos Aires todavía no estaba en condiciones de sostenerlos.

Resulta sorprendente que la metrópoli rechazara todas esas ideas expuestas por el  creador de la Bandera, pues todas ellas reflejaban progreso, adelanto, educación.   El desencanto de Belgrano lo sumió en una gran amargura; una inmensa impotencia  se apoderó de su espíritu ya que todo lo que había soñado para su país, era despreciado y rechazado en forma humillante.

Quiso transformar  un territorio donde todo estaba por hacerse; quiso fomentar las labores agrícolas, quiso instalar escuelas gratuitas para los hijos del país con el fin de que no cayeran en la ociosidad, en la vagancia. Es que Belgrano es un agudo observador de la realidad que lo circunda, analiza profundamente las condiciones de vida  de las familias, de los agricultores, de aquellos hombres y mujeres que viven en  austeras viviendas. El  prócer no deja nada al azar; todo le inquieta, todo le preocupa. En uno de sus documentos señala: He visto con dolor, sin salir de esta capital, una infinidad de hombres ociosos en quienes no se ve otra cosa que la miseria y desnudez; una infinidad de familias que sólo deben su subsistencia a la feracidad del país que está por todas partes denotando la riqueza  que encierra, esto es, la abundancia…  Esos miserables ranchos donde ve uno la multitud de criaturas que llegan a la edad de la pubertad sin haber ejercido otra cosa que la ociosidad, deben ser atendidos hasta el último punto.

Su  gran obsesión –reitero- era la educación, pues ésta es la base para el desarrollo personal y para el soporte de una sociedad. Es por ello que en un artículo publicado en el Correo de Comercio, señala con énfasis: La educación es el fundamento más sólido y el origen de la felicidad pública ¿Cómo se quiere que los hombres tengan amor al trabajo, que las costumbres sean arregladas, que haya copia de ciudadanos honrados, que las virtudes ahuyenten los vicios, y que el Gobierno reciba el fruto de sus cuidados, si no hay enseñanza, y si la ignorancia va pasando de generación en generación con mayores y más grandes aumentos? Pónganse escuelas de primeras letras costeadas de los propios y arbitrios de las ciudades y villas, en todas las Parroquias de sus respectivas jurisdicciones, y muy particularmente en la Campaña…. Obliguen a los Jueces a los padres, a que manden a sus hijos a la escuela por todos los medios que la prudencia es capaza de dictar.

Palabras de un profeta que aún  hoy  en la actualidad argentina, no son tenidas en cuenta ni valoradas como es debido.

Manuel Belgrano fue un adelantado a su época, un visionario, un verdadero estadista que no fue comprendido por las autoridades. Ya sea por intereses mezquinos o por simple ignorancia, lo cierto es que Belgrano no pudo desarrollar en el territorio que tanto amaba esas grandes ideas que ya había elaborado en su paso por España. Un bagaje de proyectos que quedaron truncos por la poderosa burocracia gubernamental.

Todo este cúmulo de grandes ideas para aplicar a un Estado en plena formación, no sólo cayeron en saco roto sino que también le hizo ganar al precursor de ellas gran cantidad de enemigos que veían en Belgrano un hombre distinto. Tal vez la envidia – propia de los mediocres- o tal vez el egoísmo de esos hombres limitados, fueron las causas principales del fracaso de la implementación de esos proyectos basados en el adelanto y el progreso. El principal combate que se había propuesto el prócer era contra la vagancia y  la indolencia,  dos funestos caminos  que llevan indefectiblemente, a un sistema de sometimiento, oprobio y esclavitud.

Pero no fue escuchado; muy por el contrario muchas veces fue ridiculizado, humillado y hasta calumniado.

Durante la campaña al Paraguay, las tropas de Belgrano transitan por distintos pueblos donde en muchos de ellos son recibidos con un enorme entusiasmo, demostrando en esos recibimientos la adhesión al nuevo orden. Uno de  los territorios que atraviesa Belgrano, es  La Bajada del Paraná; en esa localidad santafecina se interesa por el modo de vida que llevan  sus habitantes y  por el sistema educativo reinante. El pensamiento del héroe, por consiguiente, no se encerraba sólo en la misión bélica que se le había encargado, ya que quería ver con sus propios ojos el progreso de esos pueblos, las inquietudes de sus pobladores, los trabajos y labores que allí realizaban. De modo tal que su mente y su voluntad estaban al servicio de la Patria a la que amaba con tanto fervor; no dejó detalle por analizar. Su preocupación por la educación de los niños se convirtió para él en una obsesión, en un deber que los padres debían cumplir al pie de la letra.

Es por eso que cuando se entera de la poca asistencia de los menores a las escuelas santafecinas, hace conocer su disgusto al Cabildo de Santa Fe, por lo que sugirió a los cabildantes que advirtieran a los padres por la irresponsabilidad en que incurrían  al no enviar a sus hijos a la escuela. Aconsejaba que no distrajesen a sus hijos del cultivo de sus tiernas inteligencias pues la patria necesita de ciudadanos instruidos.

