Sabemos, como suelen decir muchos personajes de la hueste, que “el peronismo no es una ideología, es un sentimiento”. Ningún movimiento, corriente ideológica o tendencia política tuvo en la historia zonas tan oscuras como la de sus personajes fundantes. Si bien Hitler recibió más cartas de admiradoras que Mick Jagger o Mussolini recibía cuarenta mil cartas de mujeres por día sus relaciones amorosas fueron de otra índole. Lo mismo pasó con Trujillo, Ceaucescu, Marcos, Castro o Fujimori. La admiración uniforme que todos ellos recibieron —igual que nuestros patriarcas—, brotaron del poder, la idolatría, el mito, el populismo, el temor y la irracionalidad. Pero las dictaduras nacionalistas populistas —léase Nasser, Paz Estensoro, Gadafi, Vargas— tuvieron otra historia de lechos.
Hay frases que se emplean para confirmar desgracias o extravíos del presente. Un ejemplo es “esta persona no es de fiar, ahora de aquellos polvos vienen estos lodos”. La metáfora de la expresión es que los lodos son consecuencia cuando inunda la tierra seca. La expresión aparece en 1611 —con el mismo significado actual— en el Tesoro de la Lengua Castellana de Sebastián Covarrubias. El desaguisado, la corrupción de nuestros días, la impunidad, las bandas de ladrones refugiados en la política tiene su antecedente en alcobas, en imaginerías prostibularias, en bares de alterne. De lecho en lecho, con historias sospechosas. De allí la necesidad de crear un relato, un mito, una leyenda. La realidad desaparece; viene la post-verdad, lo ilusorio, lo mágico.
Todo, absolutamente todo se convierte en algo fangoso. Principios éticos y humanistas fueron tergiversados, manchados, menospreciados. Los datos son falsos o inexactos, el pasado se construye sobre el engaño y deseos imaginarios, el folclore nace junto al choripán, la vincha, el bombo y la guasada. Los libros los escriben otros, se recibe a deportistas destacados y simultáneamente se desprecia al Premio Nobel de Medicina (1947) Dr. Bernardo Alberto Houssay o al Premio Nobel de Literatura (2010) Mario Vargas Llosa.
Las complicidades del movimiento peronista nacen de la mano, del vínculo sutil de la política y la religión. Luego -nuestros días son un claro ejemplo- la impunidad, piruetas mesiánicas, beatificaciones, idolatrías, catequismos, laberintos, herejías, sutilezas patoteras, lumpenajes, muertes misteriosas, hegemonías prosaicas. Eso, y más. Fachada, misticismo patológico, irracionalidad, plegaria. Vulgaridad e ignominia. Urbi et orbi.
De estos climas crece el mito, el relato, la leyenda que se transforma en realidad. La ficción se hace templo. La ramplonería, lo chabacano, la jerga —a veces académica y supuestamente intelectual— generan una demagogia particular, una suerte de estereotipo hueco. Más tarde estribillos, falsificaciones, sub-política, regresión utópica. A esto se suma el carisma que se fabrica de a poco, las adhesiones con diferentes motivos y móviles, la manipulación, borracheras ideológicas de izquierdas nacionales y populares —qué dirían Marx, Trosky o Bakunin de estos dislates— donde se suman fetichismos, folclores urbanos, perversiones, pactos mafiosos.
Intentaremos sintetizar lo que hay escrito en libros, documentos, diarios y reportajes. Y aquello que nos muestran las lecturas de viejas fotografías, lecturas indispensables para analizar miradas, vestimentas, gestos. Curiosamente este movimiento que para muchos pasa por progresista —indispensable para combatir la desigualdad, las injusticias del capitalismo, de la oligarquía, con canticos, bombos y vinchas— es todo lo contrario. Es un movimiento populista de derecha, autoritario y corrupto. De allí los acercamientos a Castro, Chavez, o Jomeini. La tercera posición y la patria grande los incluye en las sectas revolucionarias.
