Necesito tu piel y tu silencio.

Necesito el crepúsculo, un perfume de hembra.

El viento, el mar, una ventana.

Pero también la calidez,

la mirada para adentrarme

en tu mundo, en la desnudez suspendida

con la gravedad de los ojos cerrados

entre tus muslos de marea.

Ahora siento la ausencia, el esplendor,

ofrendas invisibles, fascinantes,

el jadeo de espasmo y de belleza.

Deja quieta tu edad y tu pregunta, Lesbia.

Deja tu corazón sobre el abismo.

Por Carlos Penelas

Buenos Aires, julio de 2021