Por el Dr. Federico Polak

 

El derecho de autor, como todo derecho humano, debe ser respetado y protegido. Un autor que dedica su tiempo en la escritura de una obra -literaria o científica-, para poder

seguir estudiando o creando necesita un reconocimiento por ese trabajo, no tan solo moral –lo que surge como deseable y hasta imprescindible-, sino también

material. Es decir, esa persona debe poder vivir de las obras que realiza.

 

Para que esto sea posible es necesario tomar conciencia de la importancia del trabajo de aquel que crea una obra escrita. Sobre todo porque el respeto por este derecho no tiene sólo carácter individual, sino que tiene su correlato en lo sociocultural: su protección está en línea con el fomento de la educación y el desarrollo de la cultura.

 

Y en este sentido vale aclarar que, bregar por la defensa del derecho de autor no es restringir el acceso a los bienes culturales, sino justamente lo contrario: promoverlos. Los países que protegen a sus autores, y tienen asociaciones que lo hacen, son aquellos con una cultura sólida y creación permanente.

 

Para que un libro o publicación esté al alcance de todos, primero hubo un autor que invirtió su saber y su tiempo en la creación de un texto. Después, el editor se encargó de poner en marcha una cadena de trabajo calificado (correctores, diseñadores, diagramadores, imprenta, entre otros) y su distribución. Esas distintas etapas son las que permiten la producción de conocimiento y la difusión de obras creativas.

 

En los últimas décadas se produjeron cambios contundentes respecto a las nuevas herramientas tecnológicas que propician las copias digitales o en papel. Por un lado, hacen posible que los usuarios accedan fácilmente al material que buscan, algo a lo que nadie puede oponerse, pero también posibilitan las redes de piratería, que generan miles de copias en el mercado negro de libros, y servicios de Internet que lucran en la medida que comparten obras no autorizadas, perjudicando al autor y también al lector, ya que muchas veces la copia no es fiel al material original.

 

Por todo esto, la defensa del derecho de autor no es una postura sectorial, sino la convicción de la trascendencia que tiene trabajar en el respeto a los distintos actores que componen una sociedad. Por eso, no debemos caer en las falsas antinomias que plantean el derecho de autor versus el acceso a la información. Lograr un equilibrio entre un acceso legal a las obras escritas y el respeto para con el trabajo de autores y editores, es posible.

 

Argentina mantiene acuerdos con sociedades de gestión de distintos países para tutelar a los autores extranjeros y hacer que se proteja a los argentinos en el exterior, pero ese es solo un primer paso.

En esto, es importante la presencia del Estado, y de una legislación que acompañe el devenir de las prácticas, y los cambios sociales y tecnológicos, en pos de la defensa de derechos fundamentales.

Para vivir en una sociedad saludable es necesario construir puentes, y lograr el  acceso a la información con herramientas que respeten a los escritores y editores, que son las figuras visibles de toda una industria que genera trabajo y cultura en el país y en el mundo.

El autor es presidente de CADRA (Centro de Administración de Derechos Reprográficos).