Por Daniel Gustavo Montamat (*)

Hay turbulencia en la economía mundial y tuvimos la peor sequía de los últimos 50 años: la  Reserva Federal sigue aumentando la tasa de interés de referencia, el nuevo embargo norteamericano a Irán volatilizó los precios del petróleo, y el presidente Trump insiste con la guerra comercial contra China.  Por su parte, los populistas europeos, que ya gobiernan Italia vuelven a generar dudas sobre el futuro del euro. Casi todas las monedas se han devaluado respecto al dólar, pero en pocos países los remezones se han sentido tan fuerte como en la Argentina. ¿Cuál es la causa de nuestra inmunodepresión?

  1. Las lecciones de la región pueden ser aleccionadoras. Se ha devaluado el peso mejicano, el sol peruano y el real brasileño, pero las devaluaciones no han generado un traslado traumático a precios ni hubo corrida contra esas monedas. Cito esos tres ejemplos porque son países con grandes incertidumbres políticas presentes y futuras. En Perú  este año renunció el presidente Pedro Pablo Kuszynsky involucrado en causas de corrupción; el presidente que lo antecedió también está preso imputado por delitos de corrupción, y el fujimorismo, aún dividido, controla el Congreso. Andrés Manuel López Obrador, un populista nacionalista, es el Presidente electo de Méjico, tiene credenciales de administrador austero pero ha prometido reformas radicales. Brasil, nuestro socio mayor en el Mercosur, va a un balotaje entre un candidato anti-sistema, Jair Bolsonaro, víctima de un atentado casi fatal, y Fernando Haddad, el reemplazante del Ex Presidente Lula, también preso por corrupción. Todas situaciones de incertidumbre política presente que abren dudas sobre el futuro. Pero según la tabla de indicadores que publica The Economist, la tasa de inflación de Perú proyectada para el presente año es de 1.4%, la de Brasil 3.8% y la de Méjico 4.5%. La nuestra más de 30%. El  mismo virus que en otras latitudes con incertidumbre política produce una gripe, aquí genera una pulmonía.
  2. Es obvio que con un arrastre inflacionario de dos dígitos la devaluación del peso hace mucho más traumático el reacomodo de precios relativos.  Pero la inflación es síntoma  de macro-desequilibrios, y los datos comparados permiten explorar un poco más el impacto relativo del remezón de los mercados. En 2018 Brasil va camino a tener un déficit de cuentas públicas del  7% del producto, mayor que el argentino que, con intereses, se estima en el 5.6% del producto.  Para Méjico el déficit proyectado es del 2.3% del producto y para el Perú 3.1% del producto. ¿Por qué estos países latinoamericanos  sujetos a grandes incertidumbres políticas y con déficit fiscales pueden convivir con inflaciones de un dígito y evitar corridas contra sus monedas domésticas? Una aproximación a la explicación económica del fenómeno la da el relevamiento de los datos del déficit de cuenta corriente externa. Mientras que la cuenta corriente argentina tiene un déficit estimado del  4.5% del producto, Brasil va a tener un déficit del 1%, Perú del  1.5% y Méjico del 1.7%. Es decir, mientras entre nosotros el déficit de las cuentas públicas se subsume en el déficit de las cuentas externas porque financiamos nuestros desequilibrios públicos con préstamos del exterior, en los otros países que tomamos como referencia  el déficit público es financiado en parte por ahorro doméstico. Como el déficit en cuenta corriente se financia sí o sí en dólares, la magnitud de nuestro desequilibrio externo respecto al de los otros países puede explicar la mayor vulnerabilidad argentina frente al encarecimiento del crédito externo. Por eso Argentina tuvo que recurrir al Fondo para asegurar financiamiento externo y los otros países de la región no.  El agujero negro de las cuentas externas argentinas es una medida de nuestro bajo ahorro doméstico respecto a la tasa de inversión que necesitamos para crecer y desarrollarnos con generación de empleo. Ahorran poco las familias y las empresas, y el sector público consolidado es un pródigo que arrastra déficits recurrentes. La inversión bruta fue del 17% del Producto, y la tasa de ahorro doméstica del 12%. Déficit de cuenta corriente 2017: (30.792= Comercial 8500 + servicios reales6800+ servicios financieros 15.492)
  3. Otra  perspectiva del mismo problema es que sistemáticamente los argentinos vivimos por encima de nuestras posibilidades. Los tres países que mencionamos tienen tasas de ahorro doméstico superior a las nuestras y mercados de capitales más desarrollados que nosotros.
  4. Pero no es casual que la tasa de ahorro argentina sea baja y que el estado gaste por encima de sus ingresos: el populismo argentino institucionalizó la inflación como instrumento de autoengaño y estafa colectiva. De autoengaño porque el populismo asume  a la emisión inflacionaria como un sucedáneo de gravamen sobre los pasivos monetarios no remunerados que no pasa por el Congreso (como los otros impuestos) y no es coparticipable entre Nación y Provincias. De estafa colectiva porque termina destruyendo la moneda doméstica y evaporando el ahorro nacional. Sí, los mayores estafados son los pobres. Los que pueden ahorran en dólares, y muchos de los que ahorran  en dólares sustraen esos ahorros del circuito financiero argentino. Los otros países de la región también han tenido períodos de inflación y populismo, pero la desmesura populista argentina nos dejó sin moneda, con bajo ahorro, con inflación crónica y con un sistema productivo de sustitución de importaciones que explota cíclicamente por falta de dólares. Lo peor es que hay ideas, intereses y valores que siguen asociando el populismo a un progresismo distributivo, cuando, en verdad, ha dinamitado las bases de un desarrollo inclusivo.
  5. Si el legado de prebendas presentes no es sostenible en el tiempo porque se basa en desequilibrios financiados con endeudamiento externo o emisión inflacionaria, se violenta el tercer principio de justicia social formulado por John Rawls (el “velo de ignorancia”): el principio “de ahorro justo”, lo que la generación presente está obligada a dejar para los que vienen: la justicia distributiva intergeneracional. Nuestra saga populista se ha ensañado con los argentinos que vendrán; desde hace años los argentinos del presente nos venimos desentendiendo de los argentinos del futuro.
  6. Para generar consensos básicos hay que empezar por asumir que el déficit fiscal y sus vasos comunicantes con el déficit de cuenta corriente son a su vez condicionantes del modelo productivo argentino. Es correcto empezar con un acuerdo político para erradicar el déficit fiscal, pero hay que hacerlo con miras a consolidar una estructura productiva orientada al valor agregado exportable que nos permita superar, de una vez por todas, la asfixia y la dependencia a la que nos expone la cuenta corriente externa. Por la inmunodeficiencia adquirida, y para evitar que el acuerdo sucumba a las especulaciones políticas electorales, va a haber que sobreactuar. Habrá que acordar (está el precedente chileno) presupuestos plurianuales superavitarios, para comprar con pesos del excedente fiscal dólares del excedente comercial externo. Así tendremos fondo anticíclico y dólar competitivo que se puede abaratar por ganancias de productividad que aprecien el peso. Es el cambio estructural que nos debemos y que debe guiar los acuerdos políticos del oficialismo con la oposición.

(*) Es doctor en Economia y doctor en Derecho