Por Dr. Daniel Cassola

 

La juventud eterna, la prolongación de la vida más allá de lo natural, son cuestiones que han atribulado las mentes humanas desde los tiempos más remotos. Vivir, que la existencia no cese, es la preocupación más primitiva y a la vez más actual que enfrenta al ser humano con su condición de mortal. ¿Pero existe un secreto para prolongar la vida que todavía desconocemos?

Pareciera que esta pregunta impulsa a un grupo de científicos de la Universidad San Diego, de California (Estados Unidos), que se trasladó recientemente a un pequeño poblado en Nápoles, Italia, de nombre Acciarioli, para estudiar a sus particulares habitantes. En Acciarioli más del diez por ciento de los 700 pobladores ha superado ya los 100 años.

Los profesionales se proponen realizar estudios genéticos e investigar el estilo de vida de estos centenarios italianos que han puesto a la muerte en espera. En principio, por los testimonios que han podido recabar, la hipótesis inicial de los investigadores debe considerar a la alimentación, el ejercicio físico y el prácticamente nulo nivel de estrés que experimenta este pueblo de agricultores y pescadores.

Todos consumen lo se produce en el pueblo. Tanto los animales (principalmente conejos y aves de corral, como pescados) como los vegetales y sus derivados son producidos artesanalmente. En Acciarioli se fabrica aceite de oliva, por ejemplo, para consumo de sus habitantes. Los investigadores combinarán estos hechos que pueden obtener de la observación para combinarlos con la información que provenga de los análisis sanguíneos, controles neurológicos y cardíacos a los que se prestarán los habitantes.

Desconocemos cuáles pueden llegar a ser las conclusiones de ese trabajo, pero es difícil que se llegue a una fórmula o guía concreta que garantice la longevidad. En un reciente libro que recoge las experiencias de distintos hombres y mujeres que han superado por mucho a los 100 años podemos ver que cada uno tiene su forma, y que incluso algunos no tienen ninguna: la longevidad simplemente sucede.

En “Ikigai, los secretos del Japón para una vida larga y feliz” se puede leer el testimonio de Misao Okawa, japonesa que vivió 117 años que resume su modo de vida en “comer sushi y dormir”. Jeanne Calmet, la persona más longeva de la que se tenga un registro concreto, había nacido en 1875 y llegó a vivir 122 años. Anduvo en bicicleta hasta los 100 y dejó de fumar a los 120. En cambio, Walter Breuning, que en 2009 llegó a los 112 años de edad sugería mantener el cuerpo y la mente ocupadas, o sea trabajar cuantos años se pueda.

Los centenarios no se ponen de acuerdo. Algunos trabajaron mucho, otros prefieren dormir, están los que se alimentan sanamente pero también los que, a pesar de fumar, viven una cantidad impresionante de años. Si la longevidad tiene algún secreto o misterio todavía no lo hemos descubierto.