El psicólogo suizo C. G. Jung (1875-1961) señaló que nuestra civilización se halla en “transición”, es decir, sujeta a transformaciones veloces, inciertas y críticas. Su estudio de la psique colectiva, presente en cada individuo, le permitió afirmar que tanto la raíz de buena parte de nuestros males como su “remedio” radican en la profundidad anímica . Podría sintetizarse lo antes señalado con una sugestiva cita de F. Hölderlin : “Pero donde está el peligro también crece lo salvador”.

La presencia del mal no asumido en el alma, sino proyectado sobre el prójimo, es de gravísimas consecuencias en nuestra época, pues el ser humano, por una parte, está espiritualmente desamparado y por la otra cuenta con un enorme poder de destrucción. Creemos que basta con confiar en la buena voluntad y con cumplir con determinadas reglas morales -imprescindibles- para evitar el mal. Sin embargo, en todo “moralista” -que soslaya sus contradicciones internas- se oculta una sombra que puede adquirir proporciones insospechadas. El propio Jung tenía en alta estima a San Pablo, quien no dejaba de considerarse el primer pecador. Jung insistía en que se trata de asumir la sombra personal y colectiva, es decir, aquellos contenidos incompatibles con los valores del yo consciente que se hallan presentes en nuestro interior, perturban nuestros sueños y alteran nuestra emocionalidad. “Asumir” significa reconocer y discernir los impulsos, las imágenes, ideas y aun los sueños que me contradicen, pues de algún modo influyen, aun de modo sutil, en mi disposición frente a los demás.Se trata de aceptar que nuestra responsabilidad colectiva no se limita a nuestras buenas acciones, sino que requiere de un cuidado de sí

Para Jung, los neuróticos son torturadores compulsivos que no quieren sufrir su propia inferioridad, es decir, no aceptan ese “peligro interior” que, no obstante, puede “salvar”. Obsérvese que el mensaje es tan severo como esperanzador, pues en definitiva se trata de aceptar que nuestra responsabilidad colectiva no se limita a nuestras buenas acciones, sino que requiere de un cuidado de sí. Recordemos que con sus ayunos Gandhi no solo protestaba contra la injusticia y la violencia exteriores, sino que también observaba e intentaba trabajar la presencia de esos males externos en su propio interior.

En una conferencia dictada en Viena hacia 1932, en la que Jung ya temía una nueva guerra mundial, afirmó: “Las catástrofes gigantescas que nos amenazan no son procesos elementales de índole física o biológica, sino acontecimientos psíquicos”. Una pandemia no es lo mismo que una guerra, pero podría decirse que ante cualquier mal colectivo, sea de origen natural (un terremoto) o de origen moral (una guerra), es fundamental comprender que la respuesta más responsable requiere, además de las acciones pertinentes, de un cuidado de sí. Es por ello que el “cuidado de sí”, es decir, las prácticas psíquico-espirituales -meditación, yoga, ejercicios espirituales de San Ignacio, etc.- propuestas por todas las tradiciones espirituales, aunque con múltiples variantes, se tornarían una parte fundamental de la formación cultural.

Pierre Hadot demostró que, para algunas corrientes de la filosofía antigua, un auténtico filósofo debe ejercitarse espiritualmente. Jung, por su parte, intentó mostrar que la importancia del cuidado de sí le compete también al no creyente y, por ello, propuso un trabajo peculiar sobre los sueños y la imaginación activa. Si se aceptara la tesis de Jung, cuidarse interiormente constituye una obligación ética, pues de algún modo impacta en uno mismo y en los demás. La única manera de responder a ello es recordar que hay una responsabilidad colectiva en cada individuo, pues es allí, en el individuo, en donde se “padece” y se “hace” la época. “Cuando contemplamos la historia de la humanidad -escribió en 1933- no vemos sino la superficie exterior de los acontecimientos (…). En nuestra vida más privada y subjetiva no solo padecemos una época, también la hacemos. ¡Nuestra época somos nosotros!”.

por Bernardo Nante*

La Nación, 23 de junio de 2020  

*Decano de Filosofía, Letras y Estudios Orientales de la USAL