Juan Bautista Alberdi propuso, en su momento, un teorema para la Argentina de su tiempo: “¿cuál es la mejor constitución para un desierto?” Así como su solución: “aquélla que haga que deje de ser un desierto”… Por ello…establece un propósito: “Gobernar es poblar…” y para lograr eso, una Constitución que sane el circuito de confrontaciones configurando un modelo común de “unión federal”. Completaron esta solución muchos otros, Sarmiento  convocó a “educar al Soberano”, Alem, Saenz Peña e Yrigoyen, dieron cuerpo a la fórmula,  “quiera el pueblo votar”.

Llevó tiempo, lucha, sacrificios, y el sustento de una conducción firme y coherente  en ejecutar dichos objetivos, aun sorteando muy serias y fundadas discrepancias.

Hoy, nosotros como pueblo, enfrentamos un laberinto de enigmas aún más difícil: cómo superar el actual desierto, caracterizado por una anomia profunda, un acentuado desinterés, bordeando el desprecio, por las instituciones, el derecho y la justicia. Donde encontramos generalizada  desconfianza en los liderazgos, y no hay sensación de pertenencia y tampoco de representación por la dirigencia política y las agrupaciones artificialmente reunidas en frentes transitorios, formalmente existentes. Son muchos los acertijos: ¿Cómo generar la inclusión de la gran masa de desocupados, pobres, marginados, discapacitados para asumir disciplinadamente los trabajos y cargas de la convivencia?¿ Cómo garantizar a la vez la seguridad y la igualdad, el premio al trabajo , el ahorro y la producción, junto con la apertura de oportunidades y futuros para todos?..¿ Cómo convencer a quienes se refugian en la falsas soluciones de la resignación, la emigración, el separatismo, el desmembramiento, el delito o el individualista sálvese quien pueda de los más fuertes o avivados, y que se  embromen los demás?. ¿Cómo secar las fuentes de los feudalismos provinciales,sindicales y municipales?¿Cómo acabar con la traición a la Patria de quienes se enriquecen a costa del presupuesto público (art.36 CN) o apadrinando ataques a la democracia y a la soberanía (art.210 bis CP)?

 En definitiva, cómo salir del encierro de este laberinto de espejos, donde vamos rodando cuesta abajo demasiadas décadas, revolcados en el lodo de la decadencia ilimitada, de estos “males que conocen todos, pero que nadies “… quiere enfrentar. 

Para empezar, es preferible resguardar lo que ya se tiene: nuestras instituciones, esta Constitución, nuestra capacidad de resiliencia, los ahorros puestos a resguardo, la básica y natural empatía interpersonal por encima de cualquier diferencia doctrinaria, o de etnias o religiones. Cabe a esto sumar, sin reservas mentales, el verificar  con sinceridad el inventario de  los daños a reparar, los  activos que puedan desarrollarse, dando cauce a las fuerzas sociales y políticas que hoy pugnan, estimo inútilmente, por repartirse un poder único que puede y debe subdividirse para ser compartido, aceptando sin embargo la necesidad de una fórmula de “sentido común” que corte de un tajo estos enigmas falsamente insolubles ,empezando por  no admitir las culpas colectivas, y pretender enrostrarlas facciosamente en unos “otros” que no son sino nuestros propios reflejos en el espejo de esta sociedad dañada.

Debe admitirse que estamos mal compaginados según obsoletas lógicas de organización y desempeño, y que debe resignificarse la trama de vínculos entre las personas como individuos y en sociedad ,con las estructuras de producción, financiación, consumo y gobierno, hoy notoriamente desbordadas e incapacitadas para enfrentar con las viejas fórmulas los nuevos problemas. Una sana economía política se asienta sobre la confianza del público respecto de las proyecciones a futuro ,pues de ella dependen millones de decisiones que impactan en las matrices de ahorro, inversión y gasto que están en la esencia dinámica del circuito económico virtuoso. La buena política debe generar las condiciones marco, monetarias, normativas y jurídicas que  garanticen un desarrollo sostenido a lo largo del tiempo y sean capaces de receptar las nuevas fuerzas atraídas por el éxito del impulso inicial.

La fórmula que quiebre el sello de los enigmas  y abra las puertas del laberinto que nos asfixia no puede ser otra  que  gobernar “con todos-cada uno desde su libre aporte y responsabilidad  -y para todos-según su esfuerzo y merecimiento-”, asumiendo completo el pasado con sus errores y desvíos, para poder caminar hacia un futuro construido para albergar el 100% de  los proyectos individuales y familiares, comprendiendo que la única “patria grande” posible en la que nos albergue en la realidad de nuestro pasado, nuestro presente y nuestros posibles futuros.

 Pero es necesario partir del reconocimiento de nuestros mayores defectos, en un diálogo reflexivo, sobre nuestra convivencia y sobre nuestro futuro, que para ser tal, deberá admitir  asentarse en “sentidos comunes” sobre el trayecto a cumplir, y retomar la senda de la producción, el esfuerzo, el cumplimiento de los compromisos, el respeto a la palabra dicha, a la mano estrechada y al abrazo leal.

por Roberto Antonio Punte