EDITORIAL DEL DIRECTOR DE LA GAZETA –

Uno de los enigmas nacionales es que integramos una sociedad vivaz, creativa, dotada de  notorias individualidades destacadas a nivel mundial; y, a la vez, ostentamos una generalizada incapacidad para  generar un sistema político estable, que sostenga los esfuerzos individuales y sociales dotándolos de eficacia. Por el contrario,  mientras familias y personas desarrollan razonablemente y hasta con felicidad sus proyectos, el conjunto acumula crisis y frustraciones en una espiral de notoria decadencia, sometidos aparentemente a una larga condena al recurrente  fracaso del que  parece imposible salir.

Sentimos  en  carne viva la incapacidad de que el Estado sea ejercido según carriles preestablecidos, de un modo lógico, esperable, razonable, y esto redunda en una desintegración de ese mismo Estado, que pasa a ser cooptado por lo que podemos calificar como neo-oligarquías.

Milovan Djilas, disidente comunista respecto del régimen del mariscal Tito,  elaboró el concepto de una “nueva clase”, formada por los funcionarios oligárquicos, que vivían de la renta pública, con potestad de usar los bienes públicos como si fueran propios. George Orwell, en “Rebelión en la granja”(1945) resumió esto en el lema “todos los animales son iguales ,pero algunos son mas iguales que otros”.La igualdad sectaria (muy alejada de “la noble igualdad” que ensalza nuestra canción patria) solo ve como iguales a los del mismo bando, y aún dentro del mismo distingue entre  los “compañeros/as”,”cumpas” o “militantes”, en distintos estratos de significado de empatía y complicidad, que los  resaltan respecto del resto.

En general, hay coincidencia en que  la palabra oligarquía- gobierno de pocos- es para calificar a una de las formas degeneradas de gobierno, cuando el poder es manoteado y apoderado  por un grupo de personas que, invocando determinadas superioridades -en el pasado, de sangre o por título hereditario, o por ser propietarios de la tierra, o por haber sido victoriosos en la lucha armada ,y más modernamente por el transitorio título de  haber superado a otros en una compulsa electoral- ejercen un dominio o señorío que les significa medrar con  los beneficios del poder público sin rendir cuentas a los súbditos. Otra de las características del oligarca es que no vive de su trabajo, sino de  determinadas rentas, como pudo ser en el pasado, la denominada “oligarquía terrateniente  ”.

Se ha utilizado la expresión “fondos buitres”, precisamente para denominar a quienes, aprovechando ventajas de contactos políticos, o de tener información adelantada desde el interior de los gobiernos o de los sectores económicamente poderosos, esquilman a las naciones, aprovechándose de su debilidad política. Del mismo modo, la debilidad política emergente de la desinstitucionalización, es el terreno propicio para que “políticos buitres” hagan lo mismo.

El blindaje se manifiesta en la cooptación de los jueces, o la reforma de leyes- caso del nuevo artículo  1760 de  nuestro  Código Civil, que separa a los funcionarios públicos del régimen general de  las responsabilidad, de modo que la entera clase gobernante resulta resguardada en un derecho excepcional, fraccionado en leyes locales o particulares – siendo que también se  logra la impunidad por la delegación de facutlades extra-ordinaria  a través de las reglas de perpetua “emergencia”- generando una casta intocable por los súbditos normales, y regida por normas y fueros bajo su control.

Una de las características de nuestros tiempos consiste en la mayor presencia estatal como agente económico, esto es, como empleador, contratista, comprador de bienes y servicios, constructor, propietario de empresas públicas o con participación accionaria y titular  de propiedad en las semi públicas y privadas, así como gran financiador de iniciativas privadas, a través de planes generales, o por contratos y subsidios a empresas concesionarias, provincias y municipios, más su desarrollada capacidad de interventor en toda clase de mercados.

Tan masiva participación en la economía de tan poderoso sujeto, requiere, sin duda, la sujeción a la ley y a la Constitución, tanto de la persona jurídica pública, como de sus agentes, procedimientos, acciones y omisiones. Hace ya 500 años, al describir al Leviatán, Hobbes imaginaba que el hombre en estado de naturaleza vivía una guerra de todos contra todos, y que para superar esto, se sometía a un contrato con sus pares, que implicaba la sujeción al poder del monarca, que, sin embargo, no quedaba ligado por ese contrato, pues estaba por encima de los súbditos. Esta concepción se refleja cada vez que el Estado– protagonizado, en realidad, por sus funcionarios – se visualiza a sí mismo como una instancia superior, justificada en todo momento por razón “de bien general”.

Los nuevos oligarcas viven de rentas políticas, que les vienen por el ejercicio del poder político, social o gremial. Tienen el uso de  bienes públicos como si fueran privados- aviones y helicópteros, residencias, automotores, acceso o contratación de espectáculos, pasajes gratuitos, fuertes custodias, teléfonos celulares, apropiación de fondos asignados.  Pueden nombrar numerosos  cortesanos  y gastar de  los fondos públicos, ya sea presupuestarios o reservados, como si fueran propios o de quienes  los acompaña en el poder; así  montar grandes empresas y negocios usufructuando contratos públicos o gracias a la información privilegiada que surge de su propia potestad de decidir en un sentido u otro sin control.

Cuando el poder además está muy fraccionado, no hay una oligarquía única sino varias, correspondientes a los distintos sectores feudales en que se reparte el poder.

Los neo oligarcas, en consecuencia, son un resultado de la desinstitucionalización, y sólo por la recuperación por el pueblo de la república y los mecanismos de la república, podrá evitarse que estas formas del ejercicio del poder  consuman la energía de la Nación, en su beneficio.

Tanto el individualismo vivaracho y su parienta la prepotencia ventajera, como el atajo de la riqueza  corrupta, conspiran contra el éxito de la democracia republicana que requiere como único remedio eficaz en lo cultural que la dirigencia social y política actúe como modelo ético, generando hacia abajo conductas-seguimiento de igual sentido; y en la gestión administrativa la activa presencia de las instituciones deliberativas ,como control, y la prensa y los medios de comunicación como ámbito de reflexión y crítica.

La comprensión sobre la profundidad del daño, debiera despertarnos de la ensoñación de que entre nosotros se haya “consolidado la democracia constitucional”, no para desesperar, sino para comprender, aprender y corregir.

Por Roberto Antonio Punte