Cuando se aproxima el mes de abril, desde hace cuatro décadas nuestras Islas Malvinas son las protagonista de artículos, notas periodísticas y columnas de opinión. Abarcan todos los enfoques del análisis, desde los conceptos estratégicos, la geopolítica, la historia, la geografía, la política misma, los derechos humanos, la visualización del dolor de quienes perdieron a un ser querido, el orgullo de llevar la sangre de un héroe y ya desde hace algunos años, el reconocimiento de la mayoría de la sociedad a quienes les tocó pelear por ellas en el otoño de 1982.
La extensa bibliografía explica la causas históricas y geográficas por las cuales la razón asiste a nuestro país. Esto combinado con el sentir de la sociedad pone a nuestra mente y corazón en una sintonía nacional, donde la mayoría del pueblo sabe y siente como propias a las Islas Malvinas y al extenso Mar Austral.
Muchas veces a largo de la vida, nos enfrentamos a la dicotomía de lo que el corazón nos señala, la lógica lo contradice, o viceversa. Es en Malvinas donde esto no ocurre, y constituye por cierto una gran fortaleza. Alinear mente y corazón nos brinda una armonía, serenidad y la certeza de que estamos en el camino correcto y que en esa ruta, el devenir de los tiempo hará que en las Islas y en el Mar Austral podamos ejercer por completo nuestra soberanía.
Pero existen detractores que por distintas causas buscan generar dudas en las razones y menoscabar a quienes la mayoría de la sociedad considera sus héroes. Si las razones son indiscutibles, ¿hacia dónde apuntan los detractores?, pues a quebrar el espíritu, buscando por distintos artilugios, confundir al corazón hasta que dude la razón, cuestionando la soberanía y al hacerlo no sólo apuntan a las Malvinas, sino que su alcance y daño es mucho mayor.
¿Y cuáles son las herramientas con las que contamos como sociedad para mantener y alcanzar este objetivo nacional? Creo que hoy la base está en el reconocimiento, respeto y en la alta valoración de aquellos hombres y mujeres que participaron de la Guerra por nuestras Malvinas, de los que entregaron su vida, de los que regresaron con heridas en el cuerpo y en el alma, aquellos a los cuales inicialmente dejamos de mirar y atender, como si la derrota fuera su responsabilidad (que no lo fue), sin reconocer su entrega y heroísmo.
¿Qué si hubo actos de cobardía, egoísmos y otros productos de las debilidades humanas?, por supuesto que los hubo, pero ¿qué sociedad puede crecer mirando sus disvalores? Se crece sobre los valores, rescatando las virtudes y reconociendo como héroes no sólo a quienes dieron su vida, sino a todos, que de una u otra forma defendieron lo que nos pertenece, nos defendieron a nosotros y a las generaciones venideras, nos dieron un ejemplo de entrega sin pedir otra cosa que su pueblo reconozca el sacrificio con un abrazo fraterno y hechos concretos de apoyo.
No nos dejemos encandilar por los reflectores que iluminan las miserias humanas existentes en toda guerra y dejan en las sombras los actos heroicos, con muchos nombres propios, que en el mar, en el cielo y en la tierra dieron muestras sobradas de valentía, bravura, fe, humanidad, estoicismo, resiliencia y más.
Circulan entre nosotros muchos Veteranos de la Guerra de Malvinas, héroes anónimos, no dejemos de abrazarlos con el alma, con nuestros brazos y con la fuerza de una nación que logró en Malvinas aunar la razón y el corazón.
por Cnel. Fernando Dorrego*
*Master en Estrategia. Profesor de Politica de Defensa Universidad del Salvador.