Los datos, amigo lector, están como señalé en libros y artículos. Todo rodeado de obsecuencias, traiciones, exilios y torturas. Eva Ibarguren, más tarde Eva Duarte nace del concubinato de Juana Ibarguren con Juan Duarte, estanciero e importante político de Chivilcoy. Con él tuvo cinco hijos. Eva necesitaba salir de ese mundo y su deseo, su ambición era transformarse en actriz. Al menos como deseo imaginario para buscar otra posición social. En 1935 conoce a un joven anarquista que le habla de Simón Radowitzky, América Scarfó, Eliseo Reclús entre otros. Su nombre Damián Gómez. Se siente atraída por este joven luchador (morirá torturado en Buenos Aires) y será su primer romance. Luego vendrán otros nombres: Pascual Pelliciota, Emilo Karstulovic, Domingo Mercante, Peter Krouder, Pedro Quartucci… Agustín Magaldi la traerá a Buenos Aires cuando ella tenía quince años. Por pedido de su madre, según algunas fuentes, pues tenía apenas catorce años. Recordemos la esquina de Solís y Moreno en Buenos Aires. En la esquina hay dos placas donde señalan que vivieron Eva y el célebre cantor de tangos. Lo de Pedro Quartucci tiene otra historia: Nilda Argentina Quartucci, hija supuestamente de Eva y de Pedro. En el ascenso social no podemos dejar de mencionar al empresario Olegario Ferrando. Y un nombre oscuro y siniestro: Otto Skorzeny.
Perón complementa: Aurelia Tizón (Potota), María Eva Duarte (Evita), María Estela Martínez (Isabelita). A Eva la conoce con motivo del acto por el terremoto de San Juan; a Isabelita en el Cabaret Paspega, Caracas. Se la presenta un animador: Roberto Galán. ¿Dónde está el piano del General? o ¿Quién le robó el piano al general en Caracas? solía reiterar Hugo Guerrero Marthineitz en las audiciones radiales de los 70.
Juan Domingo Perón nació en 1895 como hijo natural supuestamente en Lobos, provincia de Buenos Aires. Su madre y su padre no estaban casados en el momento de su nacimiento. Los antecedentes familiares así como la fecha y el lugar preciso de su nacimiento siguen sometidos a debate histórico. Lo ambiguo tiene su marca.
Si tomamos a Eva María Duarte vemos que nació en Los Toldos el 7 de mayo de 1922. Sin embargo todos los investigadores sostienen que esa acta es falsa, que fue realizada a instancias de la propia Eva Perón en 1945 cuando estuvo en Junín para contraer matrimonio con el entonces coronel Perón. Lo ambiguo tiene su marca.
Perón conoció al “macchietta” Benito Mussolini. (Perón con gomina a lo Gardel. Gardel a lo Bela Lugosi. Otro ícono, Carlos Arce, París 1925). Luego conocemos a Nelly Rivas, “Nenita” o “Nelita”. Ella tiene catorce añitos. Tiempo después llegará el brujo López Rega, su secretario personal, practicante de umbala y otras masías, organizador de las 3 A. Pero eso mucho después. Allí estará también la vinculación con el coronel Jorge Manuel Osinde. Pero esta es otra historia donde se une la tragedia y la irracionalidad del movimiento. No es casualidad: recordemos el 10 de abril de 1938 y el encuentro nazi en el Luna Park a fin de celebrar la anexión de Austria al Tercer Reich. El acto masivo más grande fuera de Alemania.
La madre de Perón es Juana Sosa Toledo. La mujer es madre soltera de Mario Perón. Se llamará primero Juan Domingo Sosa. Luego aparecerá, sin que nadie lo sepa, como Juan Domingo Perón.
En Italia conoce a Pío XII y a Mussolini. También algunos caballeros de pasado vidrioso. Allí tendrá un gran amor con una muchacha de 21 años, Giuliana dei Fiori. En los años setenta lo enviará a Jorge Antonio a buscarla a España. Más tarde, en Mendoza (1941) conoce a una María Cecilia Yurbal Peña, de veinte años. La suele presentar como su hija, su sobrina o su ahijada. La llama Piraña, una “pirujita” comentaba el General. Las versiones del sobrenombre son varias. Es la chica que Eva echa cuando conoce al coronel “Kolynos”.
Algunos nombres que valen la pena recordar – entre muchos otros – vinculados a nuestro líder: Stroessner, Somoza, Pérez Jiménez, Trujillo, Francisco Franco, Licio Gelli, la Propaganda Due. Vale evocar una frase de Eva en un país donde las persecuciones políticas eran moneda corriente. Repasemos en silencio: “Siento que Perón es incomparable. Que Perón es Dios para nosotros…y lo digo con toda la voz que tengo y con todas las palabras que sé. Y cuando se me acabe la voz y las palabras, lo digo de cualquier manera. Las mujeres somos pasionistas y fanáticas mi General. Y el partido peronista, lo digo honradamente es fanático”.
