Marcelo de Alvear fue diputado nacional, embajador, presidente de la República, fundador y presidente del Comité Nacional  de la UCR.

Pero, ante todo, fue un gran argentino, un gran ciudadano y un gran señor.

Nació en Buenos Aires el 14 de Octubre de 1868 y murió en Don Torcuato el 23 de marzo de 1942, hace 77 años.

Sus padres fueron Torcuato de Alvear y Elvira Pacheco. Él, hijo del Gral. Carlos de Alvear, jefe del ejército argentino en la guerra con el Brasil y  ella hija del Gral. Angel Pacheco, jefe del ejército de la Confederación durante el gobierno de don Juan Manuel de Rosas.

Su prosapia argentina y su pertenencia a familias patricias están fuera de discusión.

Dijo Borges – que amaba a Buenos Aires-  que Buenos Aires es tan eterna como el agua y como el aire; cabe añadir que uno de los que más hizo para hacerla una gran y bella ciudad fue, precisamente, Torcuato de Alvear, Intendente de Buenos Aires y …padre de don Marcelo.

Y si me permito llamar así a Marcelo de Alvear, en forma tan íntima y cordial, es porque él representa todo un ideal, una conducta y un símbolo.

Y qué decir del Gral. Carlos de Alvear, abuelo de don Marcelo? Diputado a la Asamblea del año XIII, Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, comandante en jefe del ejército triunfante contra los brasileros en la decisiva batalla de Ituzaingó, embajador en Washington, designado por Rosas, en representación  del gobierno de la Confederación Argentina.

Aquí viene al caso recordar que don Marcelo debió su vida no solo, es obvio, a sus padres, sino a ciertas circunstancias que rodearon  el combate naval del Cabo de Santa María el 5 de octubre de 1804.

De hecho, el capitán de navío español Diego de Alvear y Ponce de León, quien había venido al Rió de la Plata por la cuestión de límites con Portugal, terminada su misión, se embarcaba en Montevideo de regreso a España junto con su numerosa familia, sirvientes, esclavos y riquezas. Tenía pasaje en la fragata “Mercedes” que, junto con otras tres, venía de Lima cargada con una enorme riqueza de la  Real Hacienda . El segundo de la flota enfermó y no pudo partir de Montevideo; el comandante, almirante Bustamante, convocó a Alvear a hacerse cargo del puesto, razón por la cual, dejando a los suyos en la “Mercedes”, transbordó a la “Medea”, nave capitana. Al llegar a las proximidades del Golfo de Cádiz, frente al Cabo Santa María, y pese a que años atrás se había firmado en Amiens la paz entre  España e Inglaterra, una escuadra inglesa atacó de improviso y sin motivo alguno a la flotilla española. Una bomba inglesa dio en la santabárbara de la “Mercedes”, que se hundió rápidamente. Murió casi toda su tripulación y la familia de Alvear. Éste y su hijo Carlos –el futuro general argentino- a quien su padre había llevado consigo a bordo de la “Medea”, únicos supérstites de la familia, fueron prisioneros a Inglaterra. Carlos, como San Martín, estudió  en la Academia Militar de Murcia y finalmente volvió al Río de la Plata donde fundó su propia familia e hizo su carrera política y militar.

Don Marcelo fue dueño de una gran fortuna, en gran parte heredada de sus padres y en otra de dos tías solteras. En ella se contaban, entre otros bienes, tres estancias:

-“El Recreo”, de 2.500 hás. y  “Chacabuco”, de 18.000 hás., ambas en la provincia de Buenos Aires, e “Ituzaingó”, de 100.000 hás., en La Pampa, entonces territorio nacional.  En ellas pastaban alrededor de 50.000 ovejas y 25.000 vacunos. Y una finca en las afueras de Paris que llamó “Coeur Volant”, comprada por él cuando se casó.

No se enriqueció con la política ni con la función pública. Al contrario, gastó su fortuna para financiar su actividad política y la del partido Radical, al punto que cuando murió contaba con escasos recursos. Altri tempi !

Llegó a pagar de su propio peculio gastos del Estado durante su Presidencia: entre 1924 y 1925 visitaron el país el príncipe Humberto di Savoia, el príncipe de Gales y el maharajá de Kapurthala. Los gastos originados por estas visitas  superaron el monto previsto en 500.000 pesos  -de aquel entonces!- y el ministro de Hacienda propuso pasar el gasto a rentas generales. Alvear no lo aceptó y se hizo cargo personalmente del pago del medio millón de pesos, para lo que hubo de vender parte de la tierra que había heredado de Elvira Pacheco, su madre, en Don Torcuato.

