La palabra “gabinete” nos llega desde el derecho constitucional consuetudinario británico y se refiere precisamente a las reuniones de pequeños grupos de consejeros con el monarca, a fin de definir decisiones políticas de peso o trascendencia. Con el tiempo ha pasado a significar el grupo de ministros que acompaña al  Ejecutivo, aunque el termino recién ingresa formalmente a nuestra Constitución con la reforma de 1994, al crearse una figura pensada como un fusible, la del “Jefe de Gabinete de Ministros”, a  cargo de la administración general del país, dotado inclusive de poderes reglamentarios tanto los propios como los que le sean delegados por el presidente. (Artículo 100) . De este modo se pensó aliviar la carga administrativa presidencial, creando esta figura delegada, para el desempeño de lo que se estima el despacho de las cuestiones de rutina ,dejando la conducción estratégica y la responsabilidad política concentrada en el presidente . De algún modo se pensó dar mayor volumen a lo que en muchos aspectos venía desempeñando el Secretario General de la presidencia.

En realidad nada ha  funcionado como se pensó, el Secretario General sigue existiendo, y la reglamentación de la mencionada Jefatura ha sido sumamente deficiente, manteniéndose la primacía indiscutible del Ejecutivo, sin ningún alivio notorio de sus responsabilidades formales, generándose en los hechos una mera duplicación de instancias.

En el sistema británico,  donde el ejercicio del poder ejecutivo y legislativo, depende de las mayorías electorales que permitan formar gobierno al Partido con más Bancas, subyace una hipotética posibilidad de alternancia por lo cual  la oposición  debe mantenerse  siempre preparada para el evento de tener que pasar a ejercer la conducción del gobierno.

Esto ha determinado, que, en la práctica, surgiera el denominado “Shadow Cabinet” o sea un gabinete de la minoría opositora , que no ejerce poder alguno, sino que, en las sombras, o sea fuera de las luces de la opinión pública, se mantiene activa, preparando, en espejo, posibles iniciativas propias para el caso de tener que asumir, y ,aún como minoría, unida con alguna de las otras minorías, impulsar  propuestas  fundadas en su plataforma política, así como mantener activos enfoques críticos ya sea para bloquear, impedir, o modificar las que lance la mayoría en el gobierno. Como en este sistema el Ejecutivo es un desprendimiento del Parlamento, está necesariamente integrado por legisladores, y forma parte de su carrera política especializarse en los temas que eventualmente podrían llegar a tener que tocar o ejercer de corresponder a su partido la alternancia en el poder. Cada uno de los integrantes de este gabinete oculto podrá contar con el número de asesores que se le asignen o requiera para ir analizando las propuestas de políticas y acciones de gobierno y diseñar a la vez opciones alternativas para alimentar argumentativa mente con proyectos a los diputados del sector.

Este es un muy valioso instrumento para mantener viva la política partidaria, a través de la necesidad de intervenir en la  formulación de políticas alternativas, la unificación de criterios políticos así como  el  mantenimiento y disciplina de los criterios de liderazgo  de conducción opositores .Asimismo permite el diálogo entre las distintas líneas internas , la verificación de la solidez de las lealtades y liderazgos  de los parlamentarios así como para la formación de quienes deberán eventualmente asumir responsabilidades efectivas de gobierno, en  caso de lograr las mayorías necesarias para ello.

Entre nosotros, a pesar de la enfática declaración contenida en el artículo 38 en cuanto que los partidos políticos son  “instituciones fundamentales del sistema democrático”, no ha tenido éxito la propuesta de su uso como instrumento de formación y organización políticas. Probablemente por los largos períodos en que las alternancias no se realizan, lo que vuelve decorativos los cargos, y relaja la voluntad de trabajo de los participantes.

Una fórmula sustituta, pero mucho más desorganizada, se produce aquí a partir de la participación de los diputados y senadores en las distintas comisiones donde se analizan los temas, lo que en cierto modo configuraría una alternativa con ciertas semejanzas, pero mucho menos eficaz en cuanto al aseguramiento de las lealtades y de las coincidencias respecto de las líneas políticas a sostener. Mayoritariamente quienes son designados en las comisiones se ven obligados a trabajar de modo reactivo, respecto de las iniciativas que va presentando el Ejecutivo a través de sus representantes. Y no tienen pues oportunidad de trabajar colaborativamente para la formulación de alternativas políticas propias.

En la actual circunstancia, sin embargo, parece imprescindible que las autoridades de las alianzas  opositoras y con  pretensión de formar gobierno, consideren seriamente usar este método de trabajo para la formación de líneas coherentes internas que se integren en tareas colectivas para la eventual puesta en práctica de las propuestas políticas que deben sostener. Ello, por varios motivos. En primer término para que los legisladores  tomen en serio su tarea, y se preparen pensando que eventualmente han de ejercer el poder. En segundo lugar, para discernir quiénes son los elementos más valiosos como difusores de las ideas, que muchas veces no coinciden con quienes ejercen entre bastidores la tarea penosa, muchas veces monótona, y poco reconocida, de diseñar y generar  a través de negociaciones, debates, y análisis de las dificultades a superar, la organización tanto de las medidas que específicamente formaran parte de la plataforma de gobierno, como las narrativas racionales y convincentes que permitan llevarlas adelante, identificando los grupos de trabajo habilitados para ello, o las requeridas para el análisis y crítica de  las propuestas disidentes. La corresponsabilidad emergente del trabajo en equipo de algún modo puede  servir para domesticar los egos, y detectar tempranamente los que podrán legítimamente aportar al esfuerzo colectivo, de quienes solo buscan empoderarse.

Una primera decisión es hasta qué punto han de trabajar en espejo, y como coordinar los niveles de trabajo creativo, unificación del discurso, y compatibilización de los  distintos liderazgos internos.

Las experiencias sobre la cantidad de ministros necesarias para atender los asuntos, han sido muy variadas y me referiré básicamente a dos ejemplos extremos. Cuando los militares tomaron el poder en 1966 aportaron planes previamente formulados por sendos Consejos de Desarrollo y Seguridad que debían cumplirse en tres etapas de reformas en lo económico, social, y  político. Desde ese punto de vista organizaron un gabinete de sólo cinco ministerios, que de ninguna manera demostró ser más eficiente por sobresaturación de temas distintos en pocas cabezas decisorias, lo que en la práctica generaba un embotellamiento a nivel de la Secretaría General de la presidencia y demora tanto en la toma de decisiones como en la ejecución de lo resuelto. Por el contrario, el gobierno que accedió en 2015, programó 21 ministerios, lo que, sumado a la jefatura de gabinete, también provocó serios niveles de ineficacia y problemas de comunicación y coordinación entre los distintos sectores de la función pública.

Valgan estos dos ejemplos para demostrar la importancia del trabajo instrumental previo, para cualquier hipótesis de prever y preparar de modo coherente y con algunas probabilidades de éxito, las enormes dificultades que deberá enfrentar cualquier equipo que pretenda gobernar en el futuro.

por Roberto Antonio Punte