SEMEJANZAS ENTRE PROSELITISMO K Y PROSELITISMO COMUNISTA –
Siempre —incluso en sociedades con mayor número de habitantes— ronda los cien mil el número de personas que no son en absoluto comunistas, pero se alían con ellos por dinero, privilegios, ganas de protagonismo, vanidad, codicia o afán de venganza. Siempre y en todas partes delatan y traicionan a todo y a todos en los que alguna vez creyeron, si a cambio se les permite servirse su ración de pastel. ¿Quiénes eran esos proselitistas? Se podían distinguir tres tipos característicos. En primer lugar, el Progresista Creyente que tenía fe en la Idea. Ni siquiera el ejemplo de las décadas de Historia soviética transcurridas podían convencerlo de que la Idea estaba obsoleta, que era inhumana y que en el mundo se habían puesto en práctica unos sistemas de producción, distribución y propiedad completamente nuevos que podían ayudar a las masas trabajadoras con más rapidez, eficacia y justicia que la centenaria Idea. Ellos tenían fe en la Idea con la testarudez y la obstinación miope de quienes sólo han leído un libro; no les valían discusiones ni argumentos, se daban la vuelta cuando alguien les mostraba la realidad: la prueba de que la ideología comunista —que respondía al fenómeno del capitalismo monopolista del siglo anterior— era algo completamente desfasado, superado y carente de sentido en ese momento de masificación y revolución tecnológica. No querían saber nada de lo que se había realizado con una velocidad vertiginosa durante el siglo XX, porque necesitaban seguir creyendo en el Texto Sagrado de los envejecidos pergaminos venerados desde el siglo XIX, en la Idea Única. Esos pobres de espíritu que creían firmemente que el Reino de los Cielos les pertenecía no eran muchos, pero siempre habrá idiotas en todas partes, y si se alían con el poder pueden resultar incluso peligrosos.   En segundo lugar estaban los compañeros de viaje cínicos y agresivos, que no eran en absoluto idiotas cuando confesaban: «Ya sé yo en qué consiste esta bellaquería, ya sé que arrebatarle a la gente el derecho a la propiedad privada y a la libre empresa, además de las libertades políticas y espirituales, no redunda en beneficio de la masa trabajadora, sino que se trata simplemente de un pretexto para llevar a cabo sus diabólicas empresas y permitir que una minoría cínica y violenta viva bien sin tener ni la condición ni el talento para merecerlo. Quizá todo acabe mal porque la empresa es inhumana, pero a mí me va a venir bien. Así que… venga, adelante, yo me voy con ellos.» Éstos eran más numerosos que los idiotas, aunque tampoco constituían la mayoría. La mayoría de los cien mil aliados de los comunistas 

Por Sándor Márai