En la década del 30, para financiar al partido, que enfrentaba a la dictadura y al fraude más desvergonzado, vendió, entre otras tantas propiedades, la finca  “Coeur Volant” en Francia, que tanto quería, y en la que había pasado muchos años junto a su gran amor, su esposa Regina Pacini.

De joven Don  Marcelo llevó una vida mundana y practicó diversos deportes: el tiro, la esgrima, el boxeo,  el golf y la natación. Estos dos últimos los siguió aún durante la Presidencia, especialmente durante las vacaciones de verano en Mar del Plata.

En 1891 se graduó de abogado; años después viajaría a Paris para estudiar  con el gran  Ferdinand Brunetiere, para mejorar su cultura que consideraba escasa.

Al llamamiento de Barroetaveña respondieron otros jóvenes: Marcelo de Alvear, Manuel Montes de Oca, Tomás Le Bretón, Damián Torino, Federico Ibarguren, Adolfo Mugica, etc. Lo primero que demostraron al constituir la Unión Cívica de la Juventud  es la existencia de lo que se creía perdido: “(…) Ya no hay jóvenes en la República”, había dicho Leandro Alem.

De allí parte el famoso acto del Jardín Florida, del que precisamente Alvear fue uno de los principales organizadores, acto que relanzó a Alem a la vida pública y fue la antesala de la Revolución del 90 que provocó  la renuncia de Juárez Celman y llevó a la presidencia a uno de los argentinos más esclarecidos: me refiero a Carlos Pellegrini.

Alvear acompañó a Alem en su acción política, y en 1890, con motivo de la propuesta de Aristóbulo del Valle de designar a Hipólito Yrigoyen jefe de Policía de la Revolución del Parque, conoció a Yrigoyen, con quien estableció una amistad que  pese a las diferencias que supieron mantener en algunas oportunidades, duraría toda la vida.

Yrigoyen tuvo siempre por Alvear un gran aprecio y afecto, al punto de proponerlo como candidato a Presidente en 1922 y a aconsejar a sus amigos, en 1931, que mantuvieran unido al partido Radical bajo la conducción de Alvear.

Ya en 1897 don Marcelo había asistido a Yrigoyen –de quien fue padrino- con motivo del duelo a sable con Lisandro de la Torre, del que Yrigoyen salió victorioso pese a que de la Torre era todo un esgrimista, tras producirle varios cortes en la cara a su adversario.

El 2 de julio de 1891 Alvear firmó, con Alem e Yrigoyen, el acta fundacional de la UCR.

En 1892, tras la gira por el interior del país en apoyo de la fórmula presidencial Bernardo de Irigoyen- Juan M. Garro, fue detenido por primera vez y deportado a Montevideo.

Participó junto a Yrigoyen en la revolución de 1893; el gobierno revolucionario –que duró nueve días- fue encabezado como gobernador de la provincia por Juan Carlos Belgrano, quien nombró a Alvear ministro de Obras Públicas.

En 1898 don Marcelo conoció a Regina Pacini, una gran cantante lírica que vino a BA  a dar una temporada. Se enamoró, sin suerte en el momento. Persiguió a Regina en sus presentaciones en toda Europa hasta que al final consiguió el sí y se casó con ella  en 1907. Se radicaron en las cercanías de Paris, en la finca Coeur Volant. Fueron compañeros inseparables toda la vida.

En 1912, ya en vigencia la ley Saénz Peña, fue elegido diputado nacional por la Capital en la lista del partido Radical.

Cuando Yrigoyen asumió la Presidencia le ofreció la cartera de Guerra, que no aceptó, y entonces el Presidente lo nombró embajador en Francia.

En 1922, fue propuesto candidato a Presidente por Yrigoyen pese a que habían tenido diferencias en materia de política internacional a raíz de la posición del Presidente en torno a la formación de la Liga de las Naciones, que Alvear no compartió. Ganó las elecciones sin moverse de Paris. Cuando el vapor en que viajó para hacerse cargo del Gobierno llegó a BA Yrigoyen –que no iba a ninguna parte- lo esperaba en el puerto. Subió al vapor y se confundió con don Marcelo en un gran abrazo.

La Presidencia de Alvear fue excelente.

La economía prosperó como nunca y el PIB per cápita fue el sexto más alto del mundo al terminar su gobierno.

La ganadería y la agricultura, así como los cultivos industriales, tuvieron un gran crecimiento y se protegió a la industria con aranceles del 25%.

En 1922 se instaló la primera planta de Ford y en 1925 de General Motors, lo que favoreció el aumento del parque automotor y creó nuevas fuentes de empleo.

El país gozaba de un crédito ilimitado para el caso que necesitara reforzar sus reservas de oro y divisas.

Hubieron fuertes inversiones americanas e inglesas en diversas ramas de la de la actividad económica, v.g. en la  industria frigorífica, en transportes y en energía.

