Clarín DEBATE. (7/7/19)

No es posible construir futuro si los próximos resultados electorales pueden dar pie para que el vencedor se enferme de la utopía de apropiarse de la identidad nacional.

Durante su primer siglo, Argentina, en un derrotero imparable de progreso institucional y económico, logró el respeto del mundo. Mucho tuvo que ver la filosofía educativa de Sarmiento, la inteligencia ordenadora de Alberdi y el compromiso de una generación cohesionada en la comunión con los valores requeridos para construir una República. Así, a pesar de sus profundos enfrentamientos tácticos, nuestros mayores conformaron una nación y la pusieron en marcha redoblada.

Hoy, fraccionado entre enfrentamientos y declaraciones altisonantes, nuestro país se ha empantanado, perdiendo la huella y la brújula. Las clarinadas de “ellos o nosotros, o los que no son ni lo uno ni lo otro” solo expresan épicas menores, propias de la decadencia.

CAMINO A LAS ELECCIONES

No es posible construir futuro si los próximos resultados electorales pueden dar pie para que el vencedor se enferme de la utopía de apropiarse de la identidad nacional. Sin una agenda común de desarrollo, los próximos pasos serán, una vez más, saltos de saltimbanquis.

Y, si encima, los contendientes confunden programas de acción con decálogos de buenas intenciones que todos suscribirían, alcanzaremos el cenit de la confusión, que se agrava cuando se incluyen entre los logros, las tenebrosas corrupciones del pasado reciente.

Los pueblos construyen su futuro si aceptan que la identidad resulta de aceptar la historia común, pero lo destruyen repartiendo culpas y responsabilidades, que dan origen a las grietas.

No hay una única grieta en nuestro país. Son muchas y diversas. Y el ejercicio de llevar las diferencias al punto de no retorno se ha convertido en una práctica política de vuelo corto, pero efectista, y factor de más confusiones.

Con la memoria, lo que sucede a nivel individual, no tiene traducción colectiva. Los registros de la opinión pública muestran pereza para razonar y velocidad para simplificar. Trasladados a la conciencia de la sociedad, el olvido es traición para algunos y salvación para otros, aunque siempre, al final, apelemos a las herencias inmediatas para minimizar los errores.

Sin una agenda común de desarrollo, que impone una concepción acordada entre toda la dirigencia en los diferentes niveles y regiones, Argentina seguirá en la confusión del pantano.

Cuando el empantanamiento se agrava, las ruedas dejan de girar y deviene el estancamiento, mientras el mundo sigue avanzando, sin nosotros, y los sucesivos y exponenciales cambios tecnológicos, generan a su vez, nuevas conductas sociales, adecúan paradigmas y crean innumerables oportunidades de progreso y su distribución equitativa.

Una visión común de esa vertiginosa realidad externa, nos abre la posibilidad de pensar en políticas convergentes, ajenas a la cotidianeidad de nuestras estériles e intrascendentes discusiones.

Esa visión común puede convertirse en la herramienta estratégica para salir del pantano, dotando a la agenda de desarrollo de los instrumentos para identificar las potencialidades de los medios que disponemos, y determinar así qué tenemos que hacer y luego hacerlo.

Ello converge finalmente en un proyecto de desarrollo nacional que surja da la racionalidad y de la pasión. Para prepararlo se requiere priorizar con cuatro decisiones: desarmar las estructuras y modalidades que sustentan la pobreza; armar las estructuras formales para un crecimiento inteligentemente equilibrado en todo el territorio; ganar la guerra contra la corrupción en todos sus frentes; y, por último, recuperar el velo en los ojos de la majestad de la Justicia.

Lo demás, vendrá como consecuencia: Vaca Muerta industrializada, el Bermejo, un polo bioeconómico y de transporte fluvial; la ruta 40, como eje que hilvana polos de progreso de norte a sur como lo pensaron los Incas hace 500 años; y la Pampa húmeda triplicando su producción, son, entre muchos otros, ejemplos de desarrollos intervinculados que se pueden ampliar en tantos como la imaginación realista del autor induzca al lector.

Salir del pantano no será obra de unos a costa de los otros, O del triunfo de los buenos sobre los malos.

Ansiamos formar parte de una historia que debemos empezar a reescribir. Hoy le toca a una dirigencia que, desde la administración y la oposición responsable, parece haber privilegiado la búsqueda de la cohesión en la consolidación de las bases fundantes de la nación. Los incontables errores de gestión del Gobierno, producto de una visión sesgada y aislada de la realidad social y económica, han quedado relegados ante la posibilidad de perder la República.

¿Será suficiente? ¿Alcanzará el mensaje a tocar el corazón de la gente? ¿Las angustias del hoy impedirán mirar el horizonte? ¿Será posible comenzar a sellar las grietas?

Los actores principales no tienen, desde luego, los quilates de los ancestros, pero pensamos que se abre un camino para ponernos en marcha si asumimos la historia como un legado común de la cual todos somos responsables y actores y, al mismo tiempo, entendemos al futuro como una batalla de todos.

Argentina, ¡sal del pantano y comienza a construir con tu pueblo la agenda de desarrollo!