“La vida es el arte del encuentro, aunque haya tanto desencuentro por la vida.”*

En una democracia no hay lugar legítimo para la violencia.
Este es nuestro punto de partida como grupo. Comenzamos a reunirnos en marzo del 2016 en la convicción de que la sociedad argentina padece todavía los dolores acumulados por sucesivas heridas históricas que no terminan de sanar.
Nos reunimos con el objetivo de ofrecer un espacio para el diálogo y el encuentro, libre y abierto a todas las opiniones, que contribuya, desde la diversidad de pensamientos y experiencias, a reconstruir la fraterna unión de los argentinos.
Durante esos cuatro años, con una periodicidad mensual, conversamos con personas que por su prestigio, experiencia e incidencia pública, pudieran ayudarnos a generar un proceso de diálogo abierto sin discriminaciones.
Encontramos que en el pasado se anuló la alteridad que promueve el encuentro. Muchos argentinos fuimos generando sucesivas justificaciones, lecturas históricas sesgadas y posturas ideológicas que obstruyeron y obstruyen el diálogo y se niegan a la comprensión del otro. Al mismo tiempo, no han faltado en la política quienes han procurado aprovechar esta situación exacerbando los ánimos en su propio provecho. Gestos y palabras fueron actualizando el sufrimiento de los dolores del ayer.
En nuestra memoria social hay tantas otras víctimas que esperan que alguien les dé voz. Por todo ello creemos que no nos hace bien que todavía hoy se quiera reivindicar o justificar la violencia pasada. Es una memoria que ahonda, innecesaria e injustamente, heridas todavía abiertas.
Nos hemos malacostumbrado a hablar de “los desaparecidos”, que en realidad fueron personas hechas desaparecer cruelmente. Hasta el número de quienes fueron así asesinados se ha convertido en un botín ideológico. Existe la razonable posibilidad de que pudieran obtenerse informaciones sobre el destino dado a los restos de al menos algunas de aquellas víctimas. También sobre la identidad de niños apropiados durante el cautiverio de sus madres.
Otros países que también sufrieron (y sufren aun hoy) la crueldad de luchas internas supieron crear instituciones que les permitieran blanquear las informaciones y lograr una interpretación veraz de realidades pasadas, e ir sanando sus heridas, creando condiciones superadoras de sus errores históricos. Tenemos confianza en que podemos todavía explorar nuevos caminos en nuestra Argentina.
Al mismo tiempo, subsisten muchos casos de personas presas en cárceles desde hace años, con o sin prisión preventiva y sin sentencia condenatoria, a quienes injusta y arbitrariamente se les deniega el derecho a la prisión domiciliaria por su edad o su salud. Los poderes del Estado deben subsanar esta situación. Nada justifica que se vulneren los derechos que consagran nuestras leyes. No deberíamos confundir justicia con venganza ni hacer crecer el rencor que obstruye la paz y el camino de los que quieren lograrla.
En diversas oportunidades, obispos de la Iglesia Católica manifestaron su repulsa por la responsabilidad institucional en que pudieran haber incurrido en la Argentina por los años de violencia. Fueron pasos justos y necesarios. Pero no han sido suficientes. Si bien existe de algún modo una responsabilidad colectiva y compartida durante largos lustros por la pasividad ciudadana, es un hecho que la violencia fue abogada ideológicamente y desatada por sectores minoritarios.
El camino de la autocrítica, ¿podría ser recorrido por la misma Iglesia y por todos los actores de los primeros planos de los múltiples dramas provocados en aquella época? Confiamos en un sí. Y confiamos aún más en aquellos que no han sabido, no han podido o no han querido hacerlo. La confianza es uno de los valores imprescindibles en este tiempo.
Todavía nos falta recuperar y resignificar entre todos, sin exclusión alguna, el gesto que vemos a diario en el Escudo Nacional: las manos unidas de los argentinos para sostener el gorro frigio de la libertad.
Los argentinos nos necesitamos libres del odio, libres del rencor.
Los argentinos nos necesitamos libres para imaginar cómo recrear juntos nuestro país llagado, empobrecido en la calidad de su convivencia y desconcertado ante la multiplicación de desencuentros.
Argentinos libres para superar con conciencia las heridas del pasado y sembrar un futuro en paz.
Por todo lo expresado nuestro deseo es que muchos otros argentinas y argentinos se sumen a este diálogo.

Firmantes: María Cristina Cacabelos, Gabriel Francisco Enrique D’Amico, Vicente Espeche Gil, Ignacio José de Lafuente, Guadalupe Morad, Julio Ojea Quintana y Gerardo Semenzato.Buenos Aires, Navidad del 2020

Criterio Digital, Navidad 2020

* VINICIUS DE MORAES, “Samba de la bendición”, frase citada por el Papa Francisco en su encíclica “Todos hermanos”.**(Esta Carta fue Editorializada en la Nacion con el Titulo “¿Y si probamos dialogando? Le 30 de enero de 2021.