Pensemos en estos días, cómo podría moverse la Argentina. La crónica y los detalles están en los medios. Tratemos de ver cuál es el marco en el que se mueve la vida diaria.

Se necesita desarrollar un nivel profundo de diálogo, dentro del gobierno, dentro de la oposición y entre los dos. Pero este diálogo supone confianza. Pero esta es una hipótesis de trabajo que en la Argentina no se consigue tan fácil.

En este momento esa confianza no existe y no será fácil construirla. Sino se puede trabajarla con el gobierno (lo que es obvio) por lo menos, internamente, la oposición debería hacer un esfuerzo por lograrlo.

El problema es que los frentes internos de esa oposición son varios. Hablar claro y en la cara no es fácil: 2023 está muy cerca e intentan mirarlo desde muchos ángulos. Sin embargo, la experiencia 2015 no puede repetirse. Porque el tema no es ganar, que probablemente se logre, sino gobernar. No solo gobernar, sino tener éxito.

El primer problema, es que la Argentina está parada, a pesar de las palabras que gobierno y oposición pronuncian todos los días. Sobran propuestas, pero no hay movimiento. Tal vez habría que recordar la idea muy simple de Felipe González, en el comienzo de la transición de su país:, “El cambio es que España se mueva”.

Diálogo y movimiento serían probablemente dos propuestas – dos visiones – que saquen a la Argentina del estado en que se encuentra. Además, son como pasos continuados: es difícil que el país se mueva sino hay diálogo entre los actores. A veces la salida de las grandes crisis – como la que vivimos – viene de cosas tan simples como volver a hablar.

¿Está la oposición dispuesta a ir en esta dirección, más allá de sus diferencias? Porque debería avanzar sola y unida, si el gobierno sigue esta lucha infantil de discutir y no hacer nada.

¿Por qué habría que acercarse y hablar? Porque hay un tema que las famosas encuestas no expresan. El desprestigio de la dirigencia política es muy alto. Para decirlo en tres palabras: nadie les cree. La reconstrucción de la imagen caída no será simple ni rápida.

No es necesaria una encuesta. Hay que salir a caminar por los alrededores y escuchar. No es un tema ideológico sino simplemente humano. En la Argentina de hoy hay pocas palabras e imágenes más devaluada que la de un político.

La reconstrucción de esa imagen supera, probablemente, la propuesta más ambiciosa de un plan de gobierno.

La mayoría que mira no entiende nada. Cuanto más baja es la edad de los que miran, entienden menos.

Ese es el trabajo que tiene a su cargo la dirigencia mientras la gente mira. ¿Es difícil? No estamos en medio de una revolución. La Argentina no la vive ni la necesita. Lleva casi cuarenta años de estabilidad democrática. Ahí es la batalla. Ahí hay que perseverar hasta triunfar…

por Hugo Martini *

*Ex Diputado Nacional, mandato cumplido.