EDITORIAL DEL PRESIDENTE DEL CLUB DEL PROGRESO –

Han pasado varios meses desde el comienzo del gobierno elegido a fines del año pasado y salvo ocuparse de la pandemia, no ha hecho nada  de lo que debe hacer cualquier nueva administración, que  llegó con ínfulas extraordinarias. Y lo que ha hecho por la pandemia si ha caracterizado por una grosera violación de normas legales y constitucionales, clausurando actividades, imponiendo absurdas restricciones de circulación, de comercio y hasta de descanso, sin que ello se traduzca en notables mejoras en el control y cuidado de la ciudadanía.

A juzgar por los resultados estas son sus acciones más notables,  logró que el precio del dólar se disparara a niveles insólitos, no cumplió con los plazos para cancelar la pequeña deuda externa- tema del que hizo un emblema-, provocó un desaguisado diplomático con nuestros socios de Mercosur, embistió contra el deteriorado y desprestigiado sistema judicial con miras innobles, pobló la administración pública con “propia tropa” y en algunos cargos claves con militantes extremistas y sobre todo cedió al ala kirchnerista la iniciativa en un tema capital para esa facción, cual es lograr la extinción de todas las causas judiciales que involucran a los Kirchner y sus laderos.

Pero además volvió a operar como lo hizo el kirchnerismo durante sus gobiernos, mintiendo, utilizando bienes y cargos del Estado para fines proselitistas, sembrando de dudas el prestigio de sus opositores, imputando falsos cargos a quienes ejercieron funciones gubernamentales, negociando espuriamente con gobernadores, intendentes y dirigentes sociales y sindicales.

Todo ello desde la sombras, en la mayor parte de los casos, aunque algunos insólitos como el de la diputada kirchnerista que proclamó que los préstamos a empresas en dificultades por la pandemia, debían ser, en realidad, pago a los empresarios por la propiedad de sus establecimientos. La aclaración posterior no ocultó la simpatía que tal propuesta causó en un ministro del riñón del presidente.

La oposición, la prensa libre y la infinidad de organizaciones que analizan, estudian y operan políticamente, tiene la obligación de denunciar los desaguisados señalados y tantos otros, y formular cuantas denuncias sean necesarias para poner coto al descalabro que se está gestando.

Los partidos políticos opositores y sus dirigentes, deben salir de la generalizada actitud de cuestionar y argumentar y  en cambio,  proponer planes de gobierno (capítulo ignorado por Fernández), difundirlos, consensuarlos y dar la batalla que las circunstancias aconsejen para derrotar este intento de volver a un pasado de oprobio y miseria.

El camino va a ser difícil y requerirá grandes y desprendimiento pues la pandemia y sus consecuencia en un territorio de precariedad humana y material  exigiré altruismo y generosidad.

Por Guillermo V. Lascano Quintana