EL CAMINO DE LA CONCILIACION

 

Roberto Antonio Punte

A medida que pasa el tiempo persiste la  impresión de la enorme dificultad de reconciliar a los fragmentos de nuestra sociedad que cargan una larga historia, la mayoría desde su nacimiento, con una pesada herencia de conflictos y posiciones de sus mayores, ya sea de sus familias, ya de sus maestros, o por vía de los medios o las redes sociales. Para unos un genocidio, para otros una guerra inevitable  . Tal vez haya en común cierto dolor residual, pero para siempre resultan ser propios los héroes y justos muertos los ajenos. Muy pocos logran acercarse a la sensación de un verdadero dolor común, sean de quienes fueren los caídos.

Han fracasado  muchas iniciativas  de resolver sobre lo pasado de un modo parejamente  satisfactorio  porque cada fracción se aferra a su mayor o menor espacio de verdad, a tal grado que los que vanamente han querido componer han sido profetas desoídos casi condenados a un tercer ostracismo malquerido por unos y por otros.

Como, a la vez, cabe advertir la extendida  inquietud de que es hora de enfrentar los desgastes de la grieta que nos aleja, y, por consecuencia debilita la  calidad de nuestras vidas y  mengua el  resultado general de nuestros esfuerzos individuales, para mal de todos y para bien de ninguno, resulta obligado buscar diferentes respuestas de las hasta ahora intentadas  y, correlativamente, diseñar salidas de este asfixiante laberinto tan doloroso como ya a esta altura de  incomprensible subsistencia.

No siendo posible detener ni la vida ni la historia cabe pensar en  dejar en suspenso la hipótesis de la reconciliación de los enfrentados, dejándolos  atrás como estatuas de sal amarga , hitos de aquellas luchas, cada uno con su letanía de cuitas y rencores , de mártires y verdugos, y, en cambio, proponer concentrar todos nuestros esfuerzos en conciliar sobre el hoy y el mañana. Esta propuesta no es original, pues se funda en la misma que se propuso la fundación de este club en 1852, dejando atrás los enfrentamientos para abrir las puertas, para unos y otros, de un nuevo ciclo histórico, que no fue fácil, pero sí generó un nuevo país, atractivo, generoso, abierto y exitoso.

Hoy, como entonces, cabe convocar a los de buena voluntad, capaces de convivir en paz aceptando participar de un nuevo “nosotros” compartiendo con todos los “otros” este destino común de convivir aquí.

Esta reflexión puede a  primera vista impresionar como pesimista -y en cierto modo lo es- respecto de la posibilidad de que podamos reconciliar nuestras contrapuestas valoraciones de las conductas de nuestros padres, abuelos y de nosotros mismos. Son muchos años de verdades segmentadas y relatos sesgados, son muchos los ocultamientos y los secretos inconfesados.

Pero la vez, la admisión de esta dificultad contiene una doble incitación -a reconocer que nos falta mucho para una memoria completa y por ende sanadora- , y que lo mejor hoy es cerrar entre paréntesis este aún abierto debate dejando decantar las turbulencias y admitiendo que revolver lo mismo nada agrega a lo más importante que es  vivir lo mejor posible el resto de nuestros días, conciliando con  la más amplia concurrencia algo a lo que todos aspiramos: ganar un mejor lugar en el mundo y  en la historia para nuestros hijos y nietos.

De ahí que el segundo tramo, el final, es convocar a compartir un  rumbo de esperanzados trabajos para una mejor patria, una sociedad de convivencia pacífica  rica en solidaridad y esfuerzos fructíferos. Se trata de sumar “lo que hay” para hacer con ello algo mejor. Animando a los desganados, y si hay quienes por mala voluntad prefieren seguir barruntando rencores y generando conflictos, allá ellos en su infelicidad, pues debemos prometernos mutuamente querer algo mejor que eso.

Está llegado el momento de dejar de sentirnos “puros” ,juzgando y castigando lo que se hizo hace casi medio siglo, para asumir mirarnos a la cara y preguntamos con valentía que estamos hoy haciendo mal que pueda avergonzar a nuestros nietos dentro de 20 o 30 años y admitir que nuestro fracaso colectivo es mucho más reciente y se vincula a los casi 15 millones de compatriotas más o menos excluidos del núcleo central de la economía, que también deberán preguntarse cuánto es responsabilidad propia  su falta de capacitación parece insertarse  en la cambiante economía del mundo moderno que ya empezó hace rato y que estamos aquí mirando desde lejos.

Esto implica por cierto una nueva “política de Estado” .Enfocar el futuro, priorizando concluir con la mayor premura los juicios y detenciones pendientes con la debida garantía de  justicia, que debe ser el infranqueable umbral de la nueva etapa jurídica, cuestión que por obvia casi no cabe insistir. Todos queremos y debemos exigir que los jueces sean justos , sus sentencias prontas, la responsabilidades se resuelvan con el debido proceso del modo más veloz posible, desde ahora y siempre así en el futuro y las justas penas sean como escribieron los constituyentes para seguridad y no para castigo.

Hoy, como en 1852, es preciso dejar atrás las divergencias de pasado y  aunar todas las voluntades para el progreso material y moral del país .