Por Jorge Castro

EE.UU es la mayor economía del mundo medida entre 192 países, con un PBI de U$S 19.4 billones en 2017 (25% del producto global). En términos de PBI per cápita (sinónimo de alza de la productividad), EE.UU es el 8vo país del mundo (Finlandia es el 1ero.), con un ingreso per cápita de U$S 67.500 anuales y una población de 313 millones de personas.

 

Creció 5% anual en el 2do trimestre de 2018 (U$S 1.4 billones), y se expandiría 5.5% anual en el 3ro, según la Reserva Federal de Atlanta.

 

La economía norteamericana recibió más de U$S 7 billones de inversiones entre 2017 y 2018, con una tasa de inversión que ha crecido más de 30% en ese periodo. Por eso el PBI potencial creció 3.5% anual en el 2do trimestre.

Esta expansión excepcional se debe en más de 60% a la drástica desregulación realizada por el gobierno de Trump en los 2 primeros años, y sólo el resto es obra del recorte de impuestos sancionado en diciembre de 2017, cuyos efectos recién se sentirán plenamente en los próximos 6 meses.

 

Las empresas estadounidenses (Standard & Poor500) mostraron un auténtico boom de ganancias (+25%) en el 2do trimestre del año; y los salarios de los trabajadores aumentaron entre abril y junio 4% anual, tras ofrecer un estancamiento prácticamente completo de +2.7% anual en los 4 trimestres previos.

 

El salto en los salarios está vinculado, en una relación causa-efecto, con la recuperación de la productividad ocurrida en los últimos 6 meses (+2% anual). Hay que contraponer este auge con el hundimiento experimentado entre 2010 y 2016, cuando cayó a 0.2% en el año, la tasa más baja en 7 décadas.

 

Formidable proceso de acumulación de capital

En EE.UU hay un formidable proceso de formación de capital, con un alza de la inversión de 10.4% en el 1er trimestre del año y un incremento del gasto en equipos de 11.6%.

 

La nueva revolución industrial exige desatar todo el potencial de productividad por el lado de la oferta. El aumento de la demanda es un fenómeno contra cíclico. La acumulación capitalista se despliega por el lado de la oferta, no de la demanda.

 

Las compañías estadounidenses invirtieron en el 2do trimestre U$S 437.000 millones en recompra de acciones, y superaron el anterior record histórico de U$S 242.000 millones logrado en los primeros 3 meses del año.

Esta inmensa masa de capitales proviene de los U$S 3.4 billones que las transnacionales norteamericanas tienen acumulados en el exterior; y que ahora han repatriado en masa debido al recorte de impuestos establecido por Donald Trump en diciembre de 2017, que permite hacerlo con el pago de un tributo de 15.5% abonado una sola vez.

 

El vigor de Trump reconoce a una fuente unívoca, que es el crecimiento de excepción de la economía norteamericana (+5% anual), la mayor del mundo y el país-frontera por definición, en el momento en que se ha embarcado a toda velocidad en el despliegue de la nueva revolución industrial.

 

EE.UU y China compiten por el poder mundial, y la República Popular ha sido catalogada como la principal “competidora estratégica” de EE.UU, que desafía su liderazgo global.

 

La puja con China por el poder mundial

 

En la puja con China el aspecto comercial es accesorio, prácticamente irrelevante. Lo central es la disputa por el poder mundial en el siglo XXI, centrado en el dominio de las tecnologías de punta de la nueva revolución industrial (Inteligencia artificial, Internet de las Cosas, robotización).

 

Esto ha ocurrido cuando EE.UU ha logrado recuperar el liderazgo mundial, como lo prueba inequívocamente el acuerdo de desnuclearización con Corea del Norte, el retroceso de la Unión Europea hasta admitir – asombrosamente – la búsqueda de un arancel cero y sin subsidios en las relaciones bilaterales.

 

También es un hecho que la República Popular ha decidido retroceder en profundidad hacia su economía doméstica, cediendo la iniciativa estratégica a la ofensiva de poder norteamericano.

 

La respuesta de China ya está trazada. Consiste en cooperar activamente con EE.UU en el logro de sus objetivos estratégicos. Que son dos: la creación de un área de libre comercio global que abarque a todos los países del capitalismo avanzado, con arancel cero y sin subsidios, y sobre la base de las ventajas comparativas; y colaborar en la afirmación del liderazgo estratégico-militar norteamericano, a partir de la premisa de que lo único que rechaza es la hegemonía, y no disputa el primer lugar.

 

China practica la lucidez como máxima virtud, que es objetividad estratégica. Sabe  que EE.UU ha reaparecido como líder mundial debido al crecimiento récord y a la explosión de inversiones desatadas por el “fenómeno Trump”.

 

Necesita colocar al tiempo de su lado y ejercer su “paciencia estratégica” característica, asegurándose que la puja inevitable con EE.UU no degenere en rupturas.

 

La competencia por el poder mundial entre EE.UU y China es el centro de los acontecimientos globales en el siglo XXI.