Café Literario del Club del Progreso coordinado por Carmen Medrano

Eduardo Guarna, vicepresidente, y Roberto Punte, protesorero, fueron los representantes de la comisión directiva del Club del Progreso presentes en el acto de homenaje a Isidoro Blaisten que tuvo lugar en la Biblioteca el último jueves 2 de noviembre.  Se cerraba así el ciclo de los cafés literarios del 2017 que coordiné  a lo largo de los primeros jueves de cada mes. Una sala colmada con público destacado, varios escritores y periodistas: Hugo Beccacece, Jorge Rouillon, Marta Braier, Alba Piccasso, María Sáenz Quesada, Ángel Pini, Jorge Beltrán, Irma Verolín, el Arq. Luis Grossman, Armando Ribas, economista y amigo de las Letras, entre otros muchos, asistieron a las disertaciones que sobre la obra de Blaisten hicieron la reconocida crítica y poeta Cristina Piña y la periodista Graciela Melgarejo, albacea y mujer de Blaisten por más de veinte años.

En principio habló Cristina Piña, con lucidez poco común:

“A Isidoro no se lo puede encasillar en ningún grupo porque, a pesar de que su obra narrativa aparece en la década del sesenta asociada con El escarabajo de oro de Abelardo Castillo en la que seguirá publicando, sus cuentos presentan una amalgama de humor desopilante, ahondamiento en los puntos flacos de la clase media argentina, parodia de sus pretensiones y esnobismos –por cierto que con una ternura que se percibe hasta en sus creaciones de humor más ríspido, y un manejo de la lógica de la acción y del monólogo interior de sus personajes obsesivos que, con maestría impar, nos introduce en el delirio y el exceso.

Dicha amalgama lo aleja del tipo de narrativa en boga en el momento, aunque hay aspectos en que lo podemos acercar a Cortázar, pero un Cortázar demasiado borgiano, y ante todo al maestro Borges, a la par que su humor y la mirada que dirige a sus criaturas obsesivas, patéticas y entrañables nos lleva a asociarlo con autores como Anton Chéjov, Felisberto Hernández o Mark Twain, pero también a Arlt por las disparatadas empresas que pergeñan sus personajes. Y la articulación de todo esto configura una trama literaria que le confiere una peculiaridad singularísima.

En ese universo donde campea el humor, sea estallando como un látigo en sus micro-textos de El mago o desarrollándose en relatos más extensos y con modalidades que van del desopilante juego lingüístico o la salida absurda a la sátira o el humor negro, hay una crueldad ominosa y latente, una sensación de peligro que nos acompaña a lo largo de muchos de sus relatos y que remite a las aristas cada vez más inquietantes de la realidad que nos rodea.

A esta articulación excepcional de elementos dispares habría que agregar su gran marca de fábrica: la perfección formal, un trabajo del estilo y de la estructura narrativa de tal maestría que sólo para el escritor o el crítico se revela en su extremo rigor y su exigencia. Porque para el lector común, los relatos de Isidoro tienen una fluidez y una aparente naturalidad envidiables, que son el logrado y engañoso reverso de un trabajo tan minucioso y obsesivo como las construcciones mentales de sus personajes.”

Y como cierre, la mujer y compañera de vida, Graciela Melgarejo:

“Isidoro siempre rescató la magia en todo, en la vida y en la literatura. Para él, la magia acomodaba las cosas, por eso escribió El mago. Pero, además de la magia, Isidoro eligió, también, dos grandes temas que vertebraron su obra: el humor y la poesía, y lo que resultaba de unirlos para combatir a su gran enemigo, la solemnidad (su discurso de ingreso como miembro a la Academia Argentina de Letras llevaba como título La solemnidad destruida). El humor significó siempre una forma de la salvación, la posibilidad de alejarse de la locura que implicaba el camino de la poesía: “Sé que la poesía conduce a la locura y que un poeta es como un cartero que corre envuelto en llamas, alguien que corre envuelto en fuego con algo en la mano que tiene que entregar.Tan importante fue el humor en su obra y en su vida, que “el humor de Isidoro Blaisten” se transformó casi en un lugar común en las reseñas de sus libros. Y su definición del humor, “la penúltima etapa de la desesperación”, en un locus classicus

…De las últimas anticonferencias que dio hay que destacar, entonces, Latinoamérica: el humor de sus poetas, escrita especialmente para la inauguración del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires.  En esta anticonferencia, el humor es otra vez el tema principal. Escribe Isidoro: …Y, sin pretender que nadie me acuse de autoplagio, sin pretender que nadie me compare con Camilo José Cela que inauguró cuatro congresos distintos con el mismo discurso, humildemente voy a citarme a mí mismo y a mis libros Anticonferencias y Cuando éramos felices, cuando lo crea necesario.  En esos libros dije que el humor se parece a la poesía por su mecanismo. Es siempre, en esencia, una metáfora. Establece un misterioso nexo entre dos cosas aparentemente imposibles de comparar. Tanto el humor como la poesía encierran en su mecanismo el júbilo del descubrimiento. Pero mientras la poesía descubre, descorre el velo de la belleza, el humor desgarra el velo de la estupidez humana…

…Para comprender en profundidad lo que el humor significó para Isidoro Blaisten en su obra hay que volver a leer sus libros, más actuales que nunca. Y retener esta frase, que resume muy bien su ars poética y su posición ante la vida:

Heidegger definió a la poesía como la fundación del ser por la palabra. Creo que nada somos sin esa palabra y que hay en la intimidad de los seres humanos un momento irrepetible en que esa palabra debe ser escuchada. Es entonces cuando la poesía y el humor “sobre el puente del daño se hacen señas”.

Y hubo más, incluida la intervención de algunos asistentes.  Fue bueno comprobar que, a través de esta evocación  a Isidoro Blaisten, se logró establecer un nexo perfecto entre el escritor, las disertantes y el público.

 Carmen Medrano, noviembre 2017.