La nueva comedia negra de Juan José Campanella, quien se tomó un largo tiempo de impasse desde Metegol, no decepciona. Lo de nueva es discutible al ser una remake del clásico del cine argentino “Los muchachos de antes no usaban arsénico” (1976) pero tratándose de un autor como Campanella podemos decir que es una nueva versión. También podemos tomar como referente un clásico de Hollywood como la inolvidable “Arsénico y encaje antiguo” (1944) de Frank Capra con Cary Grant por su buena dosis de humor negro.

Mara Ordaz (Graciela Borges) es una actriz ya retirada que fue otrora una diva del cine local,  quien vive encerrada y aislada junto a tres hombres. Habita una casona con jardines con su marido Pedro (Luis Brandoni), postrado en silla de ruedas, un actor que vivió siempre a la sombra de la estrella. También viven los personajes encarnados por Oscar Martínez y Marcos Mundstock, uno el director y otro el guionista de los grandes éxitos del pasado de Mara.

El mundo cambió, los gustos cambiaron  y no se adaptaron a ello, por eso se refugian en esa casona donde están aislados del resto. Encerrados contándose las mismas anécdotas, viviendo en el recuerdo de sus glorias.

La relación estrecha de los personajes con el cine hace que en la película haya una constante referencia a la construcción cinematográfica y sus mecanismos narrativos. Por ejemplo, en un buen film siempre hay un villano para que haya conflicto. Según este cuarteto de amigos (que a veces se odian) que conviven desde hace cuatro décadas, sus vidas son muy aburridas porque justamente carecen de conflicto ¿o esto es tan solo una pantalla?

A la casona llegan finalmente dos villanos interesados en la compra de esa valiosa mansión  Usando las armas seductoras de la juventud halagan el ego de la otrora estrella, al estilo de otro clásico como Sunset Boulevard del gran genio Billy Wilder (al hablar del cine de Campanella es inevitable mencionar referentes clásicos porque su estilo se nutre de ellos). Los recién llegados oportunistas interpretados por  Nicolás Francella (de gran parecido con su padre) y la española Clara Lago empiezan su juego que pronto se convertirá en la cacería de la comadreja, sin saber quién ganará. Como dicen, el mundo está conformado de bichos que se comen a otros más chicos y esos a otros más pequeños aún y así indefinidamente. El personaje de Oscar Martinez caza comadrejas a toda hora, el de Macos Mundstok tiene el hobby de atrapar ratones.

Los diálogos son en su mayoría chispeantes, aunque Graciela Borges es la que tiene más lucimiento, los demás funcionan como satélites a su alrededor. Un gran papel para esta verdadera diva del cine argentino que, a diferencia de la estrella olvidada que interpreta, está más vigente que nunca. También podemos mencionar el resurgimiento  en el cine de Luis Brandoni a partir de recientes películas como Mi obra maestra y 4 X 4.  De Oscar Martinez  no podemos hablar de resurgimiento porque nunca ha dejado de estar vigente y la incorporación de Marcos Mundstock (Les Luthiers ¿hace falta aclarar?) también luce en el papel cinematográfico más protagónico que las breves apariciones que tuvo en otros films.

Sin querer revelar más de la trama con sus vueltas de tuerca podemos simplemente aplicar a esta historia el refrán “más sabe el diablo por viejo que por diablo”.

El cuento de la Comadreja no será perfecta, su único defecto es no seguir el consejo que dan en la propia película: el secreto de un buen guión es la síntesis. A mi gusto este film se extiende demasiado por ser una comedia  pero igualmente entretiene, especialmente por la presencia de estos grandes actores argentinos.

Lic. María Andrea Piazza