Expresa su biógrafo Giménez que su actitud desconcierta. No se concibe a un general de cuarenta años que, llamado a apoyar pueblos y liberarlos si es preciso, se ocupe de escuelas y de la educación de los niños y aun que las leyes respectivas fueran cumplidas incluso a costa de malquistarse con los dignatarios de la Iglesia pese a su profunda devoción católica.

Otro hecho que enaltece  al General Belgrano en el aspecto de la educación , es que una vez que la noticia del triunfo de la batalla de Salta llegó a Buenos Aires, el Gobierno casi en forma inmediata a la recepción de la buena nueva,  el 8 de marzo de 1813 la Asamblea dispuso una recompensa de $ 40.000  para el jefe del Ejército en valor de fincas pertenecientes al Estado; pero Belgrano –  a pesar de estar profundamente agradecido por el gesto de la Asamblea- decidió que ese dinero fuera ser destinado a la construcción de cuatro escuelas.

Así  le hace saber esa decisión a través de una comunicación del 31 de marzo; entre las partes más  salientes, el prócer señala que el honor con que VE me favorece al comunicarme los decretos de la soberana asamblea constituyente, me empeña sobremanera a mayores esfuerzos y sacrificios por la libertad de la patria…Pero cuando reflexiono que nada hay más despreciable para el hombre de bien, para el verdadero patriota que merece la confianza de sus conciudadanos en el manejo de los negocios públicos, que el dinero o las riquezas; que estas son un escollo para la virtud, que no llega a despreciarlas y que adjudicarlas en premio, no sólo  son capaces de excitar la avaricia de los demás… sino que también parecen dirigidas a lisonjear una pasión seguramente abominable en el agraciado… he creído propio de mi honor y de los deseos que me inflaman por la prosperidad de mi patria, destinar los expresados cuarenta mil pesos para la dotación de escuelas públicas de primeras letras en que se enseñe a leer y escribir, la aritmética, la doctrina cristiana y los primeros rudimentos de los derechos y obligaciones del hombre en sociedad hacia ésta y el gobierno que la rige, en cuatro ciudades, a saber: Tarija, Jujuy, Tucumán y Santiago del Estero… Espero sea de la aprobación de VE un pensamiento que creo de primera utilidad, y que no lleva a corresponder a los honores y gracias con que me distingue la patria.

Este ejemplar gesto de Belgrano fue aceptado por el gobierno; junto con esa comunicación, el prócer redactó un reglamento para las escuelas que se construyeran en aquellas ciudades norteñas, tal como era su deseo. Esta conducta deja ver la grandeza de Belgrano, su generosidad, su desprendimiento, su interés por  la Patria a la que tanto amaba y por la que tanto se sacrificaba.

Sin embargo, el prócer nunca pudo ver  terminadas esas escuelas, pues recién en 1825 se inauguró sólo una de ellas en la ciudad de Jujuy, la  que poco tiempo después fue destruida por un fuerte vendaval, sin que nadie se preocupara por reconstruirla. La irresponsabilidad, la falta de criterio y la indolencia de los gobernantes fueron suficientes para que el sueño de Belgrano quedara trunco.

La vocación de Belgrano en el aspecto educativo, en suma, era indudable; un tema que lo atraía y lo apasionaba, como bien hemos visto en esta pequeña reseña

Pero el prócer no sólo se preocupó de  fomentar la educación  en los pueblos por donde pasaba junto con sus tropas, sino que también se dedicó a fundar distintas poblaciones como la de Mandisoví y Curuzú Cuatiá, en la provincia de Corrientes. En esos territorios se encargó de trazar calles y manzanas. Además ubicó habitantes que vivían en la campaña alejados de toda posibilidad de recibir  instrucción religiosa, como así también una educación básica que les pudiera abrir el camino  para un futuro más venturoso.

Así se expresa el propio Belgrano cuando se refiere a la fundación de Curuzú Cuatiá  y al destino de los pobladores rurales. En los ratos que con bastante apuro me dejaban mis atenciones militares para  el apresto de todo, disciplina del ejército, sus subsistencias y demás que todo cargaba sobre mí, hice delinear el nuevo pueblo de Nuestra Señora del Pilar de Curuzú Cuatiá; expedía un reglamento para la jurisdicción y aspiré a la reunión de población, porque no podía ver sin dolor, que las gentes de la campaña viviesen tan distantes unas de otras lo más de su vida, o tal vez, en toda ella, estuviesen sin oír la voz de su pastor eclesiástico, fuera del ojo del juez, y sin un recurso para lograr alguna educación. El 16 de noviembre de 1810 es la fecha de fundación de esa localidad correntina.

La vasta actividad que desplegó Belgrano a lo largo de su vida, es un ejemplo para todos nosotros; no debemos olvidar ese legado de sacrificio, de desprendimiento, de enorme entrega que en cada misión  nos dejó   el creador de la Bandera.

por Julio C. Borda*

*Autor de “Aquel gran hombre Vida del general Manuel Belgrano”