La instalación del deseo trivial

Escribe Antonio Las Heras

 

El consumismo que en este Siglo XXI ha alcanzado inesperados pináculos sólo fue posible a través de la instalación en el psiquismo de la gran mayoría de la gente del deseo por la obtención de lo trivial. No fue, por cierto, una labor fácil; todo lo contrario; requirió – para ello – del aprovechamiento del sistema de penetración social más formidable de entre todos los hallazgos humanos: la televisión. Ese “gran hermano” que ingresa no ya a los hogares sino de manera directa a cada habitación, a cada pantalla, a cada teléfono celular. Como enseñaron los filósofos griegos todo valor tiene su disvalor. De manera que una herramienta útil como lo es la televisión que – en un primer momento – fue soñada para llevar la educación que ejercita el pensamiento y genera la libertad de decisiones hasta las regiones más remotas, terminó convirtiéndose en un vulgar – pero no por eso menos peligroso – agente de propaganda tendiente a instalar lo que hemos denominado “el deseo trivial.” La pantalla – como se usa decir hoy en día pues incluye a las redes sociales – insiste una y otra vez en que lo único importante es la máscara (o sea, la imagen de cada uno), la inmediatez, el logro de lo fácil y el consumo permanente. Como eje – claro está – el presente perpetuo: “el tiempo real.” Mañana no interesa. Planificar el futuro es cosa de diletantes. Lo único en que se concentra la mente es en el aquí y el ahora. Matar por un par de zapatillas encuentra sentido en aquel muchacho que lo hace puesto que ha entendido que sólo alcanza su ser si puede usar ese modelo y esa marca. Las vidas de cinco jóvenes pueden ser tronchadas en una misma noche por la ingesta de drogas ya que lo importante es enajenarse; hacer a un lado el ejercicio de la consciencia. En tanto encontramos a quienes, inclusive, nos hablan de la existencia de “drogas recreativas.” Consumir marihuana, éxtasis o cocaína – por señalar sólo tres de la enorme variedad que al parecer ofrece el mercado ilegal – en fines de semana pasa a ser un acto sólo recreativo, una diversión sin consecuencias actuales o futuras. Al nivel de lo que pudo ser en otros tiempos ir a pescar los sábados y domingos. Bien dicen los reales expertos que no existen drogas buenas o malas: todas hacen daño al organismo y trastornan la conducta humana dejando más o menos secuelas, muchas de por vida. Aceptar la existencia de “drogas recreativas” es lo mismo que sostener que jugar a la ruleta rusa puede ser un pasatiempo de domingos al atardecer. Absurdo.

¿Cómo hemos llegado a esto?, es la pregunta que unos cuantos reflexivos se hacen. La respuesta es simple y sencilla. Hemos llegado a esto de a poco. Paso a paso. Escuchando y admitiendo las voces de algunos “iluminados” que proclamaron destruir todo aquello que hubo permitido el desarrollo de la Humanidad. Suficiente con recordar algunos ejemplos: “A los hijos no hay que decirles no porque eso los trauma.” “No hay que premiar a los mejores porque hace daño emocional a los otros.” “La delincuencia es producto de los problemas sociales por ello no es punible.” Cada lector podrá agregar muchas otras de éstas frases que son pura argumentación sin fundamento que las sostenga.

Sin dudas para salir del estado que lleva a desear cosas triviales perecederas casi de inmediato será necesario trabajar – intensamente, pues aquí la prisa es manifiesta – en reinstalar los valores – valores imperecederos – del esfuerzo, la proactividad, el trabajo, la lealtad, el honor, la dignidad… y, sobre todo, el deseo de convertir cada uno su vida en algo capaz de legar valía a la Humanidad.