En 1940 Eva tiene como amante al dueño de la revista Mundo Argentino. Ella cuenta con veintiún años. En 1943 se produce el golpe militar nacionalista dado por el GOU (Grupo Oficiales Unidos) del cual forma parte el coronel viudo Juan Domingo Perón. Será Secretario de Trabajo. El Secretario de Comunicaciones, coronel Aníbal Francisco Imbert. El 22 de enero de 1944 Perón conocerá a Eva en el Luna Park. Tiempo después Eva tiñe su cabello de color rubio para complacer al coronel. Los funerales masivos vendrán luego. La peste emocional crece en aulas, en fábricas, en oficinas públicas, en las casas. “Mañana es San Perón, que trabaje el patrón” se cantaba en las calles.
El guardaespaldas nazi contratado por Perón para custodiar a Eva será el célebre Otto Skorzeny. Un rumor de la época fue el embajador y playboy de la República Dominicana Porfirio Rubirosa. Reitero: leamos las fotografías, hagamos una lectura ética y política de las fotografías. De las de ayer y de las de hoy. Son fundamentales para comprender.
En los años recientes, se forma el esquema de corrupción, el círculo perverso. Se inventa un rentable pasado heroico, se exaltan emblemas, se genera una épica y un edificio piramidal. Ante la falta de formación de una ciudadanía, una ignorancia en aumento, una decadencia cultural, todo es válido en una suerte de borrachera ideológica, un extravío que incluye devoción, festejos y libaciones. Y hasta un oxímoron: un peronismo ético. Porque vale la pena subrayar que todo es peronismo, con matices, con vueltas, con ismos diversos. El santoral viene de aquellos lechos, de aquel pasado donde nació una cría del fascismo, del nacionalismo, del populismo y de la religión. Por supuesto la degradación llegó en nuestros días a lo impensado, robo sin escrúpulo, hipocresía sin límite, deformaciones constante, asociación ilícita desde el Estado, una cúpula de la planificación, bolsos en un convento… Sinceramente, lo digo.
Mientras esto sucedía poco a poco el rencor, el desprecio y la venganza se transforma en prohibiciones, exilios y persecuciones. Si Eva hubiera sido actriz y con talento nuestro destino tal vez también hubiera sido otro. El resentimiento, el odio, la frustración, crearon venganza y rencor. Algunos nombres: María Rosa Gallo, Orestes Caviglia, Camilo Da Passano, Alberto de Mendoza, Menchu Quesada, Hugo Fregonese, Libertad Lamarque, Nini Marshall, Arturo García Buhr, Augusto Bonardo, Ulises Petit de Murat, Delia Garcés, Osvaldo Pugliese, Luisa Vehil, Irma Córdoba, Amelia Bence, Astor Piazzolla.
Por supuesto que la decadencia Argentina no es solo del peronismo. Pero este tiene un valimiento fundamental. No es casual que hasta un Papa sea peronista. Desde esas alcobas —donde sospecho sólo se tejía el poder y no la sexualidad— fueron naciendo mitos para sustituir el conocimiento histórico. Primaba el estatismo sobre la sociedad civil. Es cuando se habla de unidad nacional basado en la trivialidad del hombre común o del lumpen con el nombre de patriotismo. Ser patriota era ser peronismo. Lo contrario era la oligarquía, el “gorilismo” —que no es una categoría de pensamiento— los “contreras” o los antipatrióticos. Todo esto llevado por el carácter emocional que los líderes elaboran sin pudor. De allí las abstracciones, las amalgamas, los agregados efímeros de cada acto. Ante este panorama quedan los solitarios marginales.
Para finalizar nos apoyaremos en la literatura. Lewis Carroll nos presenta un personaje sumamente atractivo, Humpty Dumpty. Éste decía: “Cuando uso una palabra significa sólo lo que yo decido que signifique, ni más ni menos”. Alicia sospecha: “La cuestión es si puedes hacer que las palabras signifiquen tantas cosas distintas”. Humpty Dumpty responde: “La cuestión es saber quién manda, eso es todo”.
No es casual que con El matadero de Esteban Echeverría se inaugure la narrativa argentina. Y tampoco es casual que el viejo Vizcacha siga presente en nuestro imaginario. El personaje es símbolo de la picaresca nacional; pregonaba la abolición de la lealtad, promovía la obsecuencia y exaltaba el oportunismo empleando la metáfora de la rata y su madriguera. Es el Martín Fierro de Hernández el que constituimos como ejemplo. Y olvidamos el Facundo de Sarmiento.
Buenos Aires, junio de 2019
Por Carlos Penelas