La postergación en enfrentar los problemas y conflictos que se van acumulando, sin admitir las propuestas de colaboración que espontáneamente surgen desde los sectores interesados o afectados, desde la sociedad misma, configuran el rasgo sobresaliente de los liderazgos fallidos de este siglo.
Una falsa ideología de que el conflicto es constitutivo y necesario para el progreso social, no advierte que todo conflicto es una dificultad que debe ser superada, ya por una hazaña extraordinaria, o por una unión de fuerzas colaborativas que pacientemente remienden, sanen y construyan salidas.
En términos sencillos y casi hogareños la diferencia entre trabajar o estudiar soslayaba que lo importante no es ni lo uno ni lo otro en forma excluyente entre sí, sino muy preferiblemente a través de métodos compuestos en que el aprendizaje permanente sea asumido como una disciplina de actuación en la vida
Permanentemente tiende a plantearse la dicotomía artificial entre capital y trabajo, tal vez uno de los ejemplos más sencillos. No es eliminando el capital que se generará trabajo, sino todo lo contrario. La lección teórica del siglo XIX ha sido claramente abandonada por los sistemas económicos exitosos de la segunda mitad del siglo XX.
Se posterga resolver sobre gastos que generan el déficit de los presupuestos públicos y la excesiva carga impositiva sobre la sociedad. La masa de créditos bancarios han formado una rueda insostenible que debe necesariamente achicarse, en vez de seguir creciendo. El galimatías de los múltiples tipos de cambio sólo puede enmendarse a través de aperturas a la libertad de opciones. Las crisis educativas, de la justicia, y del funcionamiento del Estado requieren un consenso social nuevo.
El temor al conflicto y a las presiones, el miedo a que se vuelvan fuentes de pérdida de poder y origen de deslegitimación debilitante, hace que toda decisión sea postergada. En vez de advertir que la misma postergación es un acto de debilidad, y un desgaste que va limando las bases de la obediencia. La esencia del conductor no es mandonear, sino influir por el convencimiento. Quien se apoya en la prepotencia depende exclusivamente de su transitoria posición de fuerza. Quien seduce mediante mentiras o engaños , cuando es descubierto es despreciado y traicionado. Sólo la convicción y la claridad en el trazado de los rumbos a seguir pueden generar conductas-seguimiento voluntarias, que son la base de cualquier poder sólido y duradero.
En consecuencia, nuestros problemas vinculados con la convivencia social y la organización de la tarea productiva no se solucionarán por imposiciones, por más leyes que se dicten, o marchas, piquetes, bloqueos y acampes que se hagan, sino a través de la razonable organización que sea transmitida por cadenas de convencimiento y logren la participación de quienes tienen necesariamente que actuar para modificar la estancada realidad
En vez de insistir tontamente con enfrentar a los grupos minoritarios étnicos o de género con el resto de la sociedad, reconocer que el trabajo colaborativo une sólidamente a todos y cada uno de los sectores, si la meta es el desarrollo general y personal.
Un problema cultural muy serio a desarticular pronto y que afecta el rendimiento del trabajo colectivo es que en todos los casos sea posible “trabajar” desde la casa sin concurrir a oficinas o despachos.
Lo cierto es que sólo es viable en tareas individuales que no impliquen presencia activa en una cadena servicios o en la conducción de las tareas de otros. Cuando se trata de organizar equipos, aún no están desarrolladas las redes como para generar un compromiso estable de aplicación de un esfuerzo equivalente, sostenido, y eficaz en el tiempo. La tarea hogareña está resultando individualista y desorganizada, pues faltan centros en los cuales confluyan las distintas actividades . Podrán alegar algunos que dedican muchas horas y que evitan el desgaste del transporte, pero lo cierto es que si no se está coordinado con los demás, los equipos no funcionan , por más horas que individualmente cada uno en su hogar se empeñe. Esto sin contar las discontinuidades producto de la vida familiar . Esto se manifiesta principalmente en el deficiente trabajo de los funcionarios públicos en cualquiera de los poderes o instancias de que se trate. No se advierte que lo importante no es lo que uno haga, sino la productividad que se logra y la ratio entre el esfuerzo hecho y el resultado obtenido.
Otro engaño colectivo ha sido el que se puede aumentar el valor agregado colectivo, imprimiendo moneda. Y generando a través de la ilusión de aumento de capacidad de consumo, reactivar la cada vez más alicaída y desorganizada economía. Pero ha ocurrido todo lo contrario. Hay desaforada inflación agravada por las pugnas de sectores en la distribución del ingreso.Lo que gana el transportista deja de ganarlo el productor y todos recaen finalmente sobre el consumidor. Este choque de intereses por cobrar lo que se estima justo a costa del ingreso de los demás, es en el fondo el triunfo práctico de un liberalismo feroz , en el que cada individuo lucha contra los otros por su porción de comida o beneficios. Esta es la paradoja por la cual la vía socialista termina en un “todos contra todos”, que ni el más desaforado anarco liberal se atrevería a defender.
Peor aún, la “gran masa del pueblo” se está avivando de que quienes los conducen se están quedando con la parte del león, y esto deslegitima las iniciativas que sean propuestas, y desprestigia siquiera por contagio, a cualquiera que se presente como líder o salvador. Las pantallas del mundial han puesto en evidencia la distancia entre los extremadamente poderosos, exhibidos hoy por hoy como modelos de éxito, mañana quien sabe qué destino les espera.
La inestabilidad política está en uno de sus picos más altos. El espectáculo es álgido, se chocan entre sí los candidatos, sin que se destaque un liderazgo nítido que oriente la opinión. La situación general es grave debido a que en la coalición de gobierno coexisten dos programas antagónicos, ejecutándose a la vez. Por un lado el de inspiración populista que procura por medio del copamiento de los puestos claves del Estado, organizar una economía guiada desde las intuiciones de los distintos titulares de cargos, que no responden a un programa coherente , más que el de sumar posiciones de supuesto poder. Esto es tan cierto como que se empantana por el correlativo copamiento por un cúmulo de lobbies y grupos de interés que dinamizan o entorpecen, según su conveniencia, la capacidad resolutiva y ejecutiva respecto de la cualquier clase de medida que los afecte.
Por el otro, desde la oposición, por ahora beneficiaria de las posiciones reactivas en contra de semejante desorden, la competencia por el posicionamiento personal, se hace a costa de anuncios y expresiones, carentes del necesario enlace o arraigo con los principios invocados y con la realidad que es necesario transformar para sortear las dificultades presentes y encarar un camino sostenible de conformación de mayorías ,para no sólo plantear sino llevar adelante las medidas de un programa único orientado hacia el largo plazo, pero que debe obligadamente mostrar rumbos claros desde el principio mismo de la actuación.
Unos y otros han jurado mayoritariamente-con excepciones a veces hasta ridículas-cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes justas. Es notorio que este juramento ha sido violado por las autoridades actuales, pero también, que es difícil visualizar cómo harán para actuar de otro modo quienes deban sucederlos. Es de bregar para que la reciente condena actúe como un “nunca mas´ disuasorio de conductas incompatibles con el noble desempeño de las funciones publicas
Lo que es fácil de advertir, es la presencia de una escarpada montaña de problemas postergados, sacudida por la convergencia de vientos de antipolítica y agitación socia.
por Roberto Antonio Punte