EDITORIAL DEL PRESIDENTE DE LA GAZETA –

En la práctica republicana y democrática los gobernantes (jefes de estado y legisladores) elegidos por haber sido postulados por un partido político o alianza de partidos, presentan a los ciudadanos electores, planes, propuestas, líneas de acción y declaraciones programáticas, para persuadirlos de que acompañen con su voto.

Los partidos políticos, en la práctica republicana a la que estoy haciendo referencia, elaboran esos  planes y propuestas en el marco de sus estructuras (comités, grupos de estudio, asambleas) que, además son parte de una organización societaria que tiene compromisos cívicos.

Esta práctica, en nuestro país, es casi inexistente, ya que son muy pocos los partidos organizados para desarrollar aquellas tareas.

Hubo épocas en que los principales partidos reunían a sus afiliados, discutían ideas, que se traducían en propuestas de acciones de gobierno, cuando se avecinaban las elecciones o se estimaba que había que hacer alguna declaración pública.

Desde hace ya muchos años en lugar de partidos políticos hay “espacios” políticos, que, en general giran en torno de una persona o una propuesta rimbombante, que en algunos casos resultan acompañados por organizaciones que no son partidos, sino por sindicatos, organizaciones empresarias, grupos de ciudadanos sin afiliación y cuanto otro apoyo se consiga.

Al ciudadano que tiene que votar, generalmente, no se le presentan propuestas concretas o planes de gobierno y entonces todo gira alrededor de los candidatos que, en estos tiempos, utilizan todos los medios a su alcance para llegar al público con retorica sin contenido y con el solo propósito de apelar a despertar simpatías.

En las recientes elecciones, sobre todo en las primarias, esto fue de una evidencia significativa. Todo fue descrédito para los adversarios, palabras altisonantes, promesas sin sustento e incumplibles. El ahora Presidente de la República se caracterizó especialmente por todo ello. Como no tenía programa, planes, ni propuestas, comenzó por toparse con la realidad de haber hecho promesas que no podía y no puedo cumplir.

Pero además y esto es lo más grave y peligroso, su gobierno está tomando medidas y anunciando políticas, que no se habían siquiera insinuado durante la campaña electoral.

Señalo dos del mismo Presidente: intento de expropiación de una empresa en convocatoria de acreedores con la excusa de la “soberanía alimentaria” tema ni siquiera insinuado en la campaña electoral; y claro enfrentamiento con Brasil y EE. UU. y halagos a dictadores corruptos y marxistas, cuestiones que, por su trascendencia, debieron haberse puesto en conocimiento de los ciudadanos antes de las elecciones.

Ello sin considerar la absoluta falta de planes para encarar los gravísimos problemas que enfrenta la Argentina, sobre todo la extendida pobreza de una parte importante de su población; el corrosivo déficit fiscal; el desalentador régimen impositivo; el estado de indefensión de nuestras fronteras frente al contrabando, el tráfico de drogas y de armas; el descrédito del servicio de justicia; el abandono de nuestro mar territorial; el bajo nivel de la enseñanza pública y la precariedad del sistema de sanidad oficial, por señalar solo algunos de los descalabros de nuestra nación.

Los partidos políticos sirven, entonces, para aglutinar voluntades mediante el ejercicio del diálogo, para formular planes de gobierno y analizar y opinar sobre cuestiones públicas,  para analizar las acciones del que esté gobernando, para formar ciudadanos para ser funcionarios legislativos y ejecutivos, para elaborar plataformas electorales cuando sea menester. Por ello la Constitución los menciona como instituciones fundamentales del régimen democrático.

Entre tantas otras tareas pendientes para la reconstrucción de nuestro país adquiere singular relevancia la existencia de partidos políticos para cumplir con las tareas señaladas.

Esperemos que esto se haga realidad antes de las próximas elecciones y a los partidos existentes que cumplen los roles descriptos se agreguen otros para afianzar el régimen representativo, republicano y democrático.

Por Guillermo Lascano Quintana