En materia social se dictaron la ley sobre trabajo de mujeres y menores, la ley sobre sociedades cooperativas, la que declaró feriado el Primero de Mayo aunando la fecha de las reinvindicaciones obreras a la conmemoración de la Constitución, la ley sobre el pago de salarios en moneda nacional, la de jubilaciones para maestros y empleados de banco, y, entre otras, vale recordarlo especialmente en este tiempo, la ley de derechos civiles de la mujer.

El gobierno de Alvear fomentó la inmigración. Entre 1924 y 1929 entraron al país más de 2 millones de inmigrantes, de los cuales 638 mil se radicaron definitivamente.

El Presidente resolvió con un laudo ejemplar, conocido como “Laudo Alvear”, el conflicto azucarero que había surgido en Tucumán, favoreciendo a los productores cañeros y a los peones de los ingenios,

El Gral. Enrique Mosconi fue nombrado Director General de YPF. Llevó adelante una gran tarea, con miras a lograr el autoabastecimiento petrolero, tarea que incluyó la construcción y puesta en marcha de la gran Destilería de La Plata, que fue, en su momento, la décima más grande del mundo. Fueron reservadas vastas áreas para ser exploradas por YPF. En ocho años Mosconi logró casi triplicar la producción de petróleo.

Se formó la marina mercante nacional.

Se modernizó y equipó fuertemente al ejército con la compra  de centenares de cañones de 155 mm., se construyó la base de submarinos de Mar del Plata y se fomentó la industria aeronáutica a través de la instalación de la Fábrica Nacional de Aviones en Córdoba.

Se realizaron importantes obras de infraestrcutura que sería largo enumerar aquí.

Se construyó la Casa del Teatro por inspiración de Regina Pacini, se creó el Conservatorio Nacional de Música, se crearon los cuerpos estables del coro, orquesta y ballet del Teatro Colón, se creó el Comité Olímpico Argentino, se estableció la hora oficial argentina, se inauguró el palacio del Correo.

En suma: una obra de gobierno excepcional.

En 1928 lo sucede en la Presidencia Hipólito Yrigoyen que ganó ampliamente las elecciones.

El Presidente, anciano y enfermo, fue perdiendo el control de la situación política.

La lentitud que había caracterizado  su primera presidencia se acentuó con la vejez. Y se complicó con la desconfianza. En cada expediente que debía firmar sospechaba  un posible negociado, con el resultado de la paralización administrativa. En los primeros cinco meses de su gobierno solo firmó  un promedio de dos decretos por día.

 

Yrigoyen se encierra y se enferma. Su estado de salud y los efectos de la crisis financiera de 1929 minaron su poder y alentaron a los sectores golpistas  -encabezados por el Gral Uriburu, de orientación fascistoide, que fracasó luego en su intento de modificar por decreto el régimen institucional argentino- apoyados por políticos conservadores, algunos radicales y, curiosamente, por los partidos de izquierda y parte del mundo universitario, a dar el golpe de estado cívico militar del 6 de setiembre de 1930, del que tomó parte Perón, para derrocar a Yrigoyen y abrir un período terrible en la vida pública argentina.

El gobierno de la dictadura creyó que el radicalismo estaba  derrotado, poco menos que muerto, y llamó a elecciones en la provincia de Bs.As. para el 5 de abril de 1931. Como los radicales ganaron, encabezados por Pueyrredón, las anuló.

Don Marcelo volvió al país el 25 de abril y se puso al frente del Partido Radical, para unirlo y reorganizarlo.

A raíz de la  rebelión  encabezada por el Cnel. Gregorio Pomar en mayo del mismo año, el gobierno denunció un plan terrorista y virtualmente obligó a los dirigentes radicales –incluído Alvear- a exiliarse.

La UCR decidió que no participaría de las elecciones presidenciales convocadas por el gobierno para el 8 de noviembre si continuaban las hostilidades contra el Partido. Quienes firmaron esa declaración fueron imediatamente procesados. Y la UCR declaró la abstención electoral.

En dichas  elecciones del 8 de noviembre de 1931, signadas por el fraude y la violencia más descarados, fueron elegidos Presidente y Vice el Gral. Agustín P. Justo y el Dr. Julio A. Roca (h)

Don Marcelo regresó al país en julio de 1932 y se hizo cargo del Comité Nacional de la UCR. Yrigoyen, desde Martín García donde estaba prisionero,  pidió a los radicales que se mantuvieran unidos bajo la jefatura de Alvear.

