La película surcoreana marcó un hito en la historia del Oscar, llevándose los cuatro premios principales (guión original, director, película extranjera y mejor película). Por primera vez un film no estadounidense se lleva el premio principal de la Academia de Hollywood. La originalidad del guión con sus vueltas de tuerca sorprendentes, la increíble ambientación, lo parejo del elenco y el impresionante trabajo visual hacen que sean merecedora de todos los premios que obtuvo, empezando el año pasado por la palma de oro en Cannes.

El estilo del director Bong Joon Ho se define por la mezcla de géneros, suele haber toques de comedia junto con elementos dramáticos o incluso del género de terror. Indiscutiblemente es cine de autor, no se lo puede encasillar. Podemos adelantar que es una sátira social muy ácida a las enormes diferencias de clases en su Corea del Sur que, a la vez, es un tema universal. Hay un humor, a veces negrísimo, para retratar distintas facetas de las miserias humanas. Los cambios de tono con los que suele jugar el director puede atraer a muchos pero también ahuyentar a otros.

La película cuenta la historia de una familia humilde que sobrevive como puede, compuesta por padre, madre y el hijo e hija veinteañeros, a quienes la vida les da una oportunidad única de mejorar su condición de vida: Usaran su astucia para infiltrarse en los puestos domésticos de una gran mansión.

Desde su propio título, el film juega con un doble sentido del término. Los “parásitos” de la trama, en una lectura simple, sería la familia protagónica que monta una farsa ante los ricos empleadores para sobrevivir. Pero detrás del engaño tienen una intención noble: conseguir un trabajo digno al que se avocan con esmero. La pregunta que surge es:¿Son ellos solamente los parásitos? ¿O lo es también la familia rica que no saben hacer absolutamente nada sin sus sirvientes? La mirada de Bong Joon Ho sobre sus criaturas es compleja, no maniquea, y en esto reside parte del valor del film.

Otros de los puntos admirables es el uso del espacio como metáfora de un sistema social que es inalterable: Tenemos a la familia protagónica viviendo en un semisótano (se nota que la familia ha vivido tiempos mejores y ahora ha descendido en el nivel social). En el sótano hay una sola ventana que los obliga a mirar de abajo hacia arriba, el espacio los condiciona. En contraste, la enorme mansión de la familia rica está ubicada en lo alto de una colina en donde el aire puro y el sol es puro derroche. Acceder a esa mansión, aunque sea como trabajadores, es indiscutiblemente un “ascenso”, literal y figuradamente hablando.

Atención a los que no la hayan visto aún, lo siguiente es un spoiler: mientras los ricos viven en su burbuja de la opulencia y la familia humilde intenta subir un peldaño en la escala social aferrándose a los privilegiados, en un giro de la trama descubren que, a su vez, hay algunos que viven aún más abajo revelándoles una situación de aislamiento y penuria mayor que los de su realidad.

El resentimiento que genera la pérdida de la dignidad y la exclusión social dará lugar a un final apoteótico e impactante, pero que no hay que leerlo con una mirada simplista: detrás de estos personajes y los espacios que habitan, hay múltiples sugerencias alegóricas. Todos representan una rígida jerarquía social que permanece inamovible e ignora a los seres desprotegidos del sistema que permanecen escondidos bajo la superficie; aquellos bichos de esa sociedad, a los que Bong Joon Ho mira con compasión.

por María Andrea Piazza

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