Por Maria Andrea Piazza *

Clint Eastwood como director ha demostrado su enorme talento artístico a través de más de 5 décadas ofreciéndonos desde dramas románticos inolvidables como Los Puentes de Madison, el western en Los imperdonables, la saga vinculada a la historia de USA: Flags of our fathers y su contracara Cartas desde Iwo Jima, la excelente Grand Torino donde encarna a ese hombre hosco de humor seco que tanto asociamos a sus personajes y hasta se animó con una biopic musical The Jersey boys. Una filmografía ecléctica pero siempre con la serenidad y la belleza clásica de su estilo narrativo.

Ahora a sus 89 años nos ha entregado La Mula, una de sus mejores películas tanto en su faceta de director como en el personaje que él mismo encarna, un anciano horticultor que, al entrar en quiebra su negocio,  se convirtió en mula entregando cocaína para un cartel mexicano.

Basado en un caso real, el personaje encarnado por Eastwood  (Earl Stone, el nombre es ficticio) no se debate en cuestionamientos morales sobre lo que transporta. Al igual que esos cowboys que él mismo encarnó en los spaghetti-westerns, tiene sus propios códigos y ni siquiera se siente sujeto a las reglas de sus peligrosos contratadores. Excepto que él es como un moderno cowboy que, en vez de ir a caballo, ama conducir su camioneta por esos caminos llanos de la Norteamérica central mientras escucha los viejos clásicos. ¡Y si le pagan por esto, tanto mejor!

Earl es un hombre esencialmente solitario y libre, un autista emocional que ha dejado a su familia con varios traumas por su permanente ausencia. Excepto por una nieta que aún intenta mantener los lazos con él y por ayudarla se embarcará en este “negocio” tan lucrativo. Si en el camino puede también socorrer a otra gente necesitada no dudará en hacerlo. Pero a no confundir, no estamos ante el trillado drama de un anciano que se ve desesperado y preso en una espiral de corrupción (aunque haya escenas de luchas entre bandas y persecuciones policiales). Este es un film sobre un hombre que, hacia el final de su vida, quiere seguir viviendo en libertad y disfrutando de la vida, más allá del medio que elija para hacerlo. Una breve y sentida escena de reivindicación ante su familia, no cambia al hombre en su esencia, solo puede servir para dejar a su conciencia un poco más tranquila.

La Mula no trata de heroísmo (como otras películas de Eastwood en los últimos tiempos, ej. Sully o 15:17 Tren a París) sino que nos habla simplemente de la autenticidad del personaje consigo mismo. Hasta la decisión clave que toma Earl en la escena final es una reconfirmación de autenticidad. El hecho que sea un hombre que cultiva lirios no es un detalle menor, su amor por esas flores abre y cierra el film y determina su actitud ante la vida. Un perfecto cierre circular para una película que es también perfecta.

*Lic. María Andrea Piazza (la Licenciada dicta charlas de Cine – Informes al 4803 6023)