María del Carmen Medrano falleció en Buenos Aires el 5 de agosto. Hasta sus últimos días, y con la salud muy comprometida, participó de las actividades culturales del Club del Progreso, en el Café Literario, espacio en el que convocaba los primeros jueves del mes, a escritores consagrados y noveles, gente de cine y de teatro, en diálogo amable y enriquecedor. En otras oportunidades, Carmín, como la llamábamos sus  numeros amigos, presentó libros de su autoría y otros más en  este Club, al  que consideraba en cierto modo como una prolongación de su casa, donde organizaba talleres de lectura y de escritura.

Había nacido en Buenos Aires en 1938, en un hogar patricio, porteño y correntino, donde el libro y la lectura ocupaban un lugar de privilegio. A esa herencia cultural, le dio un sello propio. Se recibió de profesora en Letras y ejerció la docencia en instituciones públicas, con vocación y entusiasmo, como recuerdan antiguos discípulos suyos, que hoy son escritores. Algunos de sus mejores cuentos refieren a esa experiencia, en términos apocalípticos y cómicos, que anticipan la degradación que hoy afecta a la enseñanza.

 Su buen conocimiento del idioma y de la literatura clásica, su  fantasía  y el afán de comunicarse, la llevaron al taller literario de Syria Poletti. “Carmín es una escritora nata”, solía decir Syria. Este  entrenamiento en leer y comentarios textos propios y ajenos,  animó a Carmín,  que era muy tímida,  a  publicar  su primer libro de cuentos, Historias de la mujer marrón, prologado por Federico Peltzer y que obtuvo la Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores (1989) Vinieron después Algo está por pasar, y La buena gente . Paralelamente se desempeñó como crítica de arte en el diario La Prensa, y seleccionó el listado de artistas plásticos contemporáneos de la colección Nuestro Siglo, dirigida por Félix Luna.

Carmín cultivó la amistad con dedicación comparable a la que aplicó al libro y la escritura. No olvidaremos su conversación ágil, salpicada de humor a veces ácido, su vocación de viajera, su voluntad de dar a conocer nuevos autores y de regalar libros, y el ánimo de gozar de la vida y de recibir a sus amistades en la calidez de su hogar.

por María Sáenz Quesada