El gobierno de los Fernández cree que está vigente el concepto de Soberanía Clásica perfecta y que opinar o preocuparse por las condiciones del ejercicio democrático de los países latinoamericanos, como Nicaragua o Venezuela, es violar el principio de no intervención en las cuestiones internas de los Estados. No puede pensarse que es ignorancia o incertidumbre. Se trata de complicidad. Defienden a quienes creen que los defenderán.
El concepto clásico de soberanía interior y exterior nace por 1648 en Europa central (Paz de Westfalia). La soberanía, así entendida, no admite tutela exterior de otros Estados, ni presiones, ni rendiciones de cuentas por lo que suceda en su territorio nacional. Fue producto de la Guerra de los 30 Años, lucha de religión entre católicos y protestantes, para admitir el derecho de un Estado a declarar oficial una religión y la libertad de culto para otras. Tuvo que ver también con el estado de guerra permanente durante 80 años de una España católica y antirreformista y la Holanda protestante de los Orange. Una brutal carnicería hace lugar, a la soberanía de un gobierno y su pueblo, en un territorio delimitado e integrado en la mitad del siglo XVII. Imagina esa Paz westfaliana, que los Estados son “iguales”, que es un concepto jurídico que dura 373 años.
Desde entonces las diplomacias buscan el equilibrio, dando lugar en el XX a la “interdependencia” como nuevo paradigma de conveniencias mutuas, que reduce la soberanía, aumenta la cooperación, el comercio, el desarme y el rearme pautado.
El Estado Nación, como actor internacional, no podía ser reconocido sino como “soberano”.
Convencida, la postguerra, estampa en la ONU la no intervención en los asuntos internos y externos de los Estados. Pero en el marco de la Guerra Fría resultaba muy cínico el cumplimiento. Surgió así la Intervención colectiva en nombre de la ONU y el veto en el Consejo de Seguridad para el equilibrio.
Entre nosotros, latinoamericanos, tal principio, se hizo bandera por la expansión norteamericana sobre el Caribe, territorios mejicanos y Centroamérica. Era un principio político para preservarse. No tardamos en desconfiar, porque los Estados “protegidos”por él, eran dictaduras duraderas e impunes. Teodoro Roosevelt(1901-1909) había propiciado la independencia panameña de Colombia, la invasión a Cuba de 1906 reiterada en 1909, antecedente para ocupar Dominicana en 1916-1924, Haití 1915-1934. Es decir, que pudo entenderse la Doctrina Monroe de 1823 “América para los Americanos”, como “América para los Norteamericanos”, sobre todo por la declaración fuerte del Corolario Roosevelt, 1904, que no defendió a Venezuela del cobro de deuda con cañoneras bloqueadoras de Italia, Alemania, Inglaterra, que si, en cambio, lo hacía la Doctrina Drago de 1902, defendiendo el respeto y la igualdad de los Estados. Incluso la fundación de la OEA, 1948, genero desconfianza en el panamericanismo en sí.
La realidad histórica fue a la postre que los EE. UU. se desentendieron de AL excepto su vientre de seguridad en su propio Sud. No se apoderaron de AL como el simplismo preveía, ni la defendieron y el TIAR( Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca) saltó por el aire en 1982.
No obstante , fueron los EE. UU. los que comienzaron a utilizar la herramienta de los Derechos Humanos para desenmascarar al bloque soviético y advertir a las tiranías latinoamericanas, con el presidente Carter a la cabeza(1977-1981)y su asesor en Seguridad Zbigniew Brzezinski. Aquí lo resuelve Alfonsín(83-89), con toda fuerza y la debilidad que implica a quién aplicarle el reclamo y a quién no. Alfonsín criticó al presidente De la Rúa por condenar a Cuba en ONU, 2000 y 2001, por preferir la abstención, mientras, la violadora China no está sindicada, por ejemplo.
Este hueco lo cierra la Carta Democratica Interamericana, que con alborozo y libremente, firman los países del continente adheridos a la OEA, tendiente al compromiso colectivo de consolidar la Democracia como sistema indubitable. Por lo que la intromisión está permitida ante la violación de DDHH o ataques a las instituciones republicanas.
Antes de este documento fundamental, ya habíamos visto retroceder la soberanía clásica en la OTAN, madre de la Comunidad Económica Europea y su expansión, en dónde la palabra Democracia es la llave de pertenencia. La fórmula fue: entregar soberanía a cambio de prosperidad económica y seguridad estratégica. La respuesta de la Unión Soviética fue militar, no económica. La “Soberanía Limitada” de Brezhnev aplicada a Checoslovaquia en 1967.
La dependencia de los más débiles ante las grandes potencias comenzó a verse como “Interdependencia”, tanto simétrica como asimétrica, para explicar el intercambio de carne exportada por los EEUU a Japón, que les exportaba sus automóviles muy tecnológicos. Sorpresa.
Aplicados a la globalización, los DDHH fueron un arma de uso optativo e inesperado. Marcada a fuego en AL por la reaparición de dictaduras de ideología indefinida que se parecen a fascismo de izquierda, como a dictaduras de facción o de izquierda castrista o “nacional”.
Hay grados, “Inmiscuirse” no significa invadir. Sino, preocuparse, presionar, protestar, advertir, exigir. Por eso se organiza, en 1979, la Corte Interamericana de DDHH, con sede en Costa Rica. Aunque la izquierda pensó que era para defenderlos a ellos, no para defenderse de su excesos, 42 años de vigencia.son demasiados para creer que son camarillas judiciales discriminatorias.
Un entramado de Tratados y Convenciones demuestra que todos podemos mirarnos exigentes, que no estamos solos y que la arbitrariedad es denunciable entre Estados.
Falta saber si la economía regional integrada es otra pata de la modificada noción de Soberanía. La política exterior meramente ideológica se torna abstracta ante los intereses nacionales legítimos y en cambio, el desarrollo económico en democracias capitalistas es algo concreto que merece defenderse porque sin vigencia de los DDHH es una caricatura nefasta a denunciar.
por Roberto Rodriguez Vagaría