El 27 de diciembre de 1932 la alta dirigencia radical se reunió en Santa Fe y dos días después el gobierno decretó el estado de sitio con motivo  de la intentona revolucionaria del Tte. Cnel Atilio Cattáneo, y detuvo a centenares de dirigentes radicales, entre otros al propio Alvear, Honorio Pueyrredón, Guëmes, Tamborini, el Gral. Dellepiane, y los trasladó a Martín García.

El 8 de enero el comandante de la isla les hizo saber a los presos que serían confinados en otro lugar  a menos que optaran por ser trasladados a Europa en un buque de la Armada. Alvear eligió esta última variante, y los que no, entre ellos Ricardo Rojas, fueron llevados a Ushuaia. El buque que trasladó a Alvear debió hacer el viaje hasta Lisboa sin escalas por orden del gobierno, pero se quedó sin combustible y su capitán sin dinero. Gracias a que don Marcelo firmó por aval unos pagarés que el capitán dio en pago del combustible el buque pudo seguir su viaje.

Don Marcelo se instaló en  Francia por alrededor de un mes y en octubre regresó a BA donde fue recibido por una multitud que lo acompañó hasta su domicilio.

En enero de 1935 la UCR levantó la abstención y empezó a participar en las elecciones, triunfando, bajo la guía infatigable de Alvear, en todos aquellos distritos en los que se pudo votar libremente: Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos y Buenos  Aires.

En las elecciones del 5 de setiembre de 1937 la UCR sostuvo la fórmula Alvear-Mosca. Como todos sabemos, hubo fraude y violencia de todo tipo y se impuso el binomio oficialista Ortiz- Castillo.

Tras la amañada derrota, resultado de un proceso electoral viciado que fue una verdadera vergüenza para el país, Don Marcelo siguió luchando por la libertad del sufragio, el respeto a las instituciones, la democracia y la República.

Fue incansable.

Ahí están sus discursos ante el Comité Nacional de la UCR de los últimos meses de 1937, los de marzo de 1938, sus declaraciones a la prensa, los discursos de 1939 en BA y en el interior, los de 1940, especialmente el pronunciado en el Luna Park el 20 de marzo de ese año, en  Córdoba en el mes de mayo cuando el  Dr. del Castillo asumió la gobernación.

Además, participó muy activamente en las campañas electorales en Tucumán en octubre de 1938, en Entre Ríos en marzo de 1939, y también en San Juan, haciendo uso de la palabra en actos en diversos pueblos en el mismo día. Siempre defendiendo los grandes ideales de la democracia. Y señalando su honda preocupación por la prepotencia criminal de los regímenes totalitarios y, en especial, por la agresión nazi en Europa. Dio su decidido y franco apoyo a los aliados –como antes lo había hecho con la República Española- y denunció la existencia de una quinta columna nazistoide en la Argentina.

Don Marcelo enseñó con expresión clara y directa que no basta con defender solo el aspecto político de la democracia, que en nuestro país se traduce en la simple defensa de nuestras instituciones y leyes fundamentales. Es preciso la defensa de la democracia en su aspecto integral: el culto al derecho, a la justicia, a la libertad, a la decencia en la vida pública, el respeto al individuo, a sus ideas y creencias. Y darle, como lo hizo Alvear desde el Gobierno, las bases económicas y sociales indispensables para que los argentinos se sientan parte activa, integrante, solidaria de una sociedad democrática bien ordenada.

La tarea, así escuetamente enunciada, es ardua y difícil, requiere conocimiento, inteligencia y ética de la responsabilidad y no de la declamación en los dirigentes. Pero por eso mismo es más noble y patriótica. Y en ella no hay que temer a la censura y al ataque, porque como bien dijo el propio Alvear, la única manera de que los actos de un político no se presten a críticas es no hacer nada. Y recordar que un demócrata, un buen argentino, si es sincero, debe  anteponer, sin trepidar, los intereses generales a los intereses de círculo o de partido. Cosa que, lamentablemente, no siempre sucede.

Fue una desgracia que muriera a los 73 años, en 1942, cuando se cernía la tormenta en la Argentina y su presencia y su acción hubieran sido de gran importancia.

Ojalá que en las difíciles y graves circunstancias por las que atraviesa hoy nuestro país, los políticos y los ciudadanos con responsabilidad en la vida pública se inspiren en el preclaro ejemplo de este gran argentino, que contribuyó con su acción de gobierno, con sus luchas cívicas, con su ejemplo  y con su palabra esclarecida, al progreso de la Patria y a la vigencia de los grandes valores morales que supieron sustentarlo.

Buenos Aires, marzo de 2019.

 

Por Román Frondizi**

 

*Versión desgrabada de la conferencia del autor en el Instituto Acádemico de Estudios Políticos Dr. Marcelo T. de Alvear el 27 de marzo de 2019.

** El autor es jurista, camarista federal (r), ex Conjuez de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, escritor y ensayista.