ENTRE LA LIBERTAD Y EL MIEDO

Con este título German Arciniegas publicó en 1956 una serie de ensayos sobre los populismos latinoamericanos de entonces .Años antes, en 1941, Erich Fromm había analizado en términos de  sicología social, “El miedo a la libertad” como sentimiento de inseguridad ante la  incertidumbre identitaria que surge en la sociedad moderna ante la ruptura de lazos en la urdimbre tradicional.

En nuestra Argentina de hoy se percibe una suma de miedos. A la ruptura de las reglas de convivencia, a la inseguridad física y económica, a la pobreza, la vejez o la enfermedad por desprotección o desvalorización de los ahorros, al abuso  y  la prepotencia de los transitoriamente encumbrados  en formas de poder político, burocrático  o social.

No hay nada más paralizante, y que provoca una verdadera esclavitud del alma, y, por qué no, del cuerpo y las relaciones humanas, que sentir miedo. En su momento el Presidente Roosevelt, al ingresar en la segunda guerra mundial,  presentó a su pueblo cuatro razones para luchar, la principal, la libertad de vivir sin temor, luego la libertad frente a la penuria o necesidad extrema, libertad de expresión y libertad de culto y creencias.

Estas metas demuestran que la vida que ha de sostenerse es más que sobrevida, es, principalmente vida completa en todos  los planos posibles del hombre vinculado en sociedad  y buscador de sentido para sus esfuerzos. Para ello es condición imprescindible, la libertad de vivir en armonía y sin enfrentamientos internos artificiales. El conflicto como regla viene a ser la puesta en práctica de la regla “divide y reinarás”, pero esta, que tal vez puede valer en un corto plazo, como tantas otras reglas de aparente sabiduría, puede ser contradicha por aquella que dice “todo reino dividido encuentra su ruina”, consejo que vale para siempre.

La libertad posible solo surgirá en la sanidad de las instituciones, y, bajo la regla de la igualdad, se libere la energía nacional, hoy amenazada por innecesarias y torpes tutorías, y se abran las mentes y los corazones a la comprensión de que la concordia es mejor que el conflicto, y que la esperanza es un bien posible que puede recuperarse cada día.

Roberto Antonio Punte.