Una oportunidad para la paz

He tomado como título de esta nota la famosa canción de John Lennon, Give peace a chance, porque me parece que las grandes potencias no lo están haciendo. Obviamente, no lo hace Rusia al invadir Ucrania pero tampoco lo hace Occidente al prolongar el conflicto en lugar de presionar para un cese de fuego, seguido de negociaciones.

En un plano más profundo, tampoco contribuye a la paz la pretensión ucraniana de integrar la OTAN ni las grietas internas en los Estados Unidos que han impedido seguir una línea internacional coherente.

 El marco estratégico global

Desde que el imperio Británico dejó de ser la primera potencia mundial, el sistema internacional ha tenido como pilar central a los Estados Unidos. Soy firme partidario del mantenimiento de ese sistema. Los desafíos a esa primacía que representaron la Alemania Nazi, el imperio del Japón y la Unión Soviética afortunadamente fracasaron.

Rusia no tiene capacidad para desafiar la hegemonía estadounidense. La equiparación con la Alemania Nazi es falsa. En 1940, Alemania derrotó a Francia en un mes y medio. Rusia sólo ha podido ocupar una parte reducida de Ucrania en el doble de tiempo. En el futuro previsible, únicamente la República Popular China podría desafiar a Estados Unidos. En esa confrontación, Rusia debería ser aliada de Occidente.

En esa línea se enmarca la política, hoy cuestionada, de la ex canciller, Angela Merkel –posiblemente la mejor dirigente mundial de las últimas décadas–, tendiente a integrar a Rusia con Europa. Emmanuel Macron ha sido objeto de críticas similares. Y Donald Trump fue objeto de denuncias falsas y de un juicio político, que cerraron toda posibilidad de un entendimiento ruso-estadounidense.

Vladimir Putin es un autócrata, como lo han sido todos los máximos dirigentes rusos desde que el ducado de Moscú se impuso a la república de Novgorod. Eso no ha impedido que Rusia tuviera muy buenas relaciones, y hasta alianzas militares, con potencias occidentales a lo largo de varios siglos. Lo mismo ocurre con otros regímenes no democráticos, como el reino de Arabia Saudita, un firme aliado de Estados Unidos desde hace varias décadas.

Enfrentar a todos los regímenes autoritarios del mundo puede ser una bandera electoral convocante pero con ella Estados Unidos llegaría muy debilitado a una confrontación con China.

Temo que la reacción occidental frente a la controversia –y ahora guerra– ruso-ucraniana empuje definitivamente a Rusia al campo chino.

 Un conflicto previsible

El 6 de diciembre pasado, al hablar en la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, cité el pensamiento del historiador escocés Niall Ferguson y advertí que la imagen de debilidad que proyectaba Estados Unidos después de la retirada de Afganistán podía generar en Pekín y Moscú la tentación de usar la fuerza militar para modificar el statu quo internacional.[i]

¿Era evitable esta guerra?

 Lo ignoro. No es posible llegar a conclusiones serias sobre una evolución contra fáctica. No sé si hay factores en juego que no conozco. Pero las causas explícitas –las que se han mencionado expresamente por las partes– podrían haber sido tratadas de manera constructiva.

 a) La oposición rusa al deseo ucraniano de incorporarse a la Organización del Tratado del Atlántico Norte: Esta controversia me recuerda la instalación de misiles soviéticos en Cuba, en 1962. Estados Unidos reaccionó firmemente, estableció un bloqueo naval en el que participó la Argentina y forzó la retirada de esos armamentos. La incorporación de Ucrania a la OTAN permitiría la instalación de bases estadounidenses en ese país, con armas nucleares, como las que tiene en varias naciones de Europa. Apoyé la posición de John Kennedy entonces. El mismo criterio me lleva a comprender hoy la posición de Rusia.[ii]

b) El eventual ingreso de Ucrania a la Unión Europea: Rusia no puede ver en esta posibilidad una amenaza a su seguridad. Me opongo a ella por razones propias de la Unión Europea.

Traté la cuestión en la misma Academia el 27 de octubre de 2014.[iii] Comparto el sueño de Jean Monnet: la formación de los Estados Unidos de Europa. Un estado federal que, al centralizar el poder de decisión política y militar, hubiera permitido a Europa transformar su potencia económica en influencia política y poder militar equivalentes. Occidente se hubiera fortalecido al contar con otra superpotencia y el mundo entero se vería beneficiado al superar los esquemas bipolares que se han sucedido desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.

Ese objetivo se hace cada vez más difícil a medida que la Unión se expande. El estado federal debería haberse constituido con los seis miembros fundadores y quizá unos pocos estados más. La incorporación del Reino Unido lo hizo imposible. Los británicos nunca hubieran aceptado que su país se convirtiera en una provincia de un estado federal. El Brexit eliminó este obstáculo, pero llegó tarde. La extensión a un gran número de países, cada vez más heterogéneos, lo aleja.

c) Las disputas territoriales en Crimea y el Dombás: Es frecuente, y generalmente inevitable, que al producirse la fractura de una unidad política (en este caso el imperio Ruso y su sucesora, la Unión Soviética) surjan conflictos relacionados con la fijación de las fronteras de cada fracción.

El recurso de la consulta popular es indiscutible cuando en un proceso de descolonización se consulta a la población preexistente a la invasión colonial. Cuando ella ha sido trasladada a otras regiones como se hizo sistemáticamente en Rusia (o expulsada como en las Islas Malvinas), la opinión de la población introducida por la potencia colonial no tiene el mismo valor. Factores como la geografía y la historia adquieren fuerza.

No pretendo determinar cómo debe resolverse este tema. Sólo me interesa resaltar que la cuestión no es tan clara como lo plantea la prensa occidental.  Y considero que la historia le da mejores argumentos a Rusia. Cuando Kiev era el centro dominante de lo que entonces se conocía como “Rus”, su territorio no incluía ni Crimea ni las regiones al este del río Dniéper, que hoy están en disputa. Luego del período en que toda Rus fue vasalla de la Horda Dorada, Rus pasó a ser gobernada desde Moscú. Crimea, habitada por tártaros, fue parte del imperio Otomano hasta que los turcos, derrotados por el ejército imperial ruso, reconocieron en primer término un kanato independiente, satélite de San Petersburgo, hasta que Catalina II, la grande, lo incorporó al imperio. En esa época, Ucrania no existía como entidad política independiente. La asignación de esa península a la República Socialista Soviética de Ucrania en 1954 fue una decisión del Soviet Supremo de la URSS, en el marco de un régimen político muy centralizado.

Las consecuencias de la guerra

No puedo opinar pronosticar la evolución futura de la guerra pero es posible examinar algunas alternativas.

Estados Unidos parece actuar bajo la convicción de que Ucrania puede ganar la guerra. Más aún, Biden ha declarado (aunque luego se desdijo) que su objetivo es la caída de Putin. Una vez más, Estados Unidos se habría embarcado así en la promoción de un cambio de régimen en otro país.

El fracaso de la “operación especial” no necesariamente provocaría la caída de Putin. Y, a la luz de la experiencia recogida en Afganistán, Iraq, Egipto y Siria, para mencionar sólo casos muy claros y recientes, los resultados obtenidos en esos intentos de reemplazar gobiernos autoritarios por democracias han sido deplorables. O nos encontramos hoy con los mismos regímenes que se quiso derrocar o los reemplazos no han sido mejores que los anteriores. Es más probable que una Rusia humillada por Ucrania –con Putin o sin él– se alíe definitivamente con China.

Si, en cambio, la guerra continúa y Rusia consigue ocupar todos los territorios que reclama, Ucrania, pese al heroísmo de su pueblo y los esfuerzos de Occidente, tendría que aceptar las pérdidas territoriales. Occidente habría empujado a Rusia al campo chino inútilmente.

Por último, parece cada vez más probable que la guerra se prolongue indefinidamente sin resultados decisivos. Quizá éste sea el peor escenario para Europa y el mundo.

La sangría y destrucción de Ucrania se multiplicaría sin fin.

La continuación de las acciones militares ponen a Ucrania y a toda Europa ante el riesgo que suponen los quince reactores nucleares dedicados a la producción de electricidad, cuya operación normal podría verse seriamente afectada por impactos de bombas y misiles no necesariamente dirigidos contra ellos. O por la pérdida de control del personal idóneo ante ataques rusos para tomar posesión de esas instalaciones.

La guerra, al cortar casi totalmente las exportaciones ucranianas de granos, amenaza con causar más muertes en diversas regiones, particularmente en África, que las que provoquen las acciones militares.

Las sanciones occidentales a Rusia han agravado la crisis alimentaria y generado un impacto en diversos mercados, especialmente en los de hidrocarburos, que amenazan con llevar al mundo a una recesión cuando empezaba a recuperarse de los efectos de la pandemia de COVID-19.

Conclusión

Así como condeno la guerra desatada por Vladimir Putin –pese a reconocer cierta racionalidad de sus demandas– estoy convencido de que aún los objetivos más ambiciosos que los Estados Unidos y Occidente pueden perseguir, no justifican que se los busque a través del sacrificio de vidas ucranianas y rusas.

Occidente debería poner todos sus esfuerzos en lograr un cese de fuego inmediato. Para ello, debe dejar de entregar a Ucrania armamento pesado, aceptar la futura neutralidad de ese país y utilizar las sanciones aplicadas a Rusia para forzarla a negociar.

Los fondos que hoy se destinan a comprar armas deberían reservarse para la reconstrucción de Ucrania y la repatriación de sus ciudadanos.

Al parecer, líderes europeos como Macron le han sugerido a Biden la promoción de negociaciones. Estoy convencido de que es el camino a seguir: dar una oportunidad a la paz.

por Carlos María Regúnaga

Buenos Aires, 5 de junio de 2022.

[i] Carlos M. Regúnaga, Estados Unidos hoy: grietas y desafíos, Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, 6 de diciembre de 2021.

[ii] El Santo Padre Francisco parece opinar de la misma manera. Cuando ya esta nota estaba redactada pero aún no publicada, Elizabetta Piqué publicó un artículo en La Nación que considero muy importante. Ver Elizabetta Piqué, El Papa insistió en que la invasión de Rusia a Ucrania “quizá fue provocada”, La Nación, 14 de junio  de 2022.

[iii] Carlos M. Regúnaga, A hierro y sangre -La Unión Europea, el sueño federalista y las limitaciones del contractualismo, Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, 27 de noviembre de 2014.