LAS VARIAS GRIETAS Y QUE HACER CON ELLAS

Roberto Antonio Punte

En su momento Jorge Lanata denunció que había perdido amigos que habían quedado del otro lado de una grieta aparentemente insalvable, denunciando el abismo  sectario que lo  separaba de los sectores simpatizantes a la anterior gestión.

En estos días, hemos asistido a otras  divisiones que nos aquejan, como  aquella que divide por medio del relato o  agenda de lo políticamente correcto, entre abortistas y partidarios de la vida, entre víctimas y garantistas o abolicionistas  penales, entre defensores del cupo  por sexo, o de la multiplicación de los géneros, y aquellos que sostienen la selección por idoneidad  o la distinción entre costumbres y hábitos sexuales y determinación científica del sexo por el ADN. Están los 70 tan presentes como si fueran hoy, sobre todo entre muchos jóvenes que han sido  convencidos  de eso, mientras que los verdaderos  militantes ,los que realmente estuvieron y pusieron el cuerpo,  ya envejecidos ,cansados  y dolidos por tanto fracaso y ensueños rotos, vienen mostrando mayor posibilidad de dejar atrás  lo peor y afrontar  lo que les queda de futuro con otra mirada, pero…una forma perversa de negacionismo  impide eso y plantea vallas a toda posibilidad de memoria completa, de verdad sabida y buena fe guardada.

Estas y otras contradicciones pueden tal vez intentar aminorarse  por vía de estrategias de cercanía y conocimiento entre las personas, con  reconocimiento de la igual dignidad humana , y el  diálogo que sobre la base de la honestidad  en la búsqueda de la verdad del otro,  permita, acudiendo a una frase bíblica,  allanar montes , rellenar barrancos y enderezar caminos.

Pero cada día se hace más notoria otra brecha, cuya solución parece eludirnos como un horizonte que se aleja a medida que caminamos. Me refiero a la realidad de un país que marcha a dos velocidades.

Por  un lado quienes llenan los fines de semana las ciudades balnearias, viajan al extranjero, compran autos nuevos, cambian o adquieren departamentos, y otros que se van quedando al margen y configuran lo que ha sido definido como nuestra “deuda social”, que regularmente es medida por el Observatorio Social de la UCA y por el INDEC, que abarca no sólo a personas mayores, o a  niños que corren riesgo de desnutrición, sino a todo un rango casi transversal de las clases sociales que sufren la inadaptación a los veloces cambios tecnológicos, carecen de los hábitos de autodisciplina o de autodidactismo, como para superar las desventajas que por ineducación, enfermedades o discapacidades , oportunidades perdidas o nunca encontradas, o  simplemente por defectos personales, los han derivado a  una legión cada vez más grande de quienes quedan  rezagados, o peor aún, perdidos o extraviados en la marcha general de la sociedad.

Nuestro individualismo a veces asume y hasta auto justifica  colocarse en una situación de irresponsabilidad respecto del destino común, del que, a la vez, pretende, sin embargo, vivir aspirando a progresar. Cuando cunde el desinterés por las cosas comunes y por las personas en desventaja priman los más fuertes y sufre el conjunto.

La preponderancia de los grupos de interés resulta en una constante puja entre sectores a la que se suma el Estado muchas veces colonizado por burócratas y entenados, compitiendo como un sector más. Alguna de las situaciones tal vez sean consecuencias del veloz cambio tecnológico o de las aglomeraciones urbanas, pero la realidad nos demuestra que en los márgenes cada vez más nutridos están quienes no pueden sostener una vida digna, formar o mantener unida  su familia bajo un techo, cuidar su salud, educarse, alimentarse o vestirse,  generando un cierto acostumbramiento que nos arrumba  a  la peor de las soluciones, que es la indiferencia por la imposibilidad solucionar algo tan masivo.

Esto a pesar de los programas sociales  paliativos y del falso empleo por las administraciones públicas ,en todos sus niveles, así como el sostenido esfuerzo de numerosas organizaciones de buena voluntad impulsadas por las  iglesias, o por la gente que se moviliza y asocia en una lista interminable de ONG.

La redistribución de lo que no se produce es una ilusión. El sueldo o el subsidio sin trabajo productivo son un autoengaño personal y una defraudación colectiva. Cada salario que se pague  debiera inevitablemente corresponder a un esfuerzo del que se espera un resultado, un insumo como aporte al producto nacional, y si esto no se da, porque se limita a ser una dádiva para subsistir, todos nos empobrecemos como conjunto. La educación- que es una de las obligaciones personales que no llega a todos, y de la que hay quienes desertan  – como método de salida es muy a largo plazo, y entre medio se pierden generaciones y si la brecha se hace muy grande, se corre el riesgo grave de la ruptura social y el quiebre de la convivencia o  la perturbación política, como ha  ocurrido otras veces en el pasado.

Sobre los remedios , acudo al  título de una película de hace unas décadas, “darnos cuenta” de lo que ocurre es el primer paso ,pero luego faltan los siguientes, o sea  poner los medios urgentes para achicar las distancias, que la política advierta y pregone  que estamos en tiempo de sacrificio, esfuerzos y diálogo,  rumbeando la sociedad de modo  que la indiferencia sea superada por  la  solidaridad, que la burocracia y los refugiados en la comodidad personal adviertan que deben dar más de sí, y que los  caídos y marginados se animen a levantarse  y poner también ellos su aporte para producir “más y mejor” ,para reinsertarse en esta tarea que es de